Los policías, que se comunicaban entre sí con walkie-talkies, impidieron tomar fotos de los soldados cambiando de turno junto al célebre retrato de Mao Zedong que preside la plaza en su parte norte.
Las medidas de seguridad aumentaron para entrar en la plaza con controles de escáner a los bolsos, análisis de cualquier botellín que llevaran los visitantes, y petición de pasaporte a todo aquel extranjero que intentara entrar al recinto.
La plaza, una de las atracciones turísticas más visitadas por los ciudadanos chinos, no tenía hoy ninguno de los habituales puestos de fotografías de recuerdo o de bebidas, pese al intenso calor.
Sí había en cambio un aumento de policías y fuerzas del orden, además de furgones negros o automóviles sin matricula controlando todos los accesos y calles cercanas a la plaza.
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