lunes, 20 de julio de 2009

Viejo y nuevo periodismo / Enrique Giménez *

Decía Katherine Graham, la editora del "Washington Post", que el deber de un medio de comunicación es intentar contar la verdad. Averiguarla y decirla. Aplicó esa vieja receta del viejo periodismo y terminó por averiguar y contar la verdad del Watergate, con las consecuencias que tuvo para el mentiroso Nixon.

¿Recuerdan el caso Watergate, un asunto al que pocos dieron importancia, sobre todo el Partido Republicano, protagonizado por cinco chorizos de tan escasa monta como Correa y el Bigotes?

A distancia sideral del "Washington Post", y en los años veinte del pasado siglo, se publicaba en Barcelona un diario ilustrado, de avisos, noticias, anuncios y telegramas llamado "Las Noticias". Pese a su modestia respondía a la misma filosofía del gran diario norteamericano. Su propietario, don Rafael Roldós y Viñolas, una especie de señora Graham con bigote y bombín, imponía a los que deseaban trabajar en el periódico una serie de exigencias.

La primera: "Nada más poner los pies en la redacción deberá desprenderse de toda clase de ideas que uno pudiera llevar encima: lo que uno ha de llevar encima cuando pone los pies allí son noticias, no ideas". La noticia era una cosa que desde hacía muchos años daba dinero al señor Roldós, como ha señalado en un libro reciente Xavier Pericay.

Las exigencias de "Las Noticias" no hacían referencia alguna a los trucos, artimañas y martingalas que acompañan en muchos casos al nuevo periodismo, el mismo que practica con diligencia la redacción de informativos de Canal Nou, para quien esconder la verdad o, si no es posible, enmascararla y tergiversarla, es la condición que se exige para no perder el trabajo en aquella casa, y por lo que me dicen amigos de otras regiones y nacionalidades esas actitudes son moneda corriente en todas las televisiones autonómicas, en las que el uso partidista y la manipulación maniquea, puesta al servicio de los pequeños Nixon entronizados en los poderes regionales, es sencillamente apabullante.

Todo mucho más grave que el fondo de armario de Camps, aunque tenga la apariencia de un fondo de reptiles.

El nuevo periodismo no es tan nuevo. En el registro oficial de periodistas de 1940 figuraron en los cuatro primeros lugares del escalafón, y por este orden, los nombres de Franco, Serrano Súñer, José Luis de Arrese y Gabriel Arias Salgado.

Y en el siempre polvoriento "Abc" se publicaron en esos años de la Guerra Mundial crónicas transmitidas desde Berlín que redactaba en Madrid el agregado de prensa alemán Hans Lazar, que hoy, de vivir, dirigiría a buen seguro los telediarios de nuestra emisora de televisión autonómica en la que proliferan individuos de un servilismo psicopático.

Julio Camba, quizá uno de los mejores escritores de periódicos que ha dado el país, era un ejemplo de viejo periodismo. Comparaba al articulista con el avestruz, que como es conocido es un ave enorme que todo lo convierte en cosa de comer y, lo que es mejor, todo lo digiere.

Para Camba el articulista es aquel que lo reduce todo a un artículo de periódico: "yo lo mismo hago un artículo con una noticia de tres líneas en el "Daily Telegraph", que con las obras completas de Voltaire", afirmaba, y de hecho escribió un artículo memorable a partir de un anuncio publicado en un periódico que decía: "cojo del pie derecho desearía asociarse con cojo del pie izquierdo para comprar las botas en comandita. Número 43".

Hoy el nuevo periodismo se hace con pinchazos telefónicos, como los perpetrados por los periodistas del magnate Rupert Murdoch, cuyo grupo se llama precisamente "News Group Newspapers", que interceptaban los móviles de personajes públicos para obtener datos confidenciales y redactar con ellos noticias impactantes, o bien con la filtración interesada de sumarios declarados secretos o de los datos, no menos secretos, del Centro Nacional de Inteligencia.

Gaziel, otro de los grandes del viejo periodismo español, escribió en 1936 que la casi totalidad de los directores de periódicos en España desde 1875, o utilizaron el camino de la prensa para alcanzar finalidades político-partidistas, y lo abandonaron después de lograrla, o se instalaron en el gremio "como en un reducto desde el cual era posible dominar y explotar, en beneficio propio, una serie de posiciones pingües y adyacentes".

¡Qué olfato de profeta el de Gaziel! ¡Cómo se nota que conocía los intríngulis del Mundo! Y es que, aunque Indro Montanelli definiera al periodista como alguien que explica a los demás lo que él no entiende, lo cierto es que el buen periodista saca el máximo provecho de la menor ventaja.

(*) Profesor de la Universidad de Alicante

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