Fue su pasión, su compromiso, su entrega, su
vida. Lo transmitía permanentemente. No dejó que nada ni nadie le
jubilaran y fue periodista todos los días de su vida desde un 28 de
agosto de 1947, cuando con apenas 17 años cubrió la muerte de Manolete,
hasta finales de 2012, cuando su corazón y sus pulmones le dieron el
último aviso y tuvieron que llevarle al Hospital de La Paz. Se llamaba
Enrique Meneses y es, lo será siempre, uno de los grandes del periodismo
español, uno de los mejores, uno de los más íntegros, de los más
honestos. Un simple, único y gran periodista.
Recorrió todo el mundo, todas las guerras, todas las tragedias
humanas y sus reportajes y sus fotografías se publicaron en los mejores
diarios y revistas del mundo, cuando los periodistas españoles aún se
peleaban con la censura interna y no se atrevían a salir de casa. Desde
la guerra del Canal de Suez o la revolución cubana en Sierra Maestra
hasta Sarajevo, desde la marcha de la libertad de Martin Luther King
hasta sus encuentros con Fidel, Abd el Krim, Faisal, Hussein, el Dalai
Lama, Picasso, Dalí o Luis Miguel Dominguín... Sus "A toda Plana" en TVE
o "Los Aventureros" en RNE, sus libros, sus reportajes y fotografías en
Life o en París Match son sólo parte de la herencia que nos deja.
Desde hace años vivía casi enclaustrado en su casa de la Ciudad de
los Periodistas, amarrado a una bombona de oxígeno, maldito enfisema,
pero más vivo que nunca, absolutamente al día. Internet le permitió
seguir haciendo el mejor periodismo. El viejo reportero, que se saltó
todos los obstáculos que le pusieron, se convirtió en un bloguero
irónico, sabio, directo