jueves, 26 de marzo de 2009

Benedicto XVI y sus problemas de comunicación

CIUDAD DEL VATICANO.- Ya sea con la Biblia o con Google, desde hace 2.000 años la iglesia busca por todos los medios transmitir la palabra de Cristo.

El papa Benedicto XVI ha acudido a YouTube y ha difundido sus mensajes en chino en el portal del Vaticano. Pero, a juzgar por el revuelo que causó cuando levantó la excomunión de un obispo que niega el Holocausto judío o con sus comentarios sobre el uso de condones en Africa, el pontífice tiene algunos problemas de comunicación.

En los cuatro años que lleva de papado, ha sido criticado por musulmanes, judíos y miembros de su propia congregación. Cada paso que da, parece generar una controversia. Los cuestionamientos de gobiernos europeos la semana pasada a sus comentarios relacionados con el uso de condones son algo sin precedentes.

No sería de extrañar que las dificultades que está teniendo Benedicto sean tomadas en cuenta cuando llegue la hora de elegir un sucesor y los obispos opten por alguien más joven, más a tono con el mundo moderno.

Su predecesor, Juan Pablo II, se hizo fama de gran comunicador y logró evitar las polémicas pese a que tuvo muchos de los puntos de vista de Benedicto. Juan Pablo conversaba con los periodistas en los aviones, caminaba por los pasillos, estrechaba manos y respondía preguntas espontáneamente.

"Le gustaba enterarse de lo que pensaba la gente de él", comentó Marco Politi, un biógrafo de Juan Pablo. De tanto en tanto llamaba a su portavoz, Joaquín Navarro Valls, y le preguntaba, "¿qué piensan de mí?".

Cuando abordó el avión para iniciar su primer peregrinaje por Africa, Benedicto acababa de sortear la crisis derivada del perdón que concedió a cuatro obispos ultraconservadores que habían sido excomunicados, incluido uno que niega el Holocausto, en un esfuerzo por acabar con un cisma.

Benedicto admitió los errores del Vaticano en una carta a los obispos y dijo que lamentaba profundamente el que algunos católicos que deberían estar al tanto de su lucha contra el antisemitismo "pensaran que debían atacarme con abierta hostilidad".

Pero el Papa se encontró nuevamente bajo fuego en su viaje al Africa, por decirle a periodistas que los condones no pueden resolver el problema del sida y que, por el contrario, lo agrava. Ese comentario fue criticado duramente por Francia, Alemania y la agencia de las Naciones Unidas encargada de combatir el sida, quienes lo consideraron irresponsable y peligroso.

La pregunta no lo tomó por sorpresa. Desde que se equivocó al hablar de la excomunión de legisladores mexicanos durante un viaje a Brasil en el 2007, el Vaticano le pide a los periodistas que avisen qué preguntas piensan hacer y decide cuáles acepta. Benedicto tiene tiempo de preparar sus respuestas.

El pontífice de 81 años no conversa con periodistas individualmente, aunque sí se ubica en un extremo del avión, acompañado por sus colaboradores, y responde preguntas secamente.

El cardenal Angelo Bagnasco, líder de la Conferencia de Obispos Italianos, dijo que las críticas al Papa "son exageradas".

Si bien la oposición al uso de condones es una política de siempre de la iglesia, el Vaticano se sintió obligado a pronunciarse nuevamente para decir que esa práctica desvía la atención de las enseñanzas sobre lo que constituye una conducta sexual apropiada.

La primera controversia del papado de Benedicto se produjo en el 2006, cuando sus comentarios sobre el islam y la guerra santa irritaron tanto al mundo musulmán que tuvo que retractarse y decir que se sentía "muy apesadumbrado". Sigue afirmando que las verdaderas religiones deben tomar distancia de la violencia, pero ya no denuncia fe alguna.

El reverendo Thomas Reese, experto en el Vaticano del Centro Teológico Woodstock de Washington, dice que hay que reconocerle a Benedicto mérito por admitir errores y pedir disculpas.

Pero acota que tiene que aprender a comunicarse en forma comprensible y persuasiva. "Benedicto no entiende cómo hay que expresarse en el siglo XXI", manifestó.

En los encuentros individuales, Benedicto es afable, pero no se siente a gusto frente a multitudes.

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