domingo, 30 de septiembre de 2012

Don Francisco Poveda Aranda

Falleció en Murcia (España) el pasado 15 de agosto, a la edad de 90 años
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D. E. P.


Su hijo, Francisco Poveda Navarro, periodista, ruega ahora una oración por su eterno descanso.


Una misa funeral en su memoria tendrá lugar el próximo jueves, 4 de octubre (festividad de San Francisco de Asís), a las SIETE Y MEDIA de la tarde (GMT+1), en la basílica de Santa María del Mar, en Alicante, España y, a quienes asistan o le dediquen ese día una plegaria, les muestra de antemano su más sincero agradecimiento.

Alicante, 30 de septiembre de 2012

Jon Lee Anderson: «El periodista no puede abandonar su condición humana jamás»


MADRID.- Acaba de llegar de Londres con una hora menos en la muñeca y cierto cansancio leve en los párpados. Jon Lee Anderson es un hombre alto y guapo nacido en Long Beach, California, en 1957, aunque como le gusta recordar fue concebido en El Salvador. Viste de manera informal, mira a los ojos cuando habla, pero sin intimidar al interlocutor, y da la mano con cordialidad, sin apretar más de la cuenta ni dejar la mano flácida. Lo entrevista 'Abc', de Madrid.

Habla un español cálido lleno de matices y expresiones latinoamericanas. El nomadismo se inscribió en sus genes gracias a que su padre, experto en agronomía, y su madre, escritora, le expusieron desde niño al contacto con el mundo. Lo cuenta en el prólogo a «La herencia colonial y otras maldiciones», recopilación de crónicas africanas aparecidas en «The New Yorker» de la que no hay libro en inglés (lo ha compuesto a petición de la editorial Sexto Piso): «Nací en Norteamérica, pasé mi infancia en Asia, la adolescencia en Europa y mis primeros años de adulto en América Latina. Todos estos continentes fueron cruciales en mi proceso de crecimiento, pero ninguno me conmovió tanto como África, donde viví un año durante mi adolescencia, una experiencia que me dejó hechizado para siempre».
Reportero de «The New Yorker», seguramente la mejor revista del mundo para los cultivadores del reportaje, y profesor de la garciamarqueciana Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericana (FNPI) en Cartagena de Indias, algunos le han rebautizado como «heredero de Kapuscinski». Ha cubierto guerras y conflictos en casi todos los continentes, las últimas en Afganistán, Irak, Libia... Entre sus libros destacan «Che Guevara. Una vida revolucionaria»; «El dictador, los demonios y otras crónicas», y «La caída de Bagdad». Para quien ame el periodismo y el reportaje, Jon Lee, como le llaman quienes más le quieren, es un maestro, no en vano asegura: «El periodista no puede abandonar su condición humana jamás».

—En el prólogo a La herencia colonial y otras maldiciones dice que el año de su adolescencia que pasó en Liberia le dejó una huella imborrable. Más tarde volvería como reportero, pero se dio cuenta que la África que había conocido había desaparecido para siempre. ¿En qué cambió? ¿Qué añora?
—En parte es el África de mis sueños de niño, y si bien no era del así, lo cierto es que llegué a África con 13 años, y era todavía la África del siglo XIX, de las selvas vírgenes, de grandes selvas y bosques sin destruir, asentamientos humanos más o menos como Dios visualizó. Esa era el África que yo quería ver. Y claro, cuando llegué a los 13 años en los años setenta parte de esa África todavía estaba ahí como para que yo me sintiera a gusto. Entonces recorrí entonces bastante del continente. Cuando volví a África en el año 1986 como reportero ya era otra África. Aunque había habido procesos muy violentos desde los años sesenta no se habían extendido por todo el continente. Todavía no se había abrasado en esa carnicería humana que hubo entre los años setenta y ochenta. Fue un gran arco entre el 71 y el 86 con el fin de todas las grandes guerras coloniales del sur, de Angola, de Mozambique, de Zimbabue. Hubo una explosión demográfica, y por primera vez se desató la emigración del campo a la ciudad. Ya había grandes barriadas pobres en torno a las ciudades. Y esta nueva especie de ser humano: la persona pobre que vive en la ciudad. Esa es una cosa que verdaderamente se dio en mi juventud y cuando volví me di cuenta de que había otro aire en África. Lo que cambió de forma radical fue mi sueño de vivir en África. De alguna forma, desde los 13 o 14 años siempre quise había querido vivir en África, y cuando volví a los treinta me di cuenta de que era el sueño de un blanco, que era un sueño desvencijado, que ya no se podía hacer realidad, que ya era la hora de los africanos. No era ni podía ser saludable para mí.
—¿No hay un cierto peligro en esa nostalgia? Porque cuando hablas con algunos africanos tienen nostalgia de cuando los europeos estaban ahí, hay africanos que dicen ‘ojalá volviéramos a ser colonia’. Hay algo terrible en esa conclusión, porque algunos dictadores han sido en muchos casos peores para sus compatriotas que muchos colonizadores.
—Sí, es terrible. Y por eso lo encaro de frente, en el prólogo, reconozco que algo de eso es una ilusión de niño. Hasta años recientes no me di cuenta de cómo la historia de África fue mediada e interpretada por blancos y europeos colonialistas hasta hace muy poco.
—Los periodistas contamos historias que despiertan la mala conciencia de Occidente para atender a las víctimas mientras gobiernos corruptos, como los de Angola o Sudán, destinan cantidades ingentes a armarse o a comprar voluntades y enriquecerse. ¿No estaremos, con la mejor de las intenciones, alimentando una noria infernal? ¿No ha hecho que en más de una ocasión se haya planteado su papel como periodista?
—Pero nosotros no podemos ser los culpables de todo. Todos nos echan la culpa a nosotros. Somos los mensajeros de Roma. En el año 86 me topé con una matanza en Uganda y estaba con un amigo fotógrafo, y éramos los únicos testigos de esa masacre. No eran millones, ni centenares de miles, pero sí cientos de personas. No pudimos ni vender esa historia Associated Press. A nadie le interesó. Pasaron olímpicamente de ellos. Los dos nos quedamos traumatizados porque habíamos presenciado la muerte de mucha gente. Acaban de irse los agresores. Encontramos a una anciana desnuda muriéndose de inanición. De hecho murió poco después. Encontramos a gente, a los supervivientes, que se encontraban con sus hermanos muertos a tiros y a golpes de machete, y a nadie le interesó. Dos cosas ocurrieron sin que lo cambiaron todo. Hasta que Mandela salió de prisión (noticia buena) y hubo el genocidio Ruanda (noticia mala) el mundo no empezó a percatarse de la importancia de África. Neuróticamente siempre estaba el temor de que cualquier brote de violencia étnica se convirtiera en un nuevo genocidio. La relación del resto del mundo con África es de naturaleza neurótica, y por buenos motivos. Porque comenzó mal. Soy consciente de no querer hacer ninguna aportación más a la caricatura, al estereotipo de África que hay en Occidente. El perfil que hice de Charles Taylor [la crónica que abre el libro, Carta desde Liberia. El diablo conocido] pudiera parecer en parte una caricatura, pero era la realidad. En cierto modo era una deuda que yo tenía contraída con Liberia, de un país con estaba muy encariñado, y cuyo proceso había seguido. Pero he tratado de evitar la llamada de acudir cada vez que surgía el dictador exótico de turno. Nosotros los periodistas no somos los culpables de que Mugabe y al Bashir [el presidente sudanés] se hayan armado a causa de la conmoción social que hayan causado nuestras notas. En todo caso los responsables son ellos mismos y nuestros políticos, y nuestras políticas.
—¿Es distinto el papel del testigo y el del periodista?
—Sí. [Pausa]. Sí. En África quizá más que en cualquier otro continente el periodista va a darse cuenta de que es al mismo tiempo testigo de la historia y de situaciones humanitarias de primer orden. El periodista tiene que tener muy claro cuál es su papel en ese momento: que es ser humano y periodista a la vez. No puede abandonar su condición humana jamás. Cualquier que ha andado por África sabe perfectamente de qué estoy hablando: va a encontrarse con situaciones en las que hay personas muriéndose delante de sus ojos, por una matanza o por falta de comida, y va a sentirse retado, desafiado en todos los sentidos. Yo lo tengo muy claro: un periodista tiene que hacer lo que pueda cuando se trata de una situación desesperada. Primero tiene que comportarse como una persona, y luego como un periodista. Si luego logra sacar una historia, genial, pero su primera prioridad es ayudar a las personas en peligro. No sé si eso responde a su pregunta.
—¿Considera el reportaje, la crónica, a lo que lleva años dedicándose, como la mejor forma de contar la realidad?
—Sí, sí. Nunca fui reportero de diario, nunca tuve esa escuela, y creo que hay una gran virtud en quienes lo hacen. Yo que ahora tengo el blog y Twitter, que utilizo para hacer hincapié en cosas diarias, cotidianas, me gusta. Pero lo que me brota de las entrañas, donde está el arte, donde ojalá esté el arte, es en la crónica, la cosa escrita, y poder masticarlo durante horas, días o semanas y poder contar algo que influya en la realidad y que la gente recuerde después, quizá muchos años después –ojalá- y que sirva de historia canónica, en el mejor de los casos. Ojalá.
—Sin embargo he visto en sus crónicas, en este libro y en otros, y no sé si es cosa tuya o del New Yorker, que ha tratado de evitar siempre caer en la literatura. Los cronistas latinoamericanos creo que se mueven con mayor facilidad…
—Entre la ficción y la no ficción…
—No, no estoy hablando de ficción. Cronistas como Leila Guerriero, que tienen una fidelidad absoluta a los hechos, pero que dejar entrar más la literatura. Y en sus crónicas me parece que hay un intento siempre de reducir al máximo…
—Pero explica eso, cómo es lo de entrar en la literatura… ¿Cómo se define esa alquimia?
—Que en su caso hay un respeto tan estricto por los hechos, un despojamiento, que le lleva a eliminar los adjetivos al máximo, a buscar la descripción más despojada, y aunque hay crónicas en primera persona la sensación es la de tratar de desaparecer de la crónica, de estar, pero que parezca que no está. No sé si es una imposición del New Yorker o es una decisión propia. Son crónicas bien escritas, pero en las que hay una voluntad de evitar cierta inclinación excesiva por la literatura. Pesan siempre más los hechos, los datos bien escritos, pero tratando de evitar cualquier desliz lírico.
—Sí, en parte es la escuela del New Yorker, que al mismo tiempo es la mía. Es decir, no sé qué fue primero si el huevo o la gallina. Para responder de otra forma, cuando yo destripé mis crónicas de Bagdad para armar el libro La caída de Bagdad, para que fuera una historia, una narrativa, volví a repasar mis notas, mis primeros borradores, fue un trabajo difícil, nunca había hecho eso. Volver a destripar algo ya escrito, algo ya publicado, no es fácil. Hasta lo veo como una cosa ajena. Y agregué algunas cosas que habían quedado en el tintero, o que habían sido eliminadas, pero muy pocas. Algunas que entrarían en el terreno al que se refiere. La descripción de más. Pero me detuve ante otras y opté por no incluirlas. Porque sí hay algo quizá sea un intento de no ser demasiado estético, buscar algo que en realidad necesita ser entendido bajo otra óptica. No, esto no es literatura, esto es otra realidad. Yo lo voy a captar, y tú vas a tragar esto sin adorno de ningún tipo, y además sin demasiados trucos literarios. Quiero que lo devores tal cual, y ojalá, con las técnicas que tengo, o con los personajes que he encontrado, o con alguna que otra descripción, que es donde yo me permito doy el lujo de hacerlo, casi siempre al principio, para que no puedas dejar de leer. No siempre. Y ahí suele ir también mi juicio. Pero en realidad no lo sé. Hay algunas piezas que son más descriptivas que otras, y uno tiene que limitarse. La primera vez que me enfrenté a ese desafío, y fue un gran cambio, ocurrió entre Guerrillas, un libro que era muy descriptivo, que era una descripción narrativa del mundo de la insurgencia, y la biografía del Che Guevara. Yo no me permití las libertades que me había tomado en Guerrillas cuando escribí la biografía del Che. Fue un libro intencionadamente mucho más seco. Hubiera querido describir más los ambientes, pero me detuve ante la necesidad de centrarme en los datos de su vida, para placer de unos y disgusto de otros. Pero fue una decisión perfectamente consciente.
—¿Por qué han dejado los periodistas de hacer las preguntas pertinentes, como las que le hizo Gavin Hayman, de Global Witness, al gobierno angoleño? Si el petróleo le proporciona de tres mil a cinco mil millones de dólares al año, ¿por qué no puede alimentar, proteger y educar a su pueblo? ¿Es así? ¿Han dejado los periodistas de hacer preguntas incómodas, y no solo en África, sino al poder en general?
—Yo lo llamaría el síndrome de la Casa Blanca. Si te destinan como corresponsal en Washington –y me imagino que es lo mismo en La Moncloa- tú tienes que ponerte en la lista de los corresponsales que tienen acceso a la Casa Blanca. Ahí hay todo un protocolo. Luego sale el hombre y tú tomas notas. Luego están las posibilidades que tú tengas de entrevistarte con el hombre, con el presidente, o con los portavoces entre bambalinas. O que seas beneficiado por sus filtraciones. Pero si tú de pronto comienzas a ser crítico no te van a seguir filtrando noticias, no vas a entrar en los círculos del poder, a las copas después de la conferencia de prensa. En general hay un síndrome que se crea alrededor de todos los centros de poder y es que los hombres y mujeres que lo cubren tienden a atomizarse y a convertirse en cortesanos del poder. Es algo muy normal. Y por eso nosotros, el público, los ciudadanos, no estamos bien servidos por los periodistas que están destacados en los principales centros del poder. Y es cierto que han dejado de hacer las preguntas difíciles. Cuando vi a Ahmadineyad en el programa de Larry King en la CNN me pareció repugnante.
—¿Y cómo hace cuando tiene que hacerle preguntas incómodas a figuras como la ex esposa de Charles Taylor, o Prince Johnson [el líder guerrillero liberiano que torturó hasta la muerte al presidente Doe]? ¿Cómo mide hasta dónde puede llegar para no desatar la ira o para que no se plieguen y se callen?
—Yo no soy agresivo. A veces me pierde el genio, me ocurre a veces, pero en general soy diplomático, porque quiero llegar al mero mero, y que me cuente, sopesarlo, olerlo, y luego describirlo. Con Prince Johnson yo fui a verlo porque era senador, pero también porque era un magnicida, había torturado a un presidente hasta la muerte y yo sabía que iba a tener que preguntarle sobre eso, y usé el tacto al principio, pero comencé a hacerle las preguntas hasta que lo fui arrinconando y cuando se dio cuenta se puso furioso [se ríe cuando lo cuenta]. Pero había que hacerlo. Cuando lo hice con Taylor mismo se rió.
—¿Cómo de diferente ha sido la herencia colonial de maldita para las antiguas colonias belgas, alemanas, británicas, francesas, portuguesas, italianas y españolas? ¿Todas han sido igual de malas o hay grados? Es una pregunta para un ensayo.
—Yo no creo que el colonialismo como tal necesariamente fue un engendro del mal. Hay que retrotraernos a esa época. Los seres humanos eran distintos. Había una época en que los ingleses eran negreros y luego se dieron cuenta de que era algo infame lo que estaban haciendo, y se pusieron a fiscalizar a los demás, como buenos ingleses. El mundo árabe jamás ha recapacitado sobre su pasado y su gran papel en lo que es la esclavitud, su relación con la servidumbre hoy en día. Todavía es muy palpable la relación del esclavista con el esclavo.
—En los Emiratos, incluso.
—Sí. Es muy notorio, mientras que uno no lo ve en otras sociedades. Sí, eso daría para un ensayo. Los ingleses tenían una virtud: en que dejaron infraestructuras, cívicas y burocráticas, y dejaron gente con educación. Sobre todo comparándolos con los portugueses, que dejaron Angola con tres titulados universitarios, con una mano delante y otra detrás, y fueron muy feroces en no querer irse, mataron y mataron. Los ingleses también mataron, pero no en todos los sitios: en Kenia se portaron muy mal. Los franceses se portaron de forma pésima en Argelia, y actuaron con despecho, a la hora de abandonar África. De hecho no creo que podamos incluir a los franceses, porque nunca descolonizaron.
—Todavía están ahí. Como en Chad.
—Los cuarteles de la Legión Extranjera francesa están por toda África, y en el 58 De Gaulle recorrió todos los países francófonos y fue a decirles: ‘o se quedan con nosotros o se quedan fuera, y todos se quedaron menos Guinea [Conakry] y con un gran coste para ellos. Los franceses de los años sesenta se portaron tan mal con los guineanos, como con los haitianos después de la independencia. Con una especie de crueldad y despecho particularmente francés. No quiere decir que otras nacionalidades no sean crueles ni puedan actuar con despecho, pero hay un despecho francés muy obvio en Indochina, en Argelia, en Guinea, en Haití. Los alemanes apenas tuvieron Namibia y Tanzania. Los españoles con su Guinea, sus punticos ahí en Marruecos, más o menos a la par con Portugal. Pues eran países de cuartel, eran países militares durante toda esa época.
