lunes, 21 de junio de 2010

Cómo 'Playboy' cambió la Historia

BARCELONA.- Para la mayoría, Hugh Hefner es ese señor de sonrisa perenne que siempre aparece en pijama, batín y zapatillas de andar por casa rodeado de chicas semidesnudas dispuestas a pasar un buen rato. Envidiable mito a seguir para muchos, encarnación del demonio para otros (especialmente para otras). Pero detrás de Míster Playboy, del magnate multimillonario hecho a sí mismo a base de vender erotismo en formato desplegable a domicilio, hay mucho más que fantasías sexuales y conejitas, según 'El Mundo'.

La filósofa Beatriz Preciado, experta en teoría 'queer' y en política del cuerpo, disecciona en 'Pornotopía' (Finalista del Premio Anagrama de Ensayo) cómo Hefner revolucionó la sexualidad y la arquitectura americanas durante la Guerra Fría. Preciado sostiene que Hefner fue un visionario en muchos aspectos. No sólo transformó la pornografía en cultura de masas, sino que ideó y moldeó a través de las páginas de su revista a un nuevo hombre moderno, el perfecto soltero consagrado a una vida de ocio y consumo orgiásticos.

Aquí van cinco pistas para entender cómo el dueño del imperio Playboy se convirtió en "un Platón moderno en una caverna porno" que anticipó la arquitectura del espectáculo, la telerrealidad y agitó la bandera de la liberación sexual masculina mucho antes de que el feminismo lo hiciese con las mujeres.

1. Hombre blanco, heterosexual y... soltero

El primer número de Playboy, publicado el mes de noviembre de 1953, apareció en los quioscos en plena Guerra Fría, con la contracultura en pañales. El movimiento beat no existía, Elvis todavía se dedicaba a conducir algún camión por Memphis y la moral dominante no dejaba demasiadas posibilidades al hombre blanco heterosexual de clase media: su misión era la de encarnar al perfecto padre de familia que disfruta de una apacible vida hogareña en los suburbios. El prototipo de esposo fiel y trabajador que pesca truchas o caza patos durante el fin de semana.

Hefner dinamitó esa imagen desde las páginas de Playboy, en las que aparecía retratado un hombre diferente: libre, soltero, con gran éxito profesional y de agitada vida sexual. Frente a la narrativa del sueño americano familiar de extrarradio, Playboy propuso una utopía paralela: "el imperio del soltero en la ciudad". Un universo de sofisticación poblado de cócteles de diseño, equipos de alta fidelidad y áticos con mueble-bar en los que todo podía suceder. Para Preciado, Playboy inició "la revolución masculinista que permitía a los hombres disfrutar de su soltería urbanita por primera vez sin miedo a ser tachados de homosexuales.

2. Una habitación propia... para él

Hefner se apropió del "a room of her own" de Virginia Woolf y de la reivindicación del espacio propio como vía a la emancipación del discurso feminista. Playboy exhortaba desde sus páginas a la colonización masculina del espacio doméstico, hasta entonces territorio estrictamente femenino. Cada número de la revista contaba con un reportaje sobre la conquista y la reapropiación de un espacio interior: el yate, el estudio, la cama o la cabaña de fiesta para los fines de semana.

Pero la verdadera obsesión era el ático de soltero, presentado como el hábitat natural del nuevo hombre que por fin se había liberado "de la prisión del matrimonio y del césped verde de las áreas suburbanas". El abandono de la casa familiar, el "salió a comprar tabaco y no volvió", se puso oficialmente de moda. Los estereotipos éticos y estéticos heredados de la Segunda Guerra Mundial cambiaron. El valiente soldado, luchador y primario, dejó paso al playboy seductor y misterioso, tan impenetrable y camaleónico como James Bond. La Guerra Fría encumbró todavía más a la figura del espía que lleva una vida independiente, peligrosa y sexy.

3. La chica de al lado

Al nuevo hombre soltero e independiente había que proporcionarle una compañera ideal. No una mujer caza-maridos con el único objetivo de procrear, sino un prototipo complementario en las antípodas de la madre, esposa y ama de casa. Alguien que no supusiera una amenaza para su autonomía sexual y doméstica: la vecina de al lado. Hefner se propuso convertir a la chica anónima (la cajera del supermercado, la secretaria de la oficina, la vecina del quinto) en el nuevo símbolo sexual. Y vaya si lo consiguió.

Desde las páginas de Playboy, Hefner encumbró a Janet Pilgrim, la primera playmate, que además de trabajar como secretaria en Playboy era su amante. La popularidad que alcanzó fue descomunal, comparable al de muchas estrellas de cine de la época. Los lectores cayeron rendidos ante sus curvas, pero también ante sus labores, su vida íntima, su cotidianeidad. Para Preciado, ella fue la auténtica precursora de las futuras "famosas-desconocidas de la era de la real TV".

4. El sofá abatible y la cama redonda

O el calculado interiorismo de los apartamentos de soltero como el perfecto espejo de un modo de vida. Los reportajes de Playboy introdujeron al lector en un nuevo mundo ultratecnificado de muebles modulares y flexibles de Ray y Charles Eames, sillas tulipán de Saarinen y un sinfín de equipamientos tan sugerentes y poco rígidos como la nueva sexualidad: mamparas correderas, cortinas translúcidas, minibares giratorios y armarios colgantes. El sofá abatible y la cama redonda se convirtieron en sinónimo de sexo instantáneo.

5. Vouyerismo en directo

La idealización alcanzaría sus cotas máximas con el programa de televisión 'Playboy' 'Penthouse', rodado en un plató que calcaba la sala de estar de la Mansión Playboy. El presentador del show era el propio Hefner, que recibía a chicas guapas y a amigos íntimos (unos happy few entre los que había actores, cantantes de jazz y estrellas de cine) en lo que parecía ser el salón de su casa en una velada improvisada.

El programa no acabó de despegar (la combinación de rubias explosivas y estrellas negras como Sammy Davis Junior fue demasiado para el mojigato 'prime time americano'), pero tendría una segunda oportunidad con el programa 'Playboy After Dark', que en un formato muy parecido recogía el exceso de las fiestas "privadas" de la Mansión Playboy.

Una mansión que, según Preciado, fue "el primer burdel multimedia de la historia" y condensaba lo que siglos antes había esbozado el mismísimo Sade. No sólo eso. Los programas que luego siguieron (como 'The Girls of the Playboy Mansion', templo de "la sobreexposición, la vigilancia y la producción de placer") pueden verse hoy como el precedente de Gran Hermano.

Todo esto, amigos, le debemos a Hugh Hefner y a sus conejitas.

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