MADRID.- Quien haya leído el sábado El País, se habrá percatado de que la
mayoría de las informaciones no tienen firma, algo sorprendente dada la
relevancia personal de la mayoría de los redactores del periódico. Los
más avisados ya saben que esta ausencia es fruto deliberado de la
presión que ejerce la plantilla del periódico sobre la propiedad y la
gerencia ante el ERE brutal que se prepara, que prescindirá de la
tercera parte de los empleados mediante la indemnización mínima que
prevé la reforma laboral. Además, la empresa quiere reducir un 15% el salario de los que se queden.
Desde hace unos pocos días, circula también por la Red la carta que
el Comité de Empresa del periódico dirige a sus lectores. En ella, los
trabajadores de El País explican sus argumentos, que hacen inexplicable la política de la empresa:
"EL PAÍS ha tenido 2,8 millones de beneficios en los seis primeros
meses de 2012 y tiene previsto ganar 1,8 millones a finales de año. La
empresa justifica los despidos en la disminución de ingresos. Cuando
Cebrián nos anunció el ERE, los trabajadores propusimos asumir las
pérdidas de este año y las previstas en 2013 reduciendo nuestros
salarios, siempre que la negociación se hiciera sin despidos encima de
la mesa. Por tres veces le pedimos que no pusiese en marcha el ERE
sin antes estudiar con el Comité de Empresa medidas alternativas. Y por
tres veces rechazó esta posibilidad".
"En aquella mesa se nos dijo que tenemos una estructura de costes
inviable, que hemos vivido demasiado bien y que somos viejos. Nos lo
decía Cebrián, un señor de 68 años que cobró 13 millones de euros en
2011. La dirección de Prisa trata de hacer creer a la opinión pública
que el problema son nuestros sueldos, no los de los directivos. El coste
medio de los 54 miembros de la alta dirección que están fuera del
convenio colectivo es de 209.000 euros".
Juan Luis Cebrián puso en pie El País,
que fue un pilar incuestionable de la construcción democrática de este
país, y tras situar el periódico a la cabeza del sistema mediático,
decidió pasar a la gestión, junto al patriarca de la empresa, Jesús
Polanco, hábil empresario procedente de la industria editorial.
Con Polanco en decadencia, Cebrián tomó las riendas de la compañía en los años 2000 con resultado desastroso. Después
de la absorción de Vía Digital, que le suponía conquistar el monopolio
de la televisión de pago, lanzó dos OPAs en 2006 y 2007 sobre el 100% de
las acciones que resultó absurda y ruinosa. El fuerte endeudamiento
del grupo Prisa fue letal, y la crisis terminó de postrarlo: tuvo que
desprenderse de Cuatro y que clausurar CNN+.
La mala gestión ha deteriorado los activos más valiosos del grupo, El País y
la SER, y el holding otrora ejemplar está hoy en manos de los bancos.
Pese a ello, y a la situación decrépita de las compañías, el
periodista Cebrián es uno de los empresarios que mayores ingresos
mantiene, lo que le ha proporcionado un tren de vida de verdadero
escándalo.
El progresista de antaño, que aleccionaba a toda la clase política
sobre la vigencia de los grandes valores morales de la democracia, echa
hoy sin contemplaciones a sus antiguos colegas con argumentos que no se
atreverían a utilizar los empresarios más conservadores y
tradicionales.
Infortunadamente, el hundimiento de Prisa es una mala noticia para
este país, cuyo sistema mediático saldrá muy menguado de la terrible
crisis. Lo que no impide que haya irritación por el modo absurdo en que
un gran imperio de la comunicación ha sido frívolamente arrojado por la
borda.
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