—¿Fue muy distinta la colonización de América Latina de África, tal vez por la duración?
—No sé. Lo interesante sin embargo, y esto va más allá de África, yo me di cuenta el otro día de que los ingleses nunca se mezclaron. Estuvieron trescientos años en la India, y ¿dónde están los angloindios, dónde está la clases criolla o mestiza, mezcla de India e Inglaterra? A veces se ponen difíciles cuando se lo dices, y responden que claro que hay, y cuándo les preguntas son tres gatos. En comparación los portugueses y los españoles, con todas sus flaquezas como colonizadores, se mezclaron con los negros y los indios, y se creó una raza nueva. Las América es justamente un continente en efervescencia racial y social por eso. Los ingleses son como esos pájaros, los cucos, que ocupan el nido de otro. Hay tres millones de ingleses viviendo en Francia, pero ocupan sus aldeas y adoptan el atuendo francés, el vino, el queso, todo lo francés, pero sin el francés, y viven ahí en medio, y no aprenden el idioma, y se portan con ostentación. Que es una cosa muy curiosa y propia de ellos. Los americanos tendrá también su vaina.
—¿Qué le parecieron las iniciativas de WiliLeaks y el comportamiento de grandes medios que las difundieron después de tratar en diverso grado esos materiales?
Primero lo recibieron con interés y después le dieron la espalda. Me ha parecido poco honesta esa actitud...
—¿La de los medios?
—La de los medios, y creo que cada cual ha escogido un motivo para darle la espalda a Assange o a Wikileaks como fenómeno, sean sus problemas sexuales o el hecho de que delatara a informadores en Afganistán. Cierto que hubo errores por parte de Wikileaks, sin duda, pero no me cabe ninguna duda de que durante un año, quizá más, los grandes medios del mundo se habían convertido en grandes receptáculos para las filtraciones de Wikileaks. Se valieron mucho de ello, y en general todo lo que salió es algo que yo quería saber. No tenía ningún problema ético con eso. Ahora, creo que hay un límite y no sé si Assange y Wikileaks han sobrepasado ese límite. Nunca me quedó claro si lo que hacía Wikileaks era periodismo, aunque creo que no. Yo creo que hay un debate válido en torno a eso y tiene que seguir. Se ha vuelto muy turbio y gira alrededor de su personalidad, y no creo que sea saludable.
—Siempre trata, y creo que eso forma parte del estilo de la prensa estadounidense y en concreto del New Yorker, de dejar al margen sus opiniones, pero en un momento de reportaje sobre Guinea Conakry parece como si sintiera la necesidad de dejar claro que había que poner un contrapunto para evitar equívocos.
—Sí, porque eran surreales las circunstancias en las que yo llegué a Conakry. Tenía acceso directo a él, [Moussa] Dadis [Camara, capitán], y no era un hombre normal, se portaba de una forma muy violenta y era obvio que habían cometido esta matanza [en el estadio de Conakry, el 28 de septiembre de 2009, en el que murieron a manos del ejército 156 personas] y la querían encubrir, y algunas cosas eran un insulto a la inteligencia.
—Pero parece que es algo que intenta evitar siempre, hasta que llega un momento en que se dice ‘hasta aquí hemos llegado...’
—Sí, intento evitarlo. También lo dejo bastante claro con Taylor, que estoy con un hombre malo. Pero en general trato de seguir la norma de que a buen entendedor sobran palabras.
—¿Cómo es su trabajo para el New Yorker, la forma de plantear los reportajes, los plantea usted o son ellos?
—Es un poco así. Ahorita ando con una lista de nueve cosas que me pidió para ir viendo qué es lo que tengo en mente, y cómo puedo ir toreando con el editor en jefe y qué es lo que me gustaría hacer. Hay una suerte de categorías. Yo soy veterano, pero no pido siempre hacer lo que más deseo. He cubierto Siria, reconozco la importancia editorial de ese conflicto, y estoy ahí en línea para la próxima, aunque a mí no me brote de las entrañas el deseo de ir. Hasta cierto punto eso tiene prioridad sobre todo lo demás, porque es un agujero negro. Pero tanto [David] Remnick [el director de la revista] como Nick, mi editor, han pensado que tal vez convendría que me tomara un descanso de esos asuntos y trabajara sobre algunos de los temas que están en mi lista. Estamos ahí. Hay un perfil de torero español en el que estoy trabajando desde hace tiempo, pero todavía estoy pendiente de que salga la entrevista. Hay un par de historias grandes que me gustaría hacer, pero no sé si podré ahora. Está también el regreso a Irak cuando se cumplen diez años de la guerra. Pero en realidad son como géneros o tipos de historias. Algunos perfiles. Así funciona. Casi siempre es una especie de acuerdo mutuo. En 2011 iba a ser el año de mi gran regreso a América Latina y estalló la Primavera Árabe y recuerdo que habíamos hablado de escribir un perfil de un personaje latinoamericano, e iba a hacerlo en enero. Cuando estalló la Primavera Árabe y fui a Nueva York y Remnick dijo, ‘mira Jon, esto es como el cambio de la URSS’. Y tenía razón. ‘Escoge tú un sitio’, y escogí Libia. Tenía razón. Soy periodista, me gusta estar en el medio de las cosas, y también está en la sangre, y había vivido y reporteado toda la década anterior, y todo esta ligado. No sé puede desligar la Primavera Árabe de la invasión de Irak y Afganistán, están de una forma u otra todos enganchados en el mismo tren. Si me apartara de todo esto tal vez tendría una serie de crónicas o perfiles muy distintos que me gustaría hacer. De vez en cuando me doy un gusto. Hace tres años hice un perfil, una historia larga, sobre un gánster en Brasil, que fue tipo de cosas que me nace de las entrañas [dice en su rico español lleno de modismos originales] y que me gustaría hacer más a menudo. Pero he estado un poco colgado de la brocha de la coyuntura.
—¿Y los plazos de trabajo se han acortado un poco por culpa de la crisis o sigue habiendo un margen de semanas para trabajar en una historia?
—Sí, sí, se han recortado algo, también la extensión, algo. Pero yo todavía puedo tomarme dos meses si es necesario. Claro que cuando era Siria lo querían enseguida.
—En una ocasión, David Remnick comentó que tenía que dedicar el fin de semana a editar un reportaje suyo. ¿Cómo es ese trabajo del director, qué diálogos establecen él y usted y qué diferencia hay entre su primera versión y la que le devuelven?
—Hay un diálogo creativo. Uno trata de cuidarlo todo de tal forma que no lo cambien mucho. A veces sugiere el editor que lo que va en el centro debe ir en cabeza.
—¿Y a veces tiene razón?
—A veces tiene razón. No siempre. Me pregunta que qué me parece. Yo casi siempre digo que sí. Eso no cambia mucho en lo que es lo importante, el lenguaje creativo y la óptica de la pieza. No cambia. A veces nos peleamos por una pieza, pero eso ha ocurrido menos de cinco veces.
—¿Y qué tal es el diálogo con los fact checkers?
—Según el fact checker. Hay fact checkers que son buenos y otros que son como moscas cojoneras. Pero en general bien. Yo lo veo como un trabajo complementario. Es siempre un poco engorroso, pero qué se le va a hacer. Ya vivo con eso. Es una enseñanza que te obliga a llevar bien tu cuaderno de notas.
—Escribe el periodista Diego Salazar: «En la edición inglesa de La guerra del fútbol se afirmaba que Kapuscinski había sido amigo de Salvador Allende, El Che Guevara y Patrice Lumumba. Domoslawski [autor de una controvertida biografía titulada Kapuscinski non fiction], gracias al calendario, la hemeroteca, los testimonios de un buen amigo de Kapuscinski que sí conoció al Che y el periodista Jon Lee Anderson (a quien Kapuscinski dijo que eso era una invención del editor), demuestra que no hubo forma en que el encuentro y la relación tuvieran lugar». ¿Qué la pareció el libro de Domoslawski sobre Kapuscinski y ahora que se han calmado algo las aguas, cómo enjuicia los libros de Kapuscinski?
—Yo recuerdo que cuando me llamó Artur [Domoslawski] para pedir ayuda yo había hecho un comentario aquí en España diciendo que hubo ese atenuante. Pero sin querer violentar la imagen y el legado de Kapuscinski. Y él tampoco quiso entrar en eso. Yo le hablé con mucho cuidado. No lo he leído en español y no lo he leído en inglés. He leído trozos, porque no he tenido tiempo. Porque hace poco que me mandaron el libro en inglés. Pero antes de traducirlo la traductora me consultó algunos detalles y había algunos errores de precisión, creo que de traducción, ojalá. En todo caso me parece que lo que ha salido en inglés es cierto. Me reservo el juicio sobre el libro hasta que lo termine. Lo pienso leer, pronto. En general estoy dispuesto a creer que hizo lo que me dijo que iba a hacer, que era un libro justo, que si bien sacudía a su propio ídolo en su altar, con cierto dolor, que había una veneración, había un esfuerzo serio y maduro de definir a este hombre tan fascinante. Sin embargo he escuchado comentarios de algunos colegas que se le fue la mano detallando amoríos de Kapuscinski...
—A la viuda le sentó muy mal esa parte.
—Justamente, teniendo en cuenta que la viuda está viva, me parece quizás un exceso de su parte. No es fácil eso. Pero no creo que fuera necesario. Pero estoy especulando. Luego, si cambió mi forma de pensar sobre la obra de Kapuscinski, no. Sus libros son magníficos y viven por si mismos. Sobre todo El emperador, El Sha y Un día más con vida, las que creo que son sus grandes obras. Los demás son pedacitos. Los otros libros no están a la altura. Y las crónicas de La guerra del fútbol son anteriores, pero son crónicas, no es un libro. Ahora, yo siempre los he visto como obras de Kapuscinski. No me consta si son obras de ficción o no ficción, pero él narró un mundo que la primera vez que lo descubrí, en La guerra del fútbol, para mí fue una revelación, porque por primera vez me encontré con un hombre de una generación anterior que se había compenetrado con un mundo que yo conocía, que no era el mundo del centro sino de la periferia, en los trópicos, en la guerra, y no era blanco y negro.
—No era maniqueo.
—Exacto. Y sigo pensando así. En cuanto a él como persona parece que era algo inseguro, y no tenía por qué inventar. Creo que eso es una cosa polaca. Como Jerzy Kossinski que se hizo muy famoso en Estados Unidos donde se reinventó y acabó suicidándose porque le desenmascararon con un una serie de cosas que había dicho acerca de su vida.
—¿Qué le parece el vigor de la nueva crónica latinoamericana? ¿Cree que la influencia del New Yorker y el periodismo anglosajón en esa tendencia?
—Algo, sí. Todo viene por partes. Está la fundación que creó Gabo [La Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano, FNPI], que sirvió de catalizador para esa nueva generación de cronistas. El hecho de que yo y Alma [Guillermoprieto], también del New Yorker, tengamos algún vínculo [ambos son maestros de la FNPI] puede haber influido en nuestros alumnos, los que han hecho nuestros talleres, y tal vez contribuyeron a hacerse presentes en el imaginario latinoamericano desde hace unos quince años. Estas revistas [El Malpensante, Etiqueta Negra, Gatopardo...], con crónicas traducidas más o menos regularmente, creo que sí ayudaron a crear una escuela cuidadosa, porque no sé hasta qué punto eso sea científicamente cierto. Entre quienes asistieron a mis talleres sí puedo decir que hubo algo, porque yo trabajo para el New Yorker, mi método era destripar, diseccionar mis propias piezas, desmitificar el proceso New Yorker para mis alumnos. Y creo que Alma tenía un estilo propio. Eso ha tenido un efecto. Claro que ha habido otros periodistas, grandes y de otros países, que han llevado un trabajo intenso y continuo, como [Miguel Ángel] Bastenier, [Martín] Caparrós... con centenares de jóvenes. Y han sido enormemente importantes para ellos. Porque si en América Latina no había el sustento ni la economía convencionales lo que han tenido es un continente lleno de jóvenes de gran talento literario y periodístico con verdadera hambre de contar historias y con un mentor genial, García Márquez, que unía los dos mundos, y puso empeño en eso, y con su prestigio y el voluntarismo de otros se convirtió en una especie de bola de nieve. No creo que sea casual que sean casi todos antiguos alumnos de la Fundación los que han ido creando revistas de periodismo literario y de crónica en casi todos los países de América Latina, algunos impresos y otros digitales. Y no han mirado a Europa, sino al norte, a Estados Unidos.
—Esa es mi impresión, han mirado tanto a novelistas como periodistas del norte. Sus referencias son anglosajonas.
—Eso es cierto. Son más bien norteamericanos.
—¿Qué diferencias ve, a grandes rasgos, entre la mejor prensa estadounidense y la mejor prensa europea? ¿Hay una forma distinta de ver la realidad?
—Mi primera reacción es que es mejor prensa la norteamericana. Es más editorialista, más opinativa acá. Cuando uno piensa en el gran periodismo estadounidense tiende a pensar en el New York Times, que es un abárcalo todo, y que es bastante seco. Es bastante equilibrado aunque no es del todo tibio en sus aseveraciones. Al fin y al cabo no es tibio, tiene sus vetas, sus marcadas inclinaciones y formas, tiene sus ángulos. Pero no es tan explícito como la prensa europea en general. Yo tiendo a ver la prensa española e inglesa, por los idiomas. Algo de alemán (y no leo alemán, pero bueno) y estoy al tanto de lo que dicen en Francia y en Italia. Quizás The Economist sea un buen ejemplo de un medio que une las dos tendencias. Es bastante admirado y funcional, y además es rentable. Yo creo que porque logró hacer se puente entre Estados Unidos y el mundo anglófono, pero tiene mucha influencia fuera del mundo anglófono. Sus crónicas están cargadas de opinión, pero están escritas por alguien de inteligencia aguda, y aunque yo no comparto muchas de sus aseveraciones lo acepto. No son un insulto a la inteligencia. Pero en general la prensa europea tiene hacia lo tabloide, y la escuela norteamericana de periodismo no tiene respeto, a rasgos generales, por la prensa tabloide, a la que considera como falta de rigor.
—¿Está preocupado por el futuro del periodismo ante esta angustia que parece extenderse con internet?
—Si me siguen preguntado por ello voy a acabar preocupándome.
—¿Quién es Jon Lee Anderson?
[Se ríe] Ay, pues no sé. Un reportero un poco nómada entre culturas... Eh, no sé qué más decir.

