viernes, 4 de junio de 2010

La balanza del nuevo periodismo / Eduardo Roldán

Aun popularmente erigido padre del Nuevo Periodismo, Tom Wolfe siempre ha atribuido esa condición seminal al autor que ahora nos ocupa. Que el nombre de Gay Talese no haya recibido el favor que en justicia merece, no supone sino otro capricho más de esa caprichosa insaciable que es la fama. Ahora parece que Alfaguara va a tratar de restablecer esa justicia en España con la publicación de algunos de los más meritorios textos de Talese, en sucesivas recopilaciones. 'Retratos y encuentros' es el primer eslabón de esta iniciativa admirable.

'Retratos...' selecciona algunas de las piezas, no sólo perfiles personales, más memorables que este dandi del reportaje ha publicado en varias de las más audaces revistas y periódicos de Estados Unidos a lo largo de una carrera que dobla ya el medio siglo.

Citar una o dos en concreto sería un acto tan arbitrario como citar cinco o seis; ésta es una de las escasísimas ocasiones en que la función del reseñador debe limitarse a la del mayordomo del palacio, a abrir la puerta a los invitados y a saludarles con un sencillo «que lo disfruten», dejando los puñales y las rosas de la crítica para una ocasión futura, cuando la obra presente las habituales depresiones.

No resulta ociosa la alusión a la puerta, pues 'Retratos...' tiene, añadido a su valor estrictamente literario, el de funcionar como puerta de acceso al universo Talese y, a mayores, al universo Nuevo Periodismo.

En este sentido el volumen es ejemplar. La lectura atenta de una pieza como 'Frank Sinatra está resfriado' ahorraría al estudiante de Periodismo interesado en dilucidar los rasgos del género la fatigada pesquisa por áridos manuales universitarios y deficientes páginas web.

Ahí están todos los mimbres que hacen del Nuevo Periodismo una forma de arte plena, como Talese ha reivindicado: la construcción del reportaje escena por escena; el registro literal del diálogo; el punto de vista cinematográfico, objetivo, impersonal, conjugado con las impresiones y acotaciones personales del autor, en el centro de la acción pero, como el centro para el resto del círculo, invisible para el resto de participantes...

Este último rasgo es el más significativo, más personal, justamente, del género, y cuyo dominio separa el reportaje para envolver pescado del reportaje para el archivo. La voz del autor ha de prevalecer siempre por encima del objeto del reportaje, sea éste Frank Sinatra o un sudoroso soplador de tuba; ha de prevalecer pero a la vez ha de mantenerse dentro de los límites estrictos del dato, de los acontecimientos de la historia: no se olvide que nos hallamos ante un género de no ficción, y todo lo que se cuente en el texto tiene que haber acontecido en realidad.

El gran logro del Nuevo Periodismo radica en esa balanza ficción/no ficción: en aunar la fuerza de la verdad inmediata del hecho con la verdad añadida -más profunda, más rica, más turbadora- que proporciona el aroma de la ficción; cuando la síntesis feliz se produce, el resultado es una escritura capaz de mirar de frente y sin titubeos a cualquier otra forma narrativa con mayor pedigrí histórico, el cuento o la novela.

Las mejores páginas de los maestros del Nuevo Periodismo ('Elegidos para la gloria', 'Los ejércitos de la noche', 'El año del pensamiento mágico' o 'El duque en sus dominios') son tan determinantes para el desarrollo de la narrativa en el siglo XX como las de Hemingway, Faulkner, Dos Passos o cualquier otro renovador de la novela que al lector pudiera ocurrírsele. Va siendo hora de volver a ellas y dejarnos de tanto griterío monocorde de blog.

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