Los preclaros nuevos jefes del área de informativos de TVE han obligado a Vicente Romero a jubilarse ¡Ah! Qué insensatos. A este gran routier
de la crónica y del reportaje le han puesto a la fuerza unas gafas
negras para que su mirada ya no nos vuelva a llegar. Durante varias
décadas, Romero ha sido nuestros ojos. Gracias a él hemos podido
mirar el mundo sin salir de casa. Su mirada, siempre comprometida, no
era un vistazo embobado sobre los fastos de las celebrities mundiales.
En su mirada siempre había intención. Y siempre era a escala humana.
Desde que entró en TVE, en 1984, ha recorrido el planeta mostrándonos la Humanidad más olvidada. Para eso, para que no nos olvidemos más.
Recuerdo especialmente su crónica de la primera victoria de Obama. No pidió ir a Washington, a hacer bulto junto al rebaño de corresponsales que allí se agolpaban. Romero pidió ir a Dakota del Sur. Al paupérrimo apartheid
de la reserva de los indios sioux, que también estaban celebrando otras
elecciones, mucho más humildes: votaban a su jefe de tribu para los
próximos cuatro años. ¡Ah! Qué contraste el que consiguió informando en
la polvorienta y mísera reserva, frente a las brillantes pompas de la
contienda electoral estadounidense.
También recuerdo la lección que nos
deparó el día que entrevistó a la saharaui Aminatou Haidar. Tumbada en el suelo del aeropuerto de Lanzarote, esta mujer protestaba por la infame situación que sufre su pueblo. Vicente, y su inseparable compañero, el cámara Evaristo Canete, nos enseñaron cómo hay que entrevistar con respeto y dignidad: agachados, en el suelo, colocados a la altura de Aminatou, hicieron toda la entrevista mirándole a los ojos, en el mismo plano, en la misma horizontal. Fue una lección magistral.
Vicente Romero se despidió de nosotros en la madrugada del pasado miércoles. Desde Vietnam. Acompañado de su hijo Miguel (Buscamundos,
TVE-1), eligió ese lugar para cerrar su círculo personal, porque fue en
Vietnam donde hizo su primera crónica como corresponsal de guerra para
el diario Pueblo. Vicente contaba entonces veintipocos años de edad.
Anteayer nos comunicó: «Aquí empezó todo, y aquí parece que va a terminar. TVE ha decidido jubilarme obligatoriamente». ¡Ah! Qué miopía, qué barbaridad, prescindir de un periodista con este bagaje. Hicieron lo mismo, con Rosa María Calaf. Qué cafres. Desdeñan, eliminan, jubilan, el talento y la profesionalidad.
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