domingo, 22 de febrero de 2009

¡Periodistas, media línea, ar! / Jorge del Corral

Dos centenares de nostálgicos que ya han labrado el surco de su vida profesional se concentraron en Madrid para llamar la atención sobre la situación del periodismo en España y de quienes lo ejercen.

En el documento leído, los organizadores señalaron que las condiciones de trabajo de los periodistas se deterioran a ojos vistas en la mayor parte de las redacciones, en casi todos los medios y soportes, ante la impotencia de quienes trabajan en ellas, la resignación de sus responsables y la desesperación de los que pierden el empleo o los que ni siquiera lo encuentran.

A esta situación laboral se añadió una oportuna crítica a aquellos que en el desempeño del oficio están dejando de lado los códigos deontológicos y haciendo caso omiso de la ética del periodismo, difundiendo informaciones no contrastadas o manipuladas.

El manifiesto convocaba a «recordar y defender los principios de la profesión, basados en la diligente búsqueda de la verdad» y apelaba a los editores a dar prioridad al mantenimiento del empleo y la protección del talento acumulado y la experiencia; a los anunciantes, para que inviertan y apuesten por los medios, por su pluralidad, competencia, espíritu crítico y responsabilidad social, y a los Gobiernos, para que eviten la competencia desleal (entre los medios públicos y los privados), promuevan la igualdad de oportunidades, no discriminen, no manipulen, no premien a amigos y deudos, y persigan y eviten los abusos en la contratación.

El manifiesto terminaba subrayando que lo prioritario ahora es defender el empleo, promover el pluralismo y avanzar en libertades porque la actual crisis económica de los medios afecta al contenido mismo de la democracia y requiere la intervención de los poderes legislativo y ejecutivo.

Pues bien, de todo esto, media línea en página par en un diario impreso, vacuidad, lugares comunes y simplezas en la mayoría de los digitales, y menos de un minuto en alguna televisión y radio.

Se ha constatado que los periodistas no tienen pedigrí para reivindicar la dignidad de su oficio, o que el pudor les impide dirigirse al lector para explicarle sus problemas, que a la postre son los del ciudadano libre en una democracia sana.

Pero el silencio puede ocultar el problema, pero no frenarlo ni mucho menos curarlo.

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