Hay quienes todas sus investigaciones
las realizan a través de sus computadoras y en una oficina. No digo que
la investigación cibernética no tenga mérito, por así decirlo; hay
quienes tienen un olfato especial para navegar por el ciberespacio e
investigar, estudiar y arman trabajos de información ya depurada para
crear un artículo que puede ser bueno dependiendo la capacidad de quien
lo realiza.
Pero hay algo que no se puede obtener
en ese gigantesco universo de la red: el rastro que el periodismo de
campo deja en los sentidos.
Se pueden tener estadísticas muy
precisas, datos muy relevantes que atraigan al lector. Pero nunca se
podrá transmitir algo tan profundo, si no paso antes por nuestros
sentidos, por nuestro interior, si no fue tamizado antes por nuestros
sentimientos. El vivir los acontecimientos de cerca, se vuelve parte de
nosotros mismos, podemos de alguna manera vivir lo que estamos tratando
de describir.
El sólo ambiente, el aire, los olores
de distintos lugares, tiene su personalidad. El paisaje, ya sea urbano o
rural, tiene su identidad. Las personas protagonistas de nuestras
historias, son auténticas y genuinas, y dejan ese indeleble rastro de su
personalidad, impregnado en nuestra memoria.
No se puede percibir desde la Ciudad
de México, el ambiente a arena, a norte, a Ciudad Juárez, a sangre, a
miedo, a adrenalina al caminar por sus calles.
Es imposible desde una oficina,
respirar el ambiente cálido y húmedo, que tiene una extraña mezcla de
terror que te estremece en Tamaulipas.
El simple acento en el hablar de un sinaloense, te conecta con otra dimensión que nunca sentirás, hasta que no lo escuchas.
La mirada de esos ojos que retrataron
el terror y lo guardaron para siempre en su memoria y corazón, y que
ahora te miran a ti confiando con angustia esa dolorosa experiencia
vivida.
Después de escuchar y vivir esto, ya
no vuelves a ser el mismo. Se queda en ti la espina de la impotencia
clavada, y la única manera de sacarla, es informando que es en realidad
lo que esta pasando.
Percibir todo esto, no es más que un regalo para quien lo quiere transmitir.
Hay veces que los artículos parecen
dramáticos o exagerados cuando los leemos, pero no son más dramáticos,
aterradores y dolorosos que como lo son para quien los ha vivido en
carne propia, y nos lo ha transmitido como testimonio del horror que
actualmente vivimos.
Subestimar la brutalidad del crimen,
que vivimos ahora, no sólo nos hace insensibles, egoístas y peores
personas, nos hace cómplices de la barbarie.
Hay que reflexionar, como juzgamos los acontecimientos... Yo diría que hay que darles, esa justa dimensión que merecen.
Lo que pasa en México, nos pasa a todos los mexicanos. Así debería ser, para que sea mejor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario