domingo, 15 de abril de 2012

La voz que narró el momento de la Transición española / Julio Miravalls

El peso de la fama ha de ser una carga difícil y la televisión es fabricante de famas antes que prestigios o cualquier otra cosa. Y más, en aquellos tiempos, cuando la Televisión era la única y apenas un reducido elenco de rostros en blanco y negro, a los que conocíamos con nombre y apellidos, entraba cada día en las casas de todos, como parte de la familia. De todas y cada una de las familias.

A Pedro Macía, hombros anchos, cabeza grande, pelo exuberante, ojos claros y voz rotunda, la fama de años pioneros en "la mejor televisión de España" le arrojó sobre la espalda una carga extraña y difícil, en un momento crucial de nuestra historia.

El 20 de noviembre de 1975, la voz de Macía, profesionalmente impostada en un tono de riguroso relato, empezó a narrar -y lo hizo durante horas y horas- aquella ceremonia de la confusión y el desconcierto que fue el paso de miles de españoles (quizás fueron cientos de miles) por la capilla ardiente de Franco.

El 22 de noviembre, 48 horas después, fue la misma voz y la misma serena profesionalidad para narrar la coronación del Rey Juan Carlos. Macía fue el hombre que nos contó, sin decirlo, que había ocurrido la transición y España seguía adelante su camino.

El transcurrir de los años no impidió que aquel momento fueran asunto recurrente en las conversaciones con Pedro Macía. La enorme carga simbólica de lo que en cierto modo fue su momento profesional culminante (tenía entonces 31 años) resultó a los ojos de muchos un estigma que le marcó como hombre "del antiguo régimen".

Él mismo explicó a veces que su papel luego, como director de Telediario de la noche, era una manera de sugerir "calma y continuidad" a ciertos sectores, mientras las noticias convulsas del día podían incluir sacudidas como las llegadas a España de Santiago Carrillo y La Pasionaria, o la legalización del Partido Comunista.

Mi relación con él no fue profesional (salvo una vez, que intentamos, junto con otro amigo, comprar una revista) sino que lo he conocido y tratado en el ámbito lúdico de un equipo de baloncesto de periodistas. Pero han sido 30 años y muchas partidas de mus (mi compañero habitual) para forjar una relación entrañable y conocerlo bien. 30 años de oírle contar anécdotas, chascarrillos divertidos e historias asombrosas de aquella vieja televisión artesanal que moldeó el embrión de la España moderna, espejo de nuestros miedos, envidias y vanidades.

Supongo que Pedro Macia debería haber escrito en los últimos años una divertida e instructiva serie de libros de 'Historias de la tele'. O recorrer las facultades de periodismo e imagen para explicar desde la semiótica del lenguaje informativo audiovisual, hasta cómo se fija un tiro de cámara académico, pasando por cómo se hace la respiración correcta y la dicción para hablar con absoluta claridad ante un micrófono...

Pero le tocó el papel de ser uno de los 'fusibles' de la Transición. No se quejaba de eso. Más bien, puedo imaginarlo, sentencioso y con retranca de vieja escuela, replicar a la idea con una reverencia y una sonrisa irónica: "España y yo somos así, señora...". Y luego añadiría un chiste verde.

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