martes, 3 de febrero de 2009

Asociación de la Prensa de Sevilla: cien años detrás de la noticia

SEVILLA.- En1909 nació la Asociación de la Prensa de Sevilla. Un año en el que nacen dos periódicos de muy corta vida en la ciudad: La Unidad Católica y La Andalucía Moderna. "El Liberal es el periódico de mayor circulación de Andalucía. Invita a sus lectores y anunciantes a presenciar sus grandes tiradas", se leía en las páginas de este periódico el mismo año 1909. Dos años después, José Laguillo, su director hasta que desapareció en 1936, será presidente de la Asociación de la Prensa, según recuerda 'Diario de Sevilla'.

Antes de que se redactaran y aprobaran los estatutos por sus 34 socios fundacionales el 25 de marzo de 1909, ya están en marcha dos de sus herramientas sociales más populares: la corrida de la Prensa y la caseta de Feria.

También se conmemora el centenario de las corridas de la Prensa, que tuvieron en los primeros años de aquella década el precedente de las llamadas novilladas sin importancia, espectáculos de toreo bufo organizados por José García Rufino, conocido con el sobrenombre del periódico satírico que dirigía, Don Cecilio de Triana, abuelo de Carmen Sevilla.

Periodista que no dejaba títere con cabeza en la profesión, hasta el punto de que en una junta del año 17 se planteó la posibilidad de expulsarlo de la Asociación.

Un año de grandes conquistas sociales: en 1909 se aprueba en España el derecho a la huelga y el decreto que establece la obligatoriedad de la enseñanza elemental. Un 1909 atravesado por dos turbulencias con una relación causa-efecto: la guerra de Marruecos y la Semana Trágica de Barcelona.

El acontecimiento periodístico del año fue el Nobel de Física recibido por un joven boloñés de 35 años, Guglielmo Marconi, el padre de la radio que cultivó el socio Juan Tribuna, pionero de Carrusel Deportivo.

José García Orejuela consta como primer presidente de la Asociación de la Prensa. Firmaba en las páginas de El Liberal y murió antes de cumplir el primer año de mandato. Lisonjero se llamaba el novillo que abrió la primera corrida de la Prensa, el 11 de julio de 1909, con un cartel integrado por Andrés del Campo Dominguín, Eligio Fernández El Serio, y Manuel Calderón El Mexicano.

Estos espectáculos taurinos tenían siempre fines benéficos: por los mutilados de la guerra de África, por el Consultorio de Niños de Pecho, por las inundaciones del Levante o de la Macarena o para reparaciones en la capilla de los Negritos o en la misma Catedral.

Pero la mayoría tenían como destinatario de los ingresos a los propios periodistas, que entonces tenían sueldos ínfimos, cobertura nula y carecían de médico y muchas veces de vivienda. Hay documentos de vales expedidos por la Asociación de la Prensa "por una barra de pan". Ya en los comienzos se empiezan a celebrar corridas de toros "a beneficios de la Colonia de periodistas".

La Asociación compró un solar en San Bernardo donde nunca llegó a construir viviendas. Fue bajo el mandato de Celestino Fernández Ortiz, hombre-orquesta de los cargos públicos, sevillano de Benacazón, cuando se pusieron en marcha las cuatro promociones de viviendas de periodistas: Nervión, Huerta de la Salud, Bami y Matalascañas.

La historia de las corridas de la Prensa es objeto de un libro que pronto presentará Santiago Sánchez Traver, que entró en la directiva de la Asociación como tesorero "cuando no había dinero" y después fue presidente en dos periodos distintos.

Los toros como palimpsesto de esta historia de periodistas: el fiasco de Manolete padre, que toreó medio ciego y se casó con la viuda de Lagartijo; la alternativa histórica de su hijo en 1939, que organizó el socio Enrique Vila Vilar; las críticas taurinas de Ignacio Sánchez Mejías en La Unión, que le valieron un agrio enfrentamiento con Antonio Reyes Don Criterio y Agustín López Macías Galerín; los tres años del patrocinio de Juan Belmonte; los seis toros de Paula y los seis de Curro; el duelo crepuscular de Puerta y Camino; y la corrida que permite a la Asociación en 1987 sanear sus arcas: el mano a mano de Litri y Camino, hijos, estreno en España después de sus alternativas en Francia.

Junto a las corridas, la Asociación de la Prensa patrocinaba espectáculos teatrales en el San Fernando y estrenos cinematográficos en el Cervantes. El año fundacional nacieron los cineastas Joseph Losey, Joseph Mankiewicz y Elia Kazan. El papel económico de los toros pasó a ocupar un lugar secundario cuando surge la Hoja del Lunes, que nace en 1934 por un decreto de la República para reconocer el derecho de los periodistas al descanso dominical.

El centenario de la Asociación coincide con las bodas de diamante de este periódico de cuna republicana, que Queipo de Llano rebautiza Hoja Oficial del Lunes con la obligación de publicar en su segunda página sus históricas charlas de Radio Sevilla y después se llamó Lunes a secas. El final de estos diarios de periodicidad semanal en 1982 pusieron en peligro la existencia de las propias Asociaciones.

El mandato más largo en la presidencia fue el de Ramón Resa, periodista con calle en Heliópolis, que en 1948 acogió en Sevilla una asamblea de la Federación de Asociaciones de la Prensa con la bendición del cardenal Segura. En 1993, bajo la presidencia de Sánchez Traver, se celebró otra asamblea nacional en el edificio de la prensa en la Expo.

La Asociación de la Prensa tiene en la actualidad 750 socios. Fiel a su condición de espejo -mirror en la traducción inglesa-, reflejó los avatares de la ciudad, del país, de la sociedad, de un mundo que ese año de 1909 certificaba la muerte de Jerónimo, el jefe apache.

Las primeras elecciones democráticas en la Asociación tuvieron lugar en 1989, doce años después que en el país: las convocó Manuel Lorente, crítico de arte, presidente interino. En 1909 Marinetti publicó el Manifiesto Futurista, que proclama que "un coche de carreras es más hermoso que la Victoria de Samotracia".

Nani Carvajal es la primera mujer que llega a la presidencia de la Asociación. Uno de sus proyectos es la creación de una bolsa de empleo. La paletilla de jamón sustituyó a los pavos vivos que repartía a domicilio Pedro Caracuel, alma de la Asociación en los años de la plaza de San Francisco, cuando los periodistas eran inquilinos del barón de la Castaña.

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