lunes, 31 de octubre de 2011

De reporteros intercambiables y periodistas imprescindibles / Sandro Mairata *

Quiero animar a todos los estudiantes e interesados en el periodismo que leen estos posts a que tomen en serio el trabajo en sus redacciones con un añadido personal: Denle sentido de carrera. Repito para que no lo pasen como dato inútil: Incorporen una proyección al puesto periodístico que ahora tienen, intenten descubrir cuál es su camino. Denle sentido a sus carreras y mientras antes sea, mejor.

He envidiado a quienes descubrieron su vocación temprano. Hay periodistas que a los 16 ya estaban seguros de que lo suyo era de por vida. A los 26 entonces ya eran veteranos. Brian Stelter a sus 22 años recién se había graduado de Towson University y ya estaba contratado por el New York Times. Yo a esa misma edad andaba convertido en un bobalicón practicante decepcionado de haberle dedicado años a estudiar traducción y vivía esperando saber qué sería de mí.

Liz Davies, que se graduó este año con los más altos honores de mi promoción, tenía 22 años también. No tengo ganas de crearle presiones innecesarias a nadie, lo que importa es que no debemos dejarnos aplastar por el paso de horas, días y cierres. Hay un camino en el periodismo. Es posible recorrerlo. Pregúntenle a los que lo lograron. Pregunten a los que estamos en pleno trayecto; si en algo puedo ayudarlos, aquí estoy.

Parte de eso consiste en exigirse. Ser distintos. Y no firmar nada de lo que no estén satisfechos (créanme, “satisfechos” basta para dormir tranquilos; “orgullosos” puede ser a la larga aún más frustrante, cuando revisas con estupor aquello que pensabas que era un gran trabajo y los años lo han convertido en una buena mierda). Si logramos que nuestra voz dentro de una reunión editorial sea distinguida, si no le tenemos miedo a discutirle al plomazo que hay en todo equipo –ese ser mediocre que solo apuesta a seguro, que mantiene bajas las varas de los estándares solo para poderse ir a casa temprano– podremos aspirar a pasar de reporteros intercambiables a periodistas imprescindibles, y es ahí donde se empiezan a dejar las huellas.

Conozco tantos casos donde pareciera que la presea ideal es llegar a editor de algo, de lo que sea. Muchos periodistas ansían ser editores solo por la satisfacción del poder relativo que viene de ser jefe de sus pares. La verdad, se los digo, no siempre la satisfacción profesional está en ese cargo. Claro que el sueldo motiva, pero sucede algo similar a los fotógrafos cuando se les “premia” con un cargo editorial. Te cortan las alas. Te sentaron al escritorio no solo para escribir, sino para vivir asfixiado.

Después de probar unos meses, un par de años en la experiencia de los medios, vale preguntarse, muy bien ¿qué me gustaría hacer? ¿National Geographic? ¿CNN? Bueno pues, ¿cómo se llega? Y todas las intenciones deben confluir hacia ese norte. Siempre habrá los descreídos, los burlones, los que prefieren unas cervezas en la cantina al trabajo extra.
Uno decide.

Los proyectos están ahí esperando a ser descubiertos, como reliquias ocultas en un desierto. Puedes optar caminarles por encima o detenerte a excavar.

La satisfacción real viene cuando compruebas que soñaste algo y lo conseguiste. Que te embarcaste en un proyecto que hoy te da de comer y que inspira a otros a hacer algo similar. No todos nacimos con dinero y conexiones.

Por estos días sí, tengo una maestría en Columbia, pero ando endeudado con medio planeta y tengo una reducida capacidad de ahorro porque reinicié mi vida profesional, y le repago las deudas a instituciones y amigos. En el mercado de Estados Unidos he debido de volver a practicante después de una década de trabajar en Perú. Y no tengo sino mi esfuerzo y el apoyo de los que creen en mí. Créanme que es posible.

Avanzaré hasta después del recuerdo de mi graduación para decirles que me quedan montones de aciertos y equívocos de lo vivido, seguidos de un punto y aparte.
Siempre se sigue aprendiendo. 

(*) Periodista

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