24 recomendaciones de Jon Lee Anderson para contar una buena historia

1. La historia es tan importante como la geografía del sitio donde se desarrolla la crónica: es importante la descripción de ese sitio.
2. Tenemos el deber de mantener al lector al tanto de los hilos conductores de una historia, su contexto.
3. Hay que aprovechar cada cosa que se ve: escenas, detalles, lugares.
4. Hay que ser tolerante a “ese otro mundo” que se nos abre, al mundo del “más allá”: la religión, por ejemplo.
5. Intentar llegar aunque sea un puntito al corazón, a las entrañas de una historia, porque la crónica sirve si agregas algo original, auténtico, una contribución de lo que uno mismo está tratando de entender, porque una crónica ideal parte de una idea que quieres resolver.
6. Uno debe inspirarse en una noción, un sentimiento, debe tomar nota de lo que se siente, se huele, descubrir lo nuevo.
7. Se debe construir una crónica a base de escenas, algo vivido.
8. Se debe ver una escena desde los diferentes ángulos, tener todos los sentidos abiertos: qué estamos oyendo, qué sentimos, a qué huele.
9. Hay que intentar entender la sicología de la gente. (Ejemplo: leer perfil de Pinochet).
10. No hay que ser dogmático.
11. No hay que perder las posibilidades de reportería paralela que te ayudan a construir escenas, aun cuando sientas que éstas se alejan de la historia central.
12. Encontrar puntos de simpatía que te permitan hablar con gente que no tenga formas de pensar afín. Por ejemplo: hablar de fútbol.
13. Romper las ataduras sociales.
14. “No creo que uno tenga que violentarse para ser buen cronista, pero ayuda”.
15. Sentir el pellejo del otro. Ver el mundo como gente que somos capaces de ponernos en el día de otro. Ejemplo: leer “Bagdad sin bombas”.
16. Hacer la historia por voluntad, y no por ser una buena historia.
17. “Lo que yo quiero es remover la conciencia”.
18. “Sin nosotros, los políticos no pueden andar. Están pendientes de nosotros, aunque nos denigren. Tenemos ese poder y lo debemos ejercer”.
19. Todos tenemos un secreto guardado: hay que averiguarlo.
20. Hay que leer a Mark Twain, a Jack London.
21. Para hacer una crónica es clave acompañar a alguien: verlo en su entorno, moverse con él.
22. Si no eres ético, realmente no puedes ser un buen periodista.
23. El uso del presente es un artificio para el lector: le demuestras que está ahí (donde sucede la crónica), pero tú ya no estás ahí, lo engañas. (Jon Lee prefiere escribir en pasado). “Hay que poner al hombre (personaje) en el tiempo cuando lo conocí”.
24. Hay que precisar la descripción de lo visto, no hacer presunciones.  

Compilado y editado por Carlos Salinas Maldonado, periodista de El Confidencial y colaborador de El País en Nicaragua.

José Luis Orihuela: “Los medios deben crear modelos de producto en lugar de modelos de negocio”

MADRID.- El periodista José Luis Orihuela reflexiona sobre el futuro del periodismo en una entrevista publicada en la página web de la Asociación de la Prensa de Madrid, en la que asegura que este debate “está secuestrado por el de los modelos de negocio”. Orihuela cree que la clave es centrarse en lo que él llama “modelos de producto”, un concepto que estaría relacionado con lo que los medios deben hacer para conseguir crear un producto con la calidad suficiente como para que el lector quiera pagar por él.

Para Orihuela, el modelo de pago con más posibilidades es el “freemium”, con una “buena parte del contenido en abierto, salvo, por ejemplo, archivo, documentos en PDF, contenido extendido de algunas entrevistas o reportajes, etcétera, cobrados en una tarifa plana de contenidos Premium”.
El autor del libro “80 claves sobre el futuro del periodismo”, cree que el periodista de hoy en día necesita crearse una “marca personal” a través de los blogs y las redes sociales, actividades que dejan una huella digital que “va a ser rastreada” cuando aparezca una oportunidad profesional.
En cuanto a Twitter, Orihuela cree que esta red social es comparable hoy en día a la antigua agenda del periodista, en la medida en que el valor del periodista y su capacidad para obtener información dependen de estos contactos. Sin embargo, cree que, a pesar de que es importante, “los medios de comunicación han exagerado el fenómeno de Twitter y sus tendencias”.

Fox News se disculpa por emitir un suicidio en directo

NUEVA YORK.- La cadena de noticias estadounidense Fox News ha pedido disculpas a todos sus espectadores por la emisión en directo de un suicidio, al parecer por un error técnico.

Todo sucedió el pasado viernes, durante la transmisión en vivo de una persecución policial a alta velocidad. Se trata de algo habitual en los canales de noticias en EE.UU. Durante la emisión, los espectadores pudieron ver cómo el perseguido se bajaba de su vehículo, recorría unos metros, y a continuación sacaba una pistola y se disparaba en la cabeza. [Pincha aquí si quieres ver el video]
Justo después del incidente el presentador del espacio de noticias, Shepperd Smith, explicaba lo ocurrido, pidiendo perdón a los espectadores. «Personalmente pido disculpas sobre lo ocurrido. «Estuvo mal, y no volverá a ocurrir bajo mi responsabilidad. Lo siento», comentó el presentador.
Los equipos técnicos de la cadena de televisión ven la transmisión en directo con varios segundos de anticipación, para así tener la posibilidad de controlar lo que se emite. En este caso, el presentador del programa, Shepperd Smith, se percató del curso que estaba tomando la transmisión y advirtió a sus compañeros para que cortaran la transmisión. Pero, por razones desconocidas, los técnicos no la cortaron a tiempo y los espectadores presenciaron en directo cómo el perseguido se suicidaba.

El juicio al mayordomo del Papa empieza mal para la defensa

CIUDAD DEL VATICANO.- El mayordomo del Papa Benedicto, acusado de utilizar su acceso al pontífice para robar documentos que pensó revelarían la corrupción en el Vaticano, sufrió un revés  cuando los jueces rechazaron admitir como prueba una investigación de la propia Iglesia.

Gabriele fue detenido en mayo, después de que la policía hallase documentos confidenciales en su apartamento dentro del Vaticano, no sólo puso en el centro de la atención mediática las supuestas malas prácticas sino también apuntó a una lucha de poder en las altas instancias de la Iglesia Católica.
Paolo Gabriele, de 46 años, estaba pálido en su primera aparición pública desde mayo, sonriendo mientras hablaba con su abogada aunque a menudo se quedaba mirando al vacío durante la  vistilla que duró algo menos de dos horas y media.
La abogada de Gabriele, Cristiana Arru, había pedido al tribunal que aceptase como prueba los resultados de una investigación separada de una comisión de cardenales que cuestionaba a una serie de empleados del Vaticano sobre las filtraciones de los documentos a los medios de comunicación italianos.
Sin embargo, el presidente del tribunal, sentado ante un crucifijo, rechazó la petición, diciendo que la comisión había sido creada por el Papa, y que por tanto sus conclusiones se reservaban para él.
A cambio, las pruebas del juicio se basarán exclusivamente en los resultados de una investigación realizada por el fiscal y la policía vaticana.
El tribunal también decidió separar el caso de Claudio Sciarpelletti, un experto informático de la Santa Sede acusado de complicidad con Gabriele. Sciarpelletti, que no estaba presente en la sala, será juzgado aparte.
Según la acusación formal presentada en agosto, Gabriele dijo a los investigadores que había actuado porque vio "el mal y la corrupción en todas partes de la Iglesia" y quería ayudar a erradicarla "porque el Papa no estaba lo suficientemente informado".
A la vistilla asistieron ocho policías del Vaticano como testigos. Otros cuatro testigos, incluido el secretario privado del pontífice monseñor Georg Ganswein, no estuvieron presentes aunque se espera que testifiquen la próxima semana.
Se espera que Gabriele, un hombre modesto que servía las comidas del Papa y le ayudaba a vestirse, dé su testimonio cuando se inicie el juicio el martes.
El juez Giuseppe Dalla Torre, que preside el pequeño tribunal en una pequeña sala forrada de paneles de madera y con el emblema papal en el techo, dijo que esperaba acabar con el proceso la próxima semana.
El autodenominado denunciante, que vestía un elegante traje de chaqueta gris claro y una corbata gris, podría ser condenado a cuatro años de prisión.
Domenico Giani, jefe de la policía del Vaticano, dijo al tribunal que se habían requisado 82 cajas de pruebas en el apartamento de Gabriele en el Vaticano y en la residencia papal de verano en el sur de Roma.
Se espera que Gabriele, que dijo que se veía a sí mismo como un "agente del Espíritu Santo", sea hallado culpable porque ha confesado sus delitos.
"Ha hecho daño filtrando esta información porque siempre habrá alguien que se aproveche de estas cosas para denigrar a la Iglesia", dijo el residente en Roma Sergio Caldari en la Plaza de San Pedro.
Otro observador local, Giovanni Maisto, dijo que esperaba que el juicio marcase "una nueva dimensión de apertura y transparencia" en los asuntos de la Iglesia.
Gabriele, padre de tres niños con una vida sencilla pero cómoda en la ciudad-estado, dijo a la policía tras su detención en mayo que creía que un susto "podría ser algo bueno para devolver a la Iglesia al camino correcto".
Su detención uso fin a casi cinco meses de intriga y suspensa después de que una serie de documentos y cartas privadas fueran publicadas por los medios italianos.
Las cartas más reveladoras fueron escrita al Papa por el arzobispo Carlo Maria Vigano, actualmente embajador del Vaticano en Washington, que era vicegobernador de la Ciudad del Vaticano por entonces.
En una de ellas, Vigano se quejaba de que cuando asumió el cargo en 2009, descubrió corrupción, nepotismo y amiguismo vinculado a la adjudicación de contratos a empresas externas a precios inflados.
Después, Vigano escribió al Papa sobre una campaña de desprestigio en su contra por otros altos cargos del Vaticano molestos con su drásticas medidas para acabar con los procedimientos de compras.
A pesar de pedir que no se le apartara del Vaticano, Vigano fue posteriormente trasladado a Washington por el secretario de Estado, el cardenal Tracisio Bertone, número dos de la cúpula de la Iglesia.
Dado que el estado papal no tiene prisión, Gabriele podría cumplir su condena en una cárcel italiana a menos que el Pontífice lo perdone.

viernes, 28 de septiembre de 2012

El juez aplaza al martes 2 de octubre el juicio al mayordomo del Papa

CIUDAD DEL VATICANO.- El juez responsable del proceso al mayordomo del Papa Paolo Gabriele, acusado de robar documentos secretos de la Santa Sede y filtrar la información que contenían a los medios de comunicación, ha aplazado el inicio del juicio al próximo martes, 2 de octubre. 

   El tribunal ha dictaminado la separación de los procedimientos abiertos contra Gabriele y contra el informático del Vaticano Claudio Sciarpelletti, acusado de cómplice en el delito.
   Gabriele, que ha admitido su responsabilidad, declaró su intención de destapar "el mal y la corrupción" en el interior del Vaticano, según hizo saber tras su detención en mayo. De ser declarado culpable, podría pasar hasta cuatro años en prisión, pero el Papa podría promulgar un indulto.
   El tribunal ha dictaminado igualmente que los resultados de la investigación paralela que están desarrollando los cardenales vaticanos quedarán reservados al Papa. El juicio, así pues, estará basado únicamente en la investigación que desarrolla la Policía vaticana, según el magistrado.

Amnistía Internacional pide garantías a Suecia de que Julian Assange no será extraditado

LONDRES.- Amnistía Internacional (AI) ha reclamado a las autoridades suecas que garanticen a Reino Unido y a Julian Assange, que en caso de que éste abandone la Embajada de Ecuador en Londres y acepte su traslado a Suecia para responder de los cargos de delito sexual, "no será extraditado a Estados Unidos" en relación con sus actividades al frente del portal Wikileaks.

   Las autoridades suecas deben "confirmar públicamente que Assange no se verá en un avión con destino a Estados Unidos en caso de someterse a la autoridad de los tribunales suecos", declaró la directora de investigaciones de Amnistía Internacional, Nicola Duckworth.
   En tal caso, se habrán alcanzado "dos logros", prosiguió: "se pondrá fin al actual estancamiento y no se negará la justicia a las mujeres que han presentado las acusaciones por asalto sexual".
 "Es fundamental que los Estados demuestren que se toman en serio las acusaciones de violencia sexual y que respeten tanto el derecho de las mujeres que presentan las denuncias como los derechos de las personas acusadas", agregó.
   Amnistía Internacional no dispone de ningún indicio de que Suecia se plantee extraditar a Assange a Estados Unidos, pero "parece evidente que el temor a ese posible resultado ha jugado una parte no pequeña en el actual estancamiento".
   A juicio de la organización, el traslado forzoso a Estados Unidos de Julian Assange, "en las actuales circunstancias", le expondría "a un riesgo real de sufrir graves violaciones de Derechos Humanos", entre ellas "la violación de su derecho a la libertad de expresión" y el encarcelamiento "en condiciones que violen la prohibición de las torturas y de otros tratos crueles, inhumanos y degradantes".

Ecuador y Reino Unido mantienen sus respectivas posturas sobre el caso Assange en una reunión de ministros

NUEVA YORK.- Los ministros de Exteriores de Ecuador y Reino Unido, Ricardo Patiño y William Hague, respectivamente, han mantenido las posturas de sus respectivos gobiernos en relación al caso del fundador de Wikileaks, Julian Assange, durante la reunión que ambos han mantenido este jueves en Nueva York, en los márgenes de la Asamblea General de la ONU.

   Assange se refugió en junio en la Embajada ecuatoriana en Londres para evitar su extradición a Suecia, donde se le investiga por presuntos delitos sexuales. Ecuador le concedió "asilo diplomático", pero la negativa del Gobierno de David Cameron a aprobar un salvoconducto --alega que no reconoce esta figura de asilo-- ha dejado al periodista australiano sin la posibilidad de viajar al país sudamericano, dado que se arriesga a ser detenido si abandona la legación y pisa suelo británico.
   Hague ha reiterado este jueves ante Patiño que la intención de su Ejecutivo es cumplir con su "obligación" y extraditar a Assange a Suecia. Ha defendido, en este sentido, que la ley británica concede "amplias garantías en materia de Derechos Humanos", según ha informado un portavoz de la Foreign Office.
   Tanto Assange como Quito temen que Estados Unidos reclame al fundador de Wikileaks una vez que haya sido trasladado a Suecia para que responda ante la Justicia norteamericana por las filtraciones de miles de documentos oficiales secretos.
   "Ambos ministros han coincidido en su compromiso para buscar una solución diplomática al caso de Assange" y, en el marco de estos esfuerzos, han apostado por realizar una nueva reunión próximamente, según un comunicado del portavoz de Hague.
   Patiño, por su parte, ha calificado de "cordial" el encuentro con su homólogo, si bien ha admitido que las dos partes siguen sin llegar a un acuerdo. El canciller ecuatoriano ha insistido, durante una entrevista en TeleSur, en que su Gobierno seguirá tratando de lograr un salvoconducto.

Los medios necesitan atraer a los jóvenes de la Generación Milenio o corren el riesgo de perderlos

WASHINGTON-.Los periodistas necesitan encontrar maneras de hacer las noticias atractivas para los milenarios – la generación nacida en los años 80′s y 90′s – o corren el riesgo de “vivir en un mundo donde la gente no está informada”, dijo la profesora Paula Poindexter en un panel del HuffPost Live.

 ”Tenemos que repensar el periodismo”, dijo Poindexter, autora del libro “Millenials, News and Social Media: Is News Engagement a Thing of the Past?”.
El libro sostiene que los milenarios ven las noticias como repetitivas, aburridas, mentirosas, unilaterales, propagandísticas y basura. También contiene 26 recomendaciones para cubrir y atraer a las personas de esa generación. Las sugerencias incluyen resaltar noticias acerca de milenarios y el uso de las redes sociales para llegar a estos jóvenes.
Poindexter dijo que no es inusual que las generaciones más jóvenes le presten menos atención a las noticias, comparándolos con la generación de sus padres, pero su investigación sugiere un nuevo desarrollo: “Pareciera que no van a interesarse por las noticias más adelante en sus vidas”. Sin embargo, algunos panelistas no estuvieron de acuerdo con la profesora de periodismo de la Universidad de Texas, en Austin.
Joseph Mathewson, profesor de la Escuela Medill de Periodismo en la Universidad de Northwestern, quien le enseña a milenarios, dijo que “los jóvenes están más interesados en las noticias porque están más accesibles” que aquellos días cuando solamente los diarios impresos y los tres noticieros nacionales mantenían a la gente informada.
Jóvenes participantes del panel manifestaron que ellos y sus amigos ven The Daily Show with Jon Stewart para noticias e información.
“La gente prefiere ver eso en lugar de programas de CNN o Fox”, dijo Tim Griffin, un bloguero conservador.
Chase Rosen, editora de redes sociales en EverydayHealth.com, reconoció que burlarse de las noticias es más fácil que leer reportajes largos y detallados sobre temas como la reforma a la salud o la guerra en Afganistán.
Pero el presentador de HuffPost Live, Marc Lamont Hill, señaló que con el fin de que los milenarios “aprecien” los chistes en programas de noticias de humor como The Daily Show o The Colbert Report, deben tener una cierta comprensión de los acontecimientos actuales. Al igual que Poindexter, Hill dijo que el problema más grande es “¿cómo puedes ser un buen ciudadano si no te mantienes al día con lo que está pasando?”.
Aunque Mathewson no ha leído el libro de Poindexter, lo catalogó como “importante” y también señaló que si los milenarios no sienten que sus voces están siendo escuchadas, tienen acceso a una gran cantidad de medios de comunicación. “Ustedes tiene más acceso a más medios de comunicación ahora más que nunca”, afirmó.
 Poindexter y su milenaria hija , Alexandra Wilson, crearon una página en Facebook llamada MillenGENews que recopila noticias para y sobre milenarios.

Un periodista independiente puede enfrentar tres años de prisión en Cuba

PARÍS.- Un periodista independiente en Cuba puede enfrentar una sentencia de tres años de prisión por el delito de desacato a los líderes Fidel y Raúl Castro, según informa la organización Reporteros Sin Fronteras.

Calixto Ramón Martínez, reportero de la agencia Hablemos Press, fue arrestado por la policía el 16 de septiembre y permanece detenido desde entonces, de acuerdo con la agencia independiente de noticias en Cuba.
Martínez fue arrestado en el aeropuerto de La Habana mientras investigaba la pérdida de medicamentos y equipos médicos donados por la Organización Mundial de la Salud y que se echaron a perder porque las autoridades cubanas los dejaron a la intemperie, de acuerdo con Martí Noticias. El periodista también reportó sobre un brote de dengue y cólera dos días antes de que el gobierno cubano reconociera el problema, según agregó Martí Noticias.
Recientemente, la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) alertó sobre el aumento de las detenciones y amenazas contra periodistas cubanos así como mayores represalias contra miembros de la oposición en la isla.

jueves, 27 de septiembre de 2012

Hacia una nueva Edad de Oro de los periódicos / Pedro J. Ramírez

Me gustó mucho ver a sir Tim Berners-Lee en la ceremonia de apertura de los JJOO de Londres. Estaba muy elegante con su chaqueta blanca sentado delante de ese teclado mágico como si fuera el gran brujo de la tribu. Y nos representaba muy bien a todos los comunicadores.

Pero para mí, como para el resto de los espectadores, fue una sorpresa verle allí y no pude evitar hablarle desde mi butaca: "Oye, Tim, me debes una respuesta".

Me refería a la pregunta que le hice hace tres años en Madrid cuando celebramos conjuntamente el XX aniversario de internet y el XX aniversario de EL MUNDO. Yo les di las gracias a él y a su colega Vinton Cerf. Tenía motivos para ello. Cuando en 1989 un grupo de jóvenes periodistas estábamos creando un nuevo periódico para una nueva generación de lectores, no podíamos imaginar que ellos estuvieran inventando en el otro extremo del mundo un nuevo medio de comunicación que iba a ampliar espectacularmente las posibilidades de difusión de nuestro proyecto. Por eso les di las gracias en 2009.

La pérdida de ingresos de la prensa tradicional no está siendo compensada ni de forma remota por los ingresos 'on line'.
EL MUNDO había sido ya un gran éxito. Tal vez el último gran éxito de un nuevo periódico en un país desarrollado. Pero no sólo teníamos un millón y medio de lectores de nuestras ediciones impresas sino que además teníamos ya más de 20 millones de usuarios únicos mensuales. Nuestra página web se había convertido en líder mundial de la información en español. Y eso se lo debíamos a Berners-Lee y Cerf.

Pero después del agradecimiento, vino la pregunta: "Ya que son ustedes tan listos, ¿qué podríamos hacer nosotros para que nuestros accionistas fueran más felices?". Ellos sonrieron y contestaron con palabras amables pero evasivas. Yo pensé que, en el caso de que tuvieran la fórmula para hacer más rentables los periódicos, tal vez preferirían desarrollarla ellos. Pero luego tampoco he visto que lo hicieran.

En 2009, los medios de comunicación ya sufríamos la doble crisis que se ha agudizado después. Por un lado nos afectaba la caída de la inversión publicitaria y el consumo, fruto de la mala marcha general de la economía. Por el otro debíamos afrontar las consecuencias del cambio de hábitos en la demanda de información, fruto del desarrollo de la tecnología. Era el terremoto dentro del tsunami. Y la suma de ambos factores creaba una tormenta perfecta que hacía que se tambaleara nuestro modelo de negocio.

Tres años después no tenemos un millón y medio de lectores de las ediciones impresas sino un millón doscientos mil, pero nuestros usuarios únicos mensuales han crecido de 20 a 32 millones. Deberíamos, por lo tanto, estar muy contentos pues gracias a este aumento espectacular de la audiencia on line son muchísimos más los ciudadanos que reciben las noticias a través de EL MUNDO.

Sin embargo, los problemas económicos también se han acentuado. Tenemos más lectores pero menos periodistas porque hemos tenido que reducir nuestras plantillas. Llegamos a más hogares en todos los rincones del mundo pero tenemos menos presupuesto para mantener corresponsales y desplegar enviados especiales. En estas paradojas están los síntomas de la mayor crisis de la historia de la prensa. Y debemos reconocer que nosotros, como la práctica totalidad de los grandes periódicos del mundo desarrollado, no estamos viviendo una crisis coyuntural sino una crisis de modelo de negocio.

Los editores con más éxito en la web debemos hacer autocrítica por caer en la fascinación de los millones de usuarios
La clave de la cuestión es que la pérdida de ingresos de nuestra actividad tradicional no está siendo compensada ni de forma remota por los nuevos ingresos que estamos obteniendo on line. Según el último informe del Pew Research Center, de cada 10 dólares que los periódicos norteamericanos perdieron en 2011 en anuncios impresos, sólo recuperaron uno en anuncios digitales. En esa tendencia tan negativa influyen dos elementos: la evolución general de la inversión publicitaria y la concentración de gran parte de la inversión on line en actores ajenos a los portales de noticias; en concreto en grandes buscadores como Google u operadores de redes sociales como Facebook.

Crisis publicitaria

La crisis de la prensa se retroalimenta con la crisis de la publicidad. La pérdida de impacto de los anuncios convencionales, la aparición de nuevos soportes y el contexto de crisis económica están teniendo un efecto combinado devastador. Según un estudio de Mark Perry, la inversión publicitaria en prensa escrita en Estados Unidos, medida en dólares constantes, cayó en 2010 a los niveles de 1950. Eso ha ocasionado ya un sinfín de cierres de periódicos y masivas pérdidas de puestos de trabajo.

En el caso de España los datos del sector son sencillamente dramáticos. En 2007 la inversión publicitaria total fue de 7.819 millones de euros, correspondiendo un 25,5% a la prensa escrita (o sea 1.993 millones) y sólo un 3.1% a internet (o sea apenas 242). Cinco años después, las previsiones son cerrar 2012 con una inversión total de 4.037 millones (muy poco más de la mitad) correspondiendo un 19,9% a la prensa (803 millones) y un 9,9% a internet (justo 400). O sea que los periódicos hemos perdido 1.200 millones, recuperando sólo una pequeña parte de esos 158 de incremento que ha tenido internet.

Esta incapacidad de monetizar a través de la publicidad el desarrollo on line convierte en potencialmente ruinoso el espectacular crecimiento de nuestra audiencia. Porque los miles de lectores que perdemos son de pago y los millones que ganamos a través de nuestras webs acceden gratuitamente y sin tan siquiera tener que registrarse. Es el camino garantizado hacia el suicidio.

Con dos años de vida, Orbyt tiene ya más de 65.000 suscriptores y esperamos cerrar 2012 con 75.000 y 2013 con 100.000
Los editores y responsables de medios con más éxito en la web debemos hacer una seria autocrítica por haber caído durante estos años en una especie de variante de la seducción de Siracusa que llevaba a Platón a visitar una y otra vez al dictador Dionisio y de la que tanto me ha hablado Carmen Iglesias. Era la fascinación ante esos millones de usuarios únicos mensuales que crecían exponencialmente. La soberbia de pensar que llegaríamos a competir con las cadenas de televisión como soporte para la publicidad de masas. El vértigo de captar gracias al idioma español cientos de miles de seguidores en países en los que nunca habían circulado nuestras ediciones impresas. El sometimiento a la tiranía numérica de las audiencias, sin darnos cuenta de que apenas el 3% de esos usuarios únicos era el que consumía el 50% de las páginas visitadas y que el resto eran transeúntes que tan sólo pasaban por ahí mirando los escaparates.

Esa 'seducción digital de Siracusa' nos llevó a cometer el error de ofrecer gratis a todos esos millones de usuarios contenidos de alto valor añadido, elaborados por especialistas con buenos salarios. Unos contenidos por los que una minoría –pero una minoría de decenas de miles, de cientos de miles– seguía y sigue estando dispuesta a pagar. Por eso el momento crucial que define el actual declive de las empresas periodísticas llegó a comienzos de 2010 cuando Steve Jobs les presentó el iPad a los ejecutivos del 'New York Times' en el restaurante asiático 'Pranna', y les dijo que no les iba a facilitar los datos de quienes compraran su periódico a través de Apple Store. Más relevante aún que su negativa es el reproche que les dirigió: "Yo no soy el que os ha metido en este lío. Sois vosotros los que os habéis dedicado durante los últimos cinco años a regalar vuestros periódicos on line sin quedaros con los datos de las tarjetas de crédito".

La frase podría servir como obituario para todo un sector cegado en su soberbia por el espejismo de las grandes cifras de audiencia. Todavía hoy caemos periódicamente en la tentación de creer que cuando se recupere la economía volveremos a ver espectaculares crecimientos de la inversión publicitaria on line y que nuestras webs se beneficiarán de mucho más que las migajas que caigan de la mesa de Google y Facebook. Es la misma reincidencia en la que incurría Platon al pensar que lograría reformar a Dionisio.

Pero la parte positiva del jarro de agua fría de Steve Jobs es que el iPad estaba ahí. Meses antes de su lanzamiento, en Unidad Editorial habíamos celebrado una serie de reuniones de 'brain storming' entorno al debate "internet gratis-internet de pago". Nuestra conclusión fue entonces que el flujo de las noticias del día, accesible por múltiples canales, incluidas la radio y la televisión, debía seguir siendo inevitablemente gratuito porque como dice el bloguero Joey Baker, "controlar la escasez de algo que no es escaso no puede funcionar". Pero también convinimos en que debíamos diseñar un nuevo producto digital de pago basado en contenidos exclusivos o de mayor valor añadido. Así nació Orbyt.

Era obvio que el principal elemento de esa oferta iba a ser la versión digital de nuestros mismos periódicos. Pensamos que quienes pagaban en el quiosco por las ediciones impresas de EL MUNDO, 'Marca' y 'Expansión' también estarían dispuestos a hacerlo on line si el servicio era bueno y el precio bajo. Además, nos dimos cuenta de que internet nos permitía enriquecer la oferta informativa con vídeos o fotogalerías. Y añadir elementos complementarios de carácter promocional relacionados con la cultura y el entretenimiento. Y también interactuar con las redes sociales.

Se va a producir una convergencia entre la distribución de periódicos en soportes móviles y los modelos de pago en internet.
Faltaba el soporte idóneo. El PC era adecuado pero no idóneo pues la relación del lector con los diarios siempre ha sido física y el ratón era un elemento ortopédico que dificultaba el pasar páginas o introducir un vídeo. Cuando tuve en mis manos el primer iPad pensé que estábamos hechos el uno para el otro. Que Orbyt era el anillo perfecto para ese dedo. Que una tableta como esa sí era el soporte idóneo que permitía recrear la experiencia física de la lectura del periódico y hacerla más gratificante en muchos sentidos.

Las tabletas

Fue un descubrimiento tan excitante que un antropólogo amigo mío al que se lo enseñé me dijo que esas tabletas iban a cambiar la Historia de la humanidad tanto como la invención de la rueda. Comprendo que el 'Wall Street Journal' escribiera que la última vez que una tableta había tenido tanto impacto fue cuando Moisés bajó del Monte Sinaí con los Diez Mandamientos grabados en ella. En pleno entusiasmo yo le contesté a mi amigo antropólogo que al tocar el iPad sentía el dedo de Dios en contacto con la mano del hombre, tal y como lo representó Miguel Ángel en la cúpula de la Capilla Sixtina. Puede parecer exagerado, pero el legado de Steve Jobs supone nada menos que una ampliación del poder de la sensibilidad externa del hombre y no es difícil pensar que nos quedan aún muchas maravillas por ver desde el punto de vista de la usabilidad de las tabletas.

De momento, en el iPad el periódico no se arruga, ni mancha los dedos de tinta. En el iPad no hay ejemplares defectuosos, ni días en los que el periódico se agote por la trascendencia de la noticia, ni pueblos a los que no pueda llegar por el mal estado de las carreteras durante el invierno. En el iPad el número de páginas no tiene límite y ni siquiera tiene que ser par. Y, sobre todo, en el iPad el periódico está disponible a cualquier hora en cualquier lugar del mundo. Es decir, que la compra del periódico no depende del acceso a una red de puntos de venta físicos. Por eso EL MUNDO será en 2012 el primer diario español en varias décadas que se publicará los 365 días del año, incluidos Navidad y Año Nuevo en los que los quioscos están cerrados. Esto implica también que el sentido de pertenencia a una comunidad, unida por la información sobre asuntos de interés común, ya no está supeditada a la residencia en una misma ciudad, región o país.

Desde el punto de vista del modelo de negocio de los periódicos la irrupción de las tabletas significa que los problemas que nos ha creado la tecnología nos los puede resolver también la tecnología. Es verdad que estamos en el fondo de la crisis, ese momento en el que según Gramsci ni lo viejo termina de morir ni lo nuevo termina de nacer. Y es verdad que estamos viviendo la amarga paradoja de que el triunfo de la sociedad de la información está llevando a la muerte a muchos medios informativos. Pero al fin hay un camino para salir de la crisis. Un camino para liberarnos de la dictadura de Google y otros agregadores y motores de búsqueda, dispuestos a hacer negocio cortando y distribuyendo nuestro contenido en lonchas. Un camino para llevarnos hacia una nueva edad de oro del periodismo y los periódicos. El camino de las aplicaciones para dispositivos móviles.

Hay que reproducir en soporte 'on line' los mismos fundamentos que durante siglos han hecho rentable a la prensa.
Cuatro de cada 10 adultos norteamericanos ya tienen un 'smartphone' y dos de cada 10 ya tienen una tableta. Uno de los principales propósitos para los que usan estos dispositivos es obtener información. Así lo reconoce el 51% de los que tienen 'smartphone' y el 56% de los que tienen tableta. En total, más de un 27% de la población adulta de Estados Unidos ya recibe las noticias a través de dispositivos móviles. Según el último informe Pew, "eso está aumentando el consumo de noticias, fortaleciendo el atractivo de las marcas tradicionales e impulsando a largo plazo el periodismo".

Cambio de hábitos

Es muy significativo que mientras el consumo de noticias en internet a través del PC alcanza sus máximos niveles en horas de oficina, en cambio en los dispositivos móviles eso sucede a primera hora de la mañana y a última hora de la tarde. Es decir que mientras en los PC se echa un vistazo, a veces furtivo, a las informaciones de última hora, en los dispositivos móviles se recupera y amplía el hábito de leer el periódico en la comodidad y privacidad del hogar.

Creo que a medida que aumenta la penetración de esos dispositivos se van creando las condiciones óptimas para que los periódicos tengan vida después de la muerte. La clave está en reconvertir su negocio tradicional para priorizar la distribución y venta a través de los nuevos soportes. Mi planteamiento se basa en tres premisas sencillas:

1.– La demanda de información fiable y de calidad no deja de crecer en las sociedades desarrolladas. En la mayoría de los casos se encauza y satisface a través de las marcas de medios tradicionales que han sabido desarrollar su actividad y proyectar sus atributos en los nuevos soportes. Así ha sido en el internet de los navegadores y así está siendo ya en el internet de las aplicaciones.
2.– La distribución del periódico a través de tabletas y 'smartphones' amplía significativamente el target potencial de clientes al incluir a los lectores que viajan, a los que residen en lugares alejados de la red de distribución de periódicos impresos, a los que viven en otros países y a los nuevos lectores que están llegando a la edad adulta inmersos ya en la cultura digital. A medida que crezca la penetración de esos soportes el número de personas que paguen por leer los periódicos de esta manera se irá acercando al de los compradores tradicionales y terminará por superarlo tal vez antes de que concluya esta década.
3.– La espectacular reducción de costes que implica la distribución de periódicos por medios electrónicos –no hay que pagar ni papel, ni impresión, ni transporte– permite abaratar también extraordinariamente los precios y ese puede ser un gran estímulo para la demanda. 

En esa reunión que he mencionado antes, Steve Jobs propuso que la suscripción al 'New York Times' en el iPad costara cinco dólares mensuales. ¿No es una ganga comprar un periódico de calidad a ese precio o incluso al doble? La solución al dilema entre información gratis e información de pago es por lo tanto información lo más barata posible.

Es cierto que la apuesta por este nuevo modelo puede afectar negativamente tanto a la circulación de las ediciones impresas como a la audiencia de las páginas web gratuitas. En el primer caso, porque puede acelerar la migración hacia lo digital de lectores que pagan en el quiosco una cantidad mucho más alta. Y en el segundo, porque los usuarios únicos pueden trasladarse a aquellas páginas que sigan huyendo hacia delante manteniendo todos sus contenidos en abierto. Cada compañía tendrá que encontrar sus puntos de equilibrio, pero ni la defensa del negocio tradicional ni la 'seducción digital de Siracusa' debería lastrar el desarrollo del nuevo modelo de negocio.

Cuando íbamos a lanzar Orbyt alguien nos preguntó cuál sería la diferencia con la página web. Le explicamos que abrir la página web era como bañarse en un río por el que no pasa nunca la misma agua y en el que es imposible garantizar si habrá mucha o poca, si estará fría o caliente. En cambio, suscribirse a Orbyt suponía adquirir el derecho a bañarse en una piscina de agua climatizada e instalaciones fantásticas con múltiples actividades para los socios. Por eso, junto a la descarga de los contenidos exclusivos de nuestros periódicos, ofrecemos retransmisiones en directo de óperas desde el Real, así como acceso a su videoteca y a la del Festival de Glyndbourne, películas del mejor cine de autor y estrenos recientes, cuentos para niños, videojuegos, fútbol en 'pay per view', servicios y descuentos gastronómicos y sorteos semanales para conseguir una de las 20 plazas del palco Orbyt en el Bernabéu. Es por la suma de todo esto por lo que el año pasado en Mallorca Rupert Murdoch me dijo: "Sueño con vuestra aplicación".

Dos años de Orbyt

Con apenas dos años de vida, Orbyt tiene ya más de 65.000 suscriptores y esperamos cerrar 2012 con más de 75.000 y 2013 con más de 100.000. Son cifras espectaculares para un mercado como el español con muy poca adicción a las suscripciones. Una cuarta parte de ellos son suscriptores de las ediciones impresas que han ejercido su derecho a activar su acceso a Orbyt. Para ellos, Orbyt es un elemento de fidelización. El resto son nuevos suscriptores que pagan entre 10 y 20 euros al mes según estén suscritos a uno, dos o nuestros tres periódicos. Entre ellos hay muchos que no eran compradores de las ediciones impresas o sólo lo eran de forma ocasional.

De acuerdo con la filosofía que he expuesto antes, uno de nuestros mayores empeños es acelerar la penetración de Orbyt entre los residentes fuera de España. Por eso quiero aprovechar esta ocasión para presentar nuestra nueva promoción dirigida a ese target. Espero que el concepto les parezca atractivo. Se resume en el eslogan "Cuanto más lejos estés, menos pagarás por Orbyt". Es decir, lo contrario de lo que ha pasado y de lo que sigue pasando con la venta de ejemplares impresos fuera de España, cuyo precio termina siendo astronómico pues debe repercutir elevados costes de transporte y distribución.

Quienes vivan en Australia podrán suscribirse al paquete básico de Orbyt que incluye EL MUNDO, 'Marca' y 'Expansión' por sólo cinco euros al mes. Quienes vivan en Bahrein por siete euros. Quienes viven en Londres podrán tener los tres periódicos por sólo 10 euros al mes. Reconocerán ustedes que es una oferta irresistible. ¿Por qué nos atrevemos a tanto? Porque esos costes logísticos no existen y porque nos motiva mucho servir todos los días de puente virtual entre España y los españoles en el extranjero. Una cosa es irte de tu país, por gusto o por necesidad, y otra tener que dejar de leer tus periódicos preferidos.

Orbyt está todavía en una fase germinal. Es evidente que las aplicaciones nativas irán sustituyendo progresivamente a los PDF que reproducen miméticamente la apariencia de los diarios impresos. Eso implica que el diseño, la fisonomía y las prestaciones de los periódicos evolucionarán en función de las características de los soportes. EL MUNDO no se leerá igual en las tabletas que en el papel, como tampoco se leerá igual en los smartphones que en las tabletas.

También me parece obvio que se va a producir una convergencia entre la distribución de periódicos en soportes móviles y el internet de pago a través de sistemas de paywall como el introducido con éxito por el 'New York Times' e imitado ya por más de 300 publicaciones en todo el mundo. Un suscriptor de Orbyt será alguien que, en función de la tarifa que pague, terminará teniendo acceso a los contenidos de nuestros diarios donde quiera y como quiera, tanto bajo la forma de un producto cerrado y jerarquizado como a través de las crónicas o artículos que irán quedando disponibles en la web a medida que el periodista vaya terminando su trabajo.

Todo esto implicará cambios radicales en la manera de organizar el trabajo de la redacción. El propio concepto de lo que es una redacción irá evolucionando para incorporar cada vez más aportaciones procedentes de colaboradores externos y de las propias redes sociales. Yo no creo en el llamado periodismo ciudadano pero sí creo en una manera de entender el periodismo que implique al mayor número posible de ciudadanos.

También se abrirá paso una auténtica revolución en la manera de vender publicidad "inteligente", adaptándola a los perfiles e intereses de cada suscriptor. El conocimiento de lo que quieren los lectores se convertirá así en un factor estratégico para las compañías editoriales que podrán desarrollar negocios complementarios de enorme potencialidad en el ámbito del comercio electrónico, con el límite natural del derecho a la privacidad de los usuarios. Estoy seguro de que la suma de los ingresos por suscripción, los ingresos por publicidad inteligente y los ingresos por esas actividades complementarias desembocará antes o después en un ingreso medio por usuario (Arpu) que devolverá la prosperidad al sector.

Todo esto está ahí al alcance de nuestra mano. Los procesos de transición y cambio de modelo van a ser duros. En un reciente seminario de nuestra matriz RCS se calculó en 12 años el tiempo necesario para que una empresa editorial en la que los ingresos tradicionales caigan un 5% y los digitales suban un 15% vuelva a tener un saldo positivo. Pero el que se vea ya con nitidez una luz en la distancia debe ser un estímulo para todos, pues nada sería tan frustrante como perecer a las puertas de la nueva ciudad que brilla en la colina y contemplar como son otros los elegidos por la diosa para el disfrute de esa nueva edad de oro.

Nuevos desafíos

Ahora el desafío es, como explicó el consultor chileno Eduardo Arriagada en una reciente sesión de trabajo en Unidad Editorial, "ser capaces de crear la mejor experiencia posible en la tableta". Y eso implica, naturalmente, fortalecer el viejo buen periodismo consistente en averiguar las cosas y explicarlas desde un punto de vista que sintonice con los lectores. Y a ser posible en exclusiva.

En definitiva se trata de reproducir en los soportes electrónicos los mismos fundamentos que durante dos siglos han hecho rentables e influyentes a los periódicos: ofrecer un producto de calidad a un precio muy asequible para captar y fidelizar una audiencia atractiva como target para los anunciantes. Esa audiencia y ese target tiene un techo tres, cuatro o cinco veces superior al de los mejores tiempos de nuestras ediciones impresas pero al menos 10 veces inferior al de los usuarios únicos de nuestras web gratuitas.

Por eso cuando Berners-Lee tuiteó su mensaje olímpico "Esto es para todo el mundo", yo seguí manteniendo mi conversación imaginaria con él y pensando en nuestro proyecto escribí enseguida: "Esto es para todo el mundo... que esté dispuesto a pagar un precio justo". Luego él añadió que con ese gesto quería llevar "millones de antorchas digitales transportando el espíritu de los Juegos a todos los rincones del mundo". Y yo le contesté que a mí también me gustaría hacer algo tan loable pero que la buena información era un bien más escaso y costoso de obtener que el fuego olímpico.

(*) Director de 'El Mundo', Madrid