viernes, 24 de julio de 2009

Fleet St, la mítica calle de la prensa de Londres, se queda desde hoy sin periodistas

LONDRES.- Fleet Street, la mítica calle de Londres asociada a tres siglos de historia del periodismo, pierde hoy a su última redacción internacional con la mudanza mañana sábado de la Agencia France-Presse (AFP) hacia un nuevo local en el centro de la capital británica.

Esta arteria que une el Strand a la catedral de Saint Paul, convertida hoy en lugar de predilección de bancos y bufetes de abogados, ya sólo conserva la oficina londinense de un editor regional de diarios escoceses.

Hace 30 años, el conjunto de la prensa nacional británica y la agencia Reuters, al lado de la AFP y de la italiana ANSA, estaban concentrados en unos pocos cientos de metros, separados por algunos pubs legendarios, verdaderos anexos de las redacciones.

El éxodo comenzó bajo el impulso del magnate Rupert Murdoch quien, para romper una interminable huelga del sindicato de la imprenta, trasladó, en un solo fin de semana en 1986, cuatro de sus cabeceras de gran tirada -el Times, el Sun, el Sunday Times y el News of the World- al este de Londres, a Wapping, una verdadera fortaleza que los sindicatos trataron de asediar en vano.

La evolución tecnológica en los medios terminó de dispersar las sedes de los diarios desde Canary Wharf, todavía más al este que Wapping (Reuters), hasta el barrio central de Victoria (Daily Telegraph), pasando por Kensington High Street, al oeste (grupo Daily Mail, Independent).

El nombre de Fleet Street, donde un alsaciano fundó una imprenta alrededor de 1500, se convirtió en sinónimo de prensa en la lengua inglesa. Una leyenda que debe mucho también a unos edificios que rivalizan de audacia como el “Lubianka negro” del Daily Express, o Peterborough Court, la sede estilo art nouveau del Daily Telegraph, con su reloj victoriano, hoy cuartel general del banco de negocios Goldman Sachs.

El banco neoyorquino JP Morgan ocupa los locales de la antigua imprenta del Daily Mirror. Pero la reputación de una calle antes permanentemente atascada por los camiones se debe también en la memoria colectiva al ambiente nocturno, con un un público esencialmente masculino y pasablemente alcoholizado que tropezaba entre dos pubes.

Para los que caminaban rápido, recuerda un veterano, era posible permanecer seco durante los chaparrones yendo de un pub a otro. En el bar El Vino, donde a las mujeres se les exigía llevar falda, o en el Ye Old Cheshire Cheese, antaño frecuentado por Charles Dickens y donde un añejo cartel recuerda todavía hoy que en la barra sólo se servía a los hombres, los corros de rumores servían de conferencias de redacción.

Era la época en la que los periodistas no iban a hacer ejercicio a la hora del almuerzo, lamenta uno de los pocos clientes no turistas de El Vino. Fleet Street pasó con el transcurso de los años del ritmo de las rotativas al de las salas de mercado, de los gritos de los vendedores de diarios a las educadas colas delante de los comercios de Expressos y Capuccinos.

El último testigo de esta época periodística, a punto de convertirse en un símbolo, es St Bride, la iglesia del barrio que sigue llorando a los reporteros muertos por el mundo. A la izquierda del altar, 18 nombres inscritos en la madera recuerdan el balance de la guerra en Irak para los órganos de prensa británicos.

La luz de las velas ilumina ofrendas a los que desaparecieron recientemente o fueron encarcelados. El lugar está dedicado “a todos los que, en su búsqueda de la verdad por el texto o por la imagen, se enfrentan a los peligros, a las persecuciones y a la muerte”.

El 26 de julio la AFP va a empezar a trabajar a una sala de redacción multimedia en el piso 25 de Centre Point, una torre que se ha convertido, según el Financial Times, en “uno de los edificios más emblemáticos de la capital”, en la confluencia del Soho, Covent Garden y Bloomsbury.

Fleet Street vivirá el fin de una época cuando Robin Millard, de madrugada, valide el último despacho transmitido al mundo desde una arteria más mítica que nunca.

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