viernes, 19 de octubre de 2012

La profecía autocumplida de Cebrián / Manuel Rivas

Desde hace años, Juan Luis Cebrián lleva anunciando la muerte de los periódicos. En alguna ocasión llegó a decir que ya estaban muertos. Como en el caso de los malos adivinos, a fuerza de repetir una y otra vez su vaticinio, éste acaba por cumplirse. Todavía no llegamos a ese punto, pero, desde hoy, la premonición de Cebrián es un poco más cierta

El País ha presentado un ERE que supone 128 despidos, 21 prejubilaciones y una reducción salarial a toda la plantilla. Y lo peor no es esto. Lo peor es que, una vez más, se demuestra que el periodismo es una industria que afronta las crisis rebajando la calidad del producto. Menos periodistas, menos experimentados, peor pagados… Es una crisis que va más allá de la meramente económica, mucho más allá de la crisis publicitaria, incluso de la crisis del producto de la que hablaba Pepe Cervera en septiembre del año pasado, aunque tenga componentes de todas ellas.
Es una crisis derivada de una mala gestión empresarial, tanto económica como de personal y de recursos. También, aunque suene a tópico, hay una profunda crisis de valores que acaban con incongruencias como:
  • Oponerse formalmente a la reforma laboral y luego ceñirse a ella al pie de la letra (20 días por año trabajado y un máximo de 12 meses) para eliminar más de 100 puestos de trabajo.
  • Prejubilar a los mayores de 59 años cuando el consejero delegado de ese periódico (de nuevo Juan Luis Cebrián) tiene 67.
  • Rebajar el sueldo a toda la plantilla en 15 % mientras Cebrián cobra 8,2 millones de euros anuales. Cifra que en 2011 ascendió a 13 millones con bonus e incentivos.
Tengo cariño por El País, conozco a mucha gente que trabaja o trabajó allí, donde más aprendí de periodismo fue en su máster, admiré a Cebrián durante muchos años de mi vida. Hasta hoy, El País estaba gravemente herido por la crisis de la publicidad, la mala gestión empresarial y las temerarias declaraciones del presidente del Grupo Prisa. Desde hoy está agonizante y, para muchos, muerto tal y como lleva preconizando Cebrián desde hace años.
Estoy cansado. Estoy enfadado. Fue un bonito viaje. Lástima que sea por una vía muerta.


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