Nunca el periodismo, considerado como una profesión multidisciplinar
que abarca tantas especialidades y toca tantas sensibilidades, había
sufrido en sus carnes un ataque tan feroz, tan injusto, tan
desproporcionado como el que padece hoy día. No me refiero exactamente a
los medios de comunicación, que también (y de eso quiero hablar), sino
especialmente a quienes los producen, los imaginan, los crean. Hablo de
periodistas, informadores, productores, cámaras, realizadores, técnicos.
Me refiero a las personas que integran uno de los colectivos de los que
más se habla, se cuestiona, se discute y se critica.
El lector
argumentará, con toda la razón del mundo, que al periodismo le ocurre
como al resto de las profesiones y que no tiene por qué ser una
excepción en la consideración de la crisis por la que atraviesa. A todos
los sectores y colectivos, sin excepción, los están destrozando, pero
nosotros, la profesión que más se mira al espejo, vamos más a lo
nuestro, cuando en realidad, si hubiera unión y solidaridad auténtica,
habría que predicar a favor de los demás; de los trabajadores a los que
también echan despiadadamente; a favor de los pequeños y medianos
empresarios que están soportando lo peor de la crisis y nadie les
defiende. A favor de la clase media, en todas sus variantes de estatus
sociales, que ven cómo se degrada su modo de vida, cómo se pierden sus
derechos sociales. Tendríamos que exigir el cese inmediato de la
política de ajuste y asfixia de este gobierno que lo encarece todo, que
aumenta el paro, que nos ha hecho abandonar el club de los países
modernos. Pero, sobre todas las cosas, tendríamos que hacer lo imposible
por detener la cascada imparable de cierre de medios de comunicación,
porque sin ellos los periodistas no somos nada.
Pensemos en que la
fuerza del periodismo está en los medios. Un periodista en sí mismo es
un francotirador de la información sin grandes posibilidades de éxito
real en sus andanadas. Ni el más brillante de los periodistas tiene la
fuerza que tiene el medio en el que ejerce. No ocurre igual en otras
profesiones. El médico se vale por sí mismo para el ejercicio pleno de
su especialidad. Y el abogado, el profesor, el fontanero, el filósofo,
el decorador, el pintor, el arquitecto, el ingeniero. Pero no el
periodista ni algunos otros profesionales que deben trabajar siempre en
equipo.
El valor del periodista radica en el equipo del que forma
parte, que lo refuerza y da valor a su trabajo, como ocurre, por
ejemplo, con los futbolistas. Messi no sería el mejor jugador del mundo
si no estuviera integrado en un equipo como el Barça. Un periodista, en
solitario, puede ser brillante e influyente en su blog, pero no será
tenido en cuenta por los poderes públicos de la misma manera que lo
sería si su trabajo formara parte del contenido de una cabecera. En
cuanto al valor periodístico en las redes sociales está claro: es
disperso e ineficaz.
No confundamos Periodismo y Prensa. El
periodismo es el ejercicio de la profesión. La Prensa es el instrumento
social, la herramienta, de la opinión pública en su control del poder
establecido. Es preciso salvaguardar a toda costa la existencia de los
medios de comunicación. Periodistas somos bastantes. Y ahora más, con la
legión de indocumentados que brotan como chinches del twitter y del
facebook. Sin medios en los que reforzarnos, cuantos más periodistas
seamos más solos estaremos.
(*) Periodista profesional, afincado en la Costa del Sol desde 1967, aunque nació en Ceuta, donde inició sus tareas periodísticas
No hay comentarios:
Publicar un comentario