domingo, 26 de diciembre de 2010

El Gobierno chino ajusta su maquinaria mediática

SHANGHAI.- Nunca antes un primer ministro de China se había enfrentado en directo a los problemas de la población a la que gobierna. Y menos aún a los de quienes han sobrevivido a una catástrofe natural en zonas a las que no llega el brillo del crecimiento económico. Al contrario, los medios de comunicación viven bajo el escrutinio del Partido Comunista, obsesionado por impedir que las sombras del desarrollo chino alumbren brotes de inestabilidad social. 

Pero, el pasado domingo, Wen Jiabao cogió al dragón por las fauces. Con una sonrisa respondió a las preguntas que le llegaron desde las remotas zonas castigadas por terremotos y corrimientos de tierra al estudio en Pekín de la Radio Nacional China, que el día 17 celebró su 70 aniversario y cuenta con la mayor audiencia del mundo: cerca de 700 millones de oyentes en su mayoría del ámbito rural.
No es de extrañar que la principal preocupación fuese el encarecimiento de la vida. La inflación superó en noviembre el 5%, marcando así el valor máximo en los últimos 28 meses, pero frutas y verduras se han disparado a lo largo de este año hasta el 20%. Lógicamente, la población más desfavorecida sufre las consecuencias.
«El carbón está muy caro», se quejó en las ondas Cerin Chungcuo, una profesora tibetana de Yushu, localidad que quedó arrasada en abril por un seísmo de intensidad 6,9 que dejó 2.200 muertos. «El año pasado una tonelada se pagaba a 800 yuanes (90 euros), y éste ha subido a los mil (113 euros). Como hace mucho frío, dependemos del carbón para calentarnos. Este invierno, la calefacción costará más de 8.000 yuanes (900 euros) por familia», explicó la docente. La renta anual media de un agricultor en China es de unos 500 euros.
Wen no tardó en lanzar una promesa para ayudar a Cerin y sus vecinos. «Pediré a las autoridades locales que incrementen las ayudas a los habitantes de Yushu para compensar la subida del precio de los productos básicos». Pero el primer ministro sabía que todo el país esperaba una solución al principal problema de China, así que del ejemplo concreto pasó a la generalidad. «Creo que con nuestros esfuerzos podemos mantener los precios a un nivel razonable. Como líder del Gobierno, tengo la responsabilidad y también tengo la confianza», aseguró.
No en vano, el Banco de China aumentó el día anterior los tipos de interés en un cuarto de punto, una medida necesaria para combatir la especulación que infla burbujas financieras e inmobiliarias. Pero, como dejó claro otro oyente, el precio de la vivienda sigue suponiendo un quebradero de cabeza para la mayoría de jóvenes. «El año pasado prometí a los ciudadanos chinos que haría todo lo posible por mantener los precios en un ámbito razonable y no cejaré en mi objetivo», respondió Wen.
En 2011, China construirá 10 millones de viviendas de protección oficial, casi el doble que el año que acaba. Pero ni siquiera eso será suficiente, y el primer ministro es consciente de ello. A los recién licenciados y a los emigrantes rurales les aconsejó que alquilen. «Eso sí, tenemos que asegurarnos de que las condiciones de vida son dignas y los alquileres razonables».
Pero no todo iba a ser poner contra las cuerdas al 'abuelo Wen', como se conoce en China a la cara amable del régimen. En el programa de radio también hubo espacio para propaganda poco subliminal. El primer oyente que tomó la palabra fue un superviviente del terremoto que dejó 80.000 muertos en Sichuan en 2008. El propio Wen visitó su pueblo, Donhekou, un año después, y ahora el hombre asegura haberse mudado a una casa en la que su familia disfruta de cuatro habitaciones. El primer ministro aprovechó para mostrar su alegría porque no faltará comida en la celebración del Año Nuevo.
Aunque muchos consideran el gesto de Wen como un importante paso hacia la consecución de un Gobierno transparente que dé respuesta a las necesidades de sus ciudadanos, lo que el Partido Comunista considera una democracia de características chinas, no faltan las críticas por la vaguedad de las promesas. Porque, como apunta una residente de Shanghai, «siempre dicen que tienen los precios bajo control, y todo está disparado desde hace años».

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