El 8 de mayo de 1944 falleció, con solo 46 años, Manuel Chaves Nogales.
Si usted sigue la actualidad de la profesión periodística, a través de
los comentarios de las redes sociales, las tertulias especializadas o
los medios de comunicación, se habrá dado cuenta de que, desde ese
triste día, en España solo ha habido tres periodistas. A saber: Enrique Meneses, Gay Talese y Enric González.
Teniendo en cuenta que el primero murió el pasado día 6, y que Talese
nació en Ocean City (New Jersey), sólo nos queda Enric González. ¡Qué
enorme responsabilidad la suya!
Sobre todo en estos tiempos que
vivimos, especialmente convulsos para los profesionales de la
información: alrededor de 200 medios de comunicación han cerrado en
España desde que comenzó la crisis, y unos 6.400 periodistas se han
quedado en la calle. Un emprendedor diría que es momento de grandes
oportunidades. Así lo han sabido ver en el Grupo Prisa: piden
profesionales que escriban en su último proyecto, el diario digital Huffington Post,
a cambio de “visibilidad”. O en la agencia EFE, donde ajustan la
remuneración de sus colaboradores hasta límites que rozan la esclavitud:
seis euros por una crónica regional. O en esa web pirata que
pretende pagar 0,75 euros por una noticia de 800 caracteres. No parece
muy lejano el día en que los periodistas tengan que pagar para ver
publicadas sus crónicas.
Pero no se desanime, porque no todo está perdido. ¿Recuerda a nuestro
único periodista? El mismo día en que el Bayern de Múnich comunicaba la
contratación de Guardiola, Pedro J. Ramírez anunciaba a bombo y platillo el fichaje de Enric González. El reportero, que había abandonado El País durante el ERE que puso en la calle a 149 profesionales, fichaba por El Mundo
sólo unos meses después de que este diario ejecutara un ERE que afectó a
150 trabajadores. Imagino que Pedro J. no habrá escatimado en gastos...
“El recorte de los salarios más altos de la redacción, entre ellos el
mío (casi 7.000 euros netos mensuales) indicó que no todo estaba en
orden (en El País)”, cuenta Enric en su nuevo libro, Memorias líquidas, editado por Jot Down.
Si
analizamos la realidad laboral del periodismo llegaremos a la
conclusión de que las redacciones del siglo XXI están dividas en dos
únicas clases sociales: los esclavos y las estrellas. En
medio, hordas de jefes, cargos de medio pelo y algún gurú despistado. Y
es que, también en el periodismo, la clase media agoniza.
La culpa no es, evidentemente, del bueno de Enric: ¡es un genio! Un
talento en estado puro. Alguien capaz de ganarse la vida escribiendo un
par de columnas a la semana se merece todo mi respeto y mi admiración.
Columnas por cierto brillantes, que huyen de la producción industrial,
procuran incomodar al poder y flirtean con la gran literatura. Si
alguien tiene que ser El Periodista, ese debía ser Enric.
Pero entonces llegó Amy Martin… Un seudónimo tras el que se oculta el analista perfecto, el opinador definitivo, el periodista del futuro: los 3.000 euros que cobra por artículo en la web de la Fundación Ideas son, se lo aseguro, imposibles de superar.
Alguien que en tiempos tan duros mantiene un caché tan alto es lógico
que oculte su verdadera identidad: Amy es en realidad Zoe. ¿Zoe Martin?
No, Zoe Alameda, esposa de Carlos Mulas, ya exdirector de
la Fundación Ideas del PSOE. Un enredo delirante digno de las mejores
comedias televisivas de los setenta, puesto que Mulas era quien pagaba
los 3.000 euros por pieza a Amy, es decir, a Zoe… Pero, asegura Mulas, ¡sin saber que Zoe era Amy!
Chaves Nogales,
Enrique Meneses, Gay Talese, Enric González… Mindundis. La llegada de
Amy Martin revoluciona el mundo del periodismo al demostrar que, con un
poco de buena voluntad, una fundación y alguna que otra subvención, se pueden pagar salarios no ya dignos, sino francamente suculentos. Una luz al final del túnel.
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