sábado, 2 de enero de 2010

Intérprete de los silencios / Kurdo Baksi *

Me duele escribir estas palabras: Stieg Larsson no era un reportero demasiado bueno. Por una sencilla razón: en el mundo de Stieg Larsson no existía la neutralidad. Y sin embargo hay que reconocer rotundamente que Stieg Larsson era uno de los mejores investigadores del mundo. Una suerte de Lisbeth Salander, sin lugar a dudas.

De hecho, Lisbeth Salander tiene mucho de su creador, Stieg Larsson. Stieg nació en agosto 1954 en Skellefteå, en el norte de Suecia, donde la nieve es omnipresente y el sol escaso, cerca del territorio de los lapones, los dueños verdaderos de esas regiones.

Allí la frialdad lo domina todo, física y mentalmente. Stieg creció entre hombres que no hablan mucho. Entre amantes del silencio, un silencio que está muy bien contado, por ejemplo, en las películas de Ingmar Bergman. Entablar relaciones es en esta parte del mundo muy difícil: los vecinos viven siempre lejos, el paisaje es inhóspito y la soledad, un deporte nacional. Los hombres no lloran, ni tiene ninguna importancia lo que ha pasado y lo que va a pasar.

A los 12 años pidió a sus padres una máquina de escribir porque había decidido ser escritor y periodista. Era algo muy caro, pero Stieg insistía, así que sus padres, que no tenían el dinero, pidieron un préstamo para comprarla. Era un día de otoño de 1966, Stieg lo recordaba como un día muy importante en su vida. Desde entonces se sintió escritor y esa máquina no dejó de teclear días y noches en ese mundo de silencios del norte.

Stieg empezó a escribir novelas cortas, anécdotas, y esa máquina de escribir se convirtió en el amigo con el que compartir su soledad y con quien sobrellevar el frío del clima y el de los hombres. Empezó también a hacer fotos, algo que acabó siendo asimismo una obsesión. Bosse, su amigo de la niñez que sigue viviendo en la misma ciudad, y la primera víctima del afán fotográfico de Stieg, le recuerda declarando que él tenía la responsabilidad de documentar los hechos injustos del mundo.

Era muy joven cuando decidió luchar contra la injusticia, pero la vida no le trataba con la misma moneda. Stieg anhelaba entrar en la universidad y conseguir el carné de periodista. Estaba seguro de que con esa acreditación en sus manos iba a viajar a todos los lugares conflictivos y a cambiar el mundo. Pero la universidad le dio un jarro de agua fría: no tenía las calificaciones suficientes para entrar en la facultad de periodismo. La carta de rechazo que recibió fue muy importante en la vida de Stieg, tanto que le costaba hablar de ello y sólo lo hizo con cinco personas: sus padres, su hermano, su novia y yo.

Pero esta carta resultó de alguna forma definitiva en su vida, una carta que guardaba el rastro de las lágrimas prohibidas y secretas en el territorio de los hombres silenciosos, y que resulta ser una de las razones esenciales en el estímulo de la escritura de Los hombres que no amaban a las mujeres, La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina y La reina en el palacio de las corrientes de aire. Una obra que devorarán 23 millones de lectores en todo el mundo, la respuesta y la revancha de Larsson.

La respuesta negativa de la facultad de periodismo causó un hondo pesar en mi amigo. Para conjurar esa mala noticia decidió por un lado cambiar de nombre, Stig por Stieg, un nombre de cinco letras y menos corriente que le parecía que tenía más futuro; y por otro lado, se trasladó a Estocolmo, e hizo de la ciudad la base de un guerrillero sin armas.

Si la universidad no le quería, había otras alternativas. Con un objetivo muy claro, empezó como grafista en 1979 en una agencia de noticias sueca, la TT (lo que sería Efe en España). Su plan era prudente pero su sueño grande: pretendía trabajar como grafista unos años y poco a poco ir introduciéndose en la escritura de artículos para la agencia.

Sin embargo, su paciencia era más escasa de lo que exigía esa estrategia. Él no quería limitarse a escribir artículos: quería cambiar el periodismo en TT. Sus quejas no gustaban a sus jefes, y cada día estaba más solo a la hora del almuerzo. Pero alguno de sus superiores aceptó publicar los artículos que Stieg escribía por las noches: 28 artículos en 20 años, un artículo y medio por año. No es una cifra que me haga muy feliz.

Cuando tuve ocasión de trabajar y editar los artículos de Stieg Larsson, eché de menos a menudo que tuvieran al menos la pretensión de neutralidad. Los textos de Stieg parecían más discursos políticos que artículos periodísticos, excepto en una ocasión en que me sentí especialmente orgulloso: un reportaje acerca del Transiberiano de Moscú a Pekín, en el verano de 1987. Se publicó en la revista de viajes Vagabond y es un texto excelente que muestra lo mejor del Larsson periodista.

Stieg describe con la precisión con que lo haría una cámara la experiencia de los viajeros de un compartimiento durante una semana de viaje. Se trata de un texto vivísimo que no ahorra detalles llenos de ironía y respeto, y que está en el origen de lo que brindaría más tarde a sus lectores con Millennium. Lamentablemente, no volvió a escribir en esa revista. Algo que le sucedía con frecuencia.

El año 1995 será muy importante en la trayectoria periodística de Stieg con la fundación de Expo, la revista antirracista. Stieg quiere tomar partido y expresar una condena tajante en contra de los racistas en sus textos, pero sus colegas prefieren que escriba de una forma más neutral. El artículo más extenso del primer número de Expo está escrito por Stieg: dos páginas sobre las bombas de Oklahoma ese mismo año.

No era un buen reportero, como dije al principio, porque era un excelente escritor, un narrador de verdad. No sabía escribir sucintamente, detestaba la condensación. Sus artículos siempre acababan resultando más largos de lo que se le pedía: de las 12.000 pulsaciones que me enviaba, yo tenía que recortar, muchas veces con pesar, a 3.000. Tenía mucho más talento como editorialista en una revista de investigación o como analista en un periódico de izquierdas. Le gustaba reflexionar y comentar largamente la realidad. La brevedad, la concesión y la neutralidad no eran lo que fue a buscar a Estocolmo, lejos de los hombres silenciosos del norte. -

(*) Kurdo Baksi (Batman, Turquía, 1965) es escritor y periodista, autor de Min vän Stieg Larsson, que se publicará en Suecia el 18 de enero y en España en abril (Mi amigo Stieg Larsson, Destino). Fue redactor jefe de la revista de Larsson, Expo, entre 1998 y 2003.

www.elpais.com

No hay comentarios: