sábado, 7 de febrero de 2009

Santiago González sobre el periodismo, el periódico y "Periodismo Práctico" / Arcadi Espada

"Buenas tardes, queridos y queridas, vascos y vascas, de una y otra parte. O parta. En nombre de la Fundación para la Libertad quiero agradecerles su presencia en este acto en el que presentamos un nuevo libro de Arcadi Espada.

Esto, en rigor, no es noticia, o no debería serlo, porque nuestro invitado de esta tarde escribe y publica mucho. Confieso que al encontrarme con este nuevo libro ‘Periodismo práctico’ en un anuncio de la Editorial Espasa, llamé al autor para manifestarle mi sorpresa porque en nuestras muy frecuentes conversaciones no me había anunciado que lo estuviese escribiendo o que fuera a publicarlo.

Entonces asocié a Arcadi con Mario Ángel Marrodán, un incansable polígrafo de Portugalete que a su fallecimiento dejó escritos alrededor de 400 libros, entre poemarios, ensayos sobre disciplinas variadas y críticas de arte. El notable poeta manchego, -de Tomelloso, para más señas- Eladio Cabañero, dejó escrita en un breve poema la admiración que le produjo la actividad incansable de Marrodán:

«¡Cojones!, dijo el cartero,/ tres libros de Marrodán/ y estamos a dos de enero.»

No está aún en cifras comparables, pero hay que darle tiempo, porque todavía es joven.

Leí con especial interés este breviario, porque entre todos los periodistas de España, Arcadi es, probablemente, el que más tiempo y con más provecho ha reflexionado sobre este oficio. Después de leerlo le llamé para saber si querría presentarlo en Bilbao y convencí a Teo Uriarte para que lo invitase en calidad de gerente de esta fundación. No me costó mucho, la verdad.

Debo decir que me une a este hombre una pasión malsana por el oficio que tenemos, seguramente el más antiguo del mundo, y por las herramientas del mismo. De esto hablaré un poco más tarde, pero ya que lo he citado, voy a deshacer ahora un equívoco que viene arrastrándose durante demasiado tiempo. Es harto improbable que el oficio más antiguo de los seres humanos sea la prostitución. Les voy a decir por qué.

Cuando, en la evolución de las especies, fueron a encontrarse el primer hombre, digamos Adán, y la primera mujer, digamos Eva, lo más razonable es suponer que la primera cópula tuviera un carácter experimental y no venal. Aún cuando supongamos a, digamos Eva, una excepcional inteligencia, tuvo que haber entre ambos al menos un par de citas para que ella se diese cuenta del efecto extraordinario que aquella especial gimnasia producía en el galán, para que empezara a pensar en que ella podía sacar un excelente rendimiento a eso.

Sin embargo, es casi seguro que, digamos Adán , en cuanto terminó el primer lance amoroso se fue corriendo a buscar a otro macho de la misma especie para contárselo. Fue entonces, queridos y queridas, cuando nació el periodismo.

Una vez aclarado este asunto, volvamos a lo nuestro. Lo primero que yo leí de Arcadi eran las columnas que escribía semanalmente en la Última de El País durante cinco años, hasta que topó con el nacionalismo, el catalán, en este caso, y a partir de entonces su periódico le dedicó a tareas sin duda apasionantes, pero más discretas, en páginas interiores.

Lo lamenté, porque eran aquellas unas columnas bien escritas, airosas, bien planteadas y rematadas con garbo y casi siempre con gracia, como corresponde a la definición canónica de lo que debe ser una columna. Fue en aquellos años, los noventa, cuando me encontré con su primer libro. Se titulaba «Contra Cataluña» y ya, desde el título, me pareció fascinante.

En sus páginas, mientras el autor describía su desencuentro con su tierra o por mejor decir con el desgobierno de su tierra, me fui encontrando una autobiografía con ecos familiares. Arcadi Espada y yo habíamos empezado a militar en el mismo año en el mismo error político y los dos nos bajamos del carro en el mismo año. Me enteré también de que él trabajó en el Gabinete de Prensa de la Delegación del Gobierno en Cataluña al mismo tiempo que yo lo hacía en la del País Vasco. Es verdad que yo soy mayor que él, pero la transición se produjo para los dos en la misma época y Franco se murió para los dos exactamente el mismo día.

Esto podrá parecerles una perogrullada, pero no lo es. Hay mucha gente con mando en la España de hoy mismo que sospecha que aún vive, y que, por tanto, aún hay una oportunidad de ganarle esa guerra civil que la historia registró con una anotación equivocada.

Estas coincidencias predisponen. Después, cuando lo conocí personalmente, me di cuenta de que aquel paralelismo biográfico no era un capricho del azar, que estaba frente a lo peor de mí mismo, y ya, en este plan, no tuve más remedio que amarlo tiernamente, dada mi falta de vocación por la autolisis.

Debo y quiero reconocer que en todos los lugares donde tengo que hablar de periodismo, sea en foros de periodistas o en los ‘master’ de los periódicos, antes en El Correo, ahora en El Mundo, arranco siempre con algo que me contó Arcadi sobre su primer día de clase a sus alumnos de primero de Periodismo en la Universidad Pompeu Fabra. Cuenta que al terminar las clases el primer día, se dirige a ellos y les dice (no sin un cierto punto de sadismo, supongo):

«Ahora, lo que deberían hacer ustedes es ir a sus casas y escribir un editorial. Ordenen ustedes y escriban en forma de artículo las ideas que sin duda tienen para hacer un espacio mejor de este mundo en que vivimos: «Sí a la paz, no a la guerra, salvemos las ballenas, paremos el cambio climático». Al día siguiente escriban otro y al siguiente otro y cuando hayan hecho esto durante tres o cuatro años estarán en disposición de asistir a su primera rueda de prensa.»

Puede tomarse como una provocación, pero es, en realidad, una breve, hermosa, intensa lección de periodismo y una acabada declaración de principios sobre la convicción de que los cimientos de este oficio, pese a lo que casi todos los días podemos leer en los periódicos, oír en la radio o ver en la televisión. Es ese principio que el director del Wall Street Journal tenía enmarcado en su despacho hace veinte años según contaba el periodista italiano Furio Colombo: «Creemos que la verdad en periodismo se construye como las catedrales góticas piedra sobre piedra; con un hecho encima de otro hecho y encima de otro hecho».

Los hechos y las palabras con que se cuentan, ese es todo el secreto de este oficio y es algo en lo que nuestro invitado no se ha permitido un momento de descanso. Los blogs que ha alimentado en Internet son una lección diaria y un testimonio de esta actitud. Sus ‘Diarios 2002’ son el diario de un lector de periódicos a lo largo de un año de su vida y, a la vez, el piso piloto del mejor periodismo que hace Arcadi Espada, como antes había sido ‘Raval’, sobre el caso de pederastia improbable, en el que sólo él se empeñó en preguntarse y preguntar por los hechos en contra de la estupidez medioambiental.

‘Diarios 2004’ es la reelaboración de su blog en aquel año tan intenso y de tantas emociones, en el que los españoles nos topamos con el terrorismo islamista y nos dimos el primer presidente no gubernamental de nuestra historia.

Hace tres años, Victoria Prego, que fue la artífice del fichaje de Arcadi Espada por El Mundo, escribió un artículo en el que le atribuía una maestría consumada en la aplicación de lo que ella llamaba ‘la técnica Durero’: «se echa cuerpo a tierra y acerca la vista hasta casi aplastar su nariz contra una brizna, una frase, un adverbio, una mirada. O una estupidez.»

A mí me parece muy bien descrita esa «técnica de Durero» o ese instinto de perro perdiguero (depende de que consideremos que el periodista se hace o nace) que lleva a Espada a aproximar el hocico a la realidad y no despegarse de ella hasta aprehenderla.

No es amante de las fantasías. De ahí que abomine de la mixtura entre la ficción y los géneros que describen los hechos, la ‘fiction’ y la ‘faction’, que tiene su arquetipo en ‘A sangre fría’, la falsa crónica del cuádruple asesinato de la familia Clutter contada por Truman Capote. Esa definición de la frontera le llevó a una notable polémica con Javier Cercas, el autor de ‘Soldados de Salamina’, cuando ambos compartían paginas en El País. O la que motivó la famosa bronca con el fotógrafo Javier Bauluz por su premiada foto ‘La indiferencia de occidente’.

‘Periodismo práctico’ es un recorrido por la prensa diaria y sus excesos. Como lo es su blog ‘El Mundo por dentro’, en el que todos los días hace una crítica del periódico para el que ambos trabajamos. Háganse el favor de leerlo y, por si pudiera incentivarles, déjenme que les lea la última página del libro, por lo que tiene de enseñanza práctica, de conocimiento de su oficio, de retranca irónica y de, como decía nuestro maestro Paul Johnson, de revelación de carácter.

¿Qué hacer cuando ha de escribirse una necrológica?

1.-Tenga en cuenta que usted sigue vivo.

2.-Evite ponerse, por si acaso, en el lugar del muerto, tipo «a él le habría gustado así».

3.-Evite las cartas a tumba abierta, tipo «allá donde estés, amigo, quiero que sepas».

4.-Evite convertir una muerte natural en un suicidio, tipo «se fue tan discretamente como había vivido».

5.-No espere una mejora de su conducta, tipo aquel necrologista que riñó a su muerto.

6.-Sobre todo, no hable de su sonrisa, tipo «nos acompañará siempre».

7.-Si siempre ocultó lo que realmente pensaba sobre él, haga ahora un pequeño y postrero esfuerzo.

8.-Examine si supone un acto de respeto haber esperado a su muerte, tipo «ahora ya se puede desvelar cómo».

9.-No olvida jamás que la necrológica que está escribiendo puede ser lo único vivo que quede de él.

10.-Y dado que en algún caso, aunque escaso, el muerto se ha levantado y ha leído, escriba usted siempre con las precauciones del que espera réplica.

Este libro debería ser de texto en las Facultades de Periodismo y es absolutamente recomendable para que los lectores se enfrenten cada mañana a la tarea de descodificar los periódicos.

Hace ahora un año, cuando firmé el contrato con El Mundo, Arcadi escribió un artículo sobre mí, dándome la bienvenida al periódico, como antes lo había hecho con él Victoria Prego. Entonces pensé que esta era una tradición en El Mundo, una especie de ‘tú la llevas’, o un cargo hereditario, como el del pirata Roberts en ‘La princesa prometida’.

Daba cuenta en él de la pasión que compartimos por la lectura de periódicos describiendo una escena matutina muy frecuente, que yo le llamo a él o él me llama a mí, diciendo: «¿Pero has leído esto?»

«A veces, cuando cuelgo el teléfono, me da la sensación de que dos cojos van avanzando por un camino infinito, aguántandose el uno al otro, charlando sin parar, intactas las ganas de reñir».

Al leerlo, tuve la impresión de que era lo mejor que se ha escrito sobre mí. Qué quieren que les diga, las novias que he tenido eran todas de rigurosa tradición oral, como corresponde a las mejores hijas de esta tierra. Pero lo de sus buenas intenciones, las de Arcadi, quiero decir, fue una impresión pasajera. Luego albergué la impresión de que todo ello era hojarasca para cubrir su verdadero propósito: criticar mis gustos gastronómicos.

Aquí hemos llegado a lo único que de verdad supone una brecha insalvable entre Arcadi y yo. Lo contaré con un chiste, el del tipo al que se le para el coche en una llanura manchega. Abre el capó, empieza a mirar por si ve alguna anomalía muy obvia y oye a su espalda una voz que le dice: «Es cosa del carburador». El hombre se vuelve y resulta que era un caballo. Echa a correr y no para hasta llegar al pueblo, al final de la recta, a tres o cuatro kilómetros. Entra en un bar y pide un coñá. Lo bebe de un trago y pide otro. El tabernero se interesa por su agitación y nuestro héroe le cuenta el suceso: «¡Y era un caballo!», remata. El otro, sin inmutarse, le pregunta: «¿Era un caballo bayo, de bastante alzada, con las crines muy bien recortadas?» «¡Justo! Así era», responde nuestro héroe, a lo que el tasquero replica: «Bah, entonces no se preocupe. Ese no tiene ni puta idea de mecánica…»

Algo así me pasa a mí con los juicios gastronómicos de Arcadi Espada y su pasión por la cocina, pero es que, en esta vida no se puede tener todo. En el fondo, se lo agradezco, porque si, además, supiera cocinar, no tendría más remedio que pedirle en matrimonio, ahora que esto goza de bastante prestigio social.

Y por mi parte, nada más, salvo cederle la palabra y escucharle con la atención que merece."

(Texto leído en la presentación de "Periodismo Práctico". Fundación para la Libertad. Hotel Ercilla, Bilbao, 5 de febrero.)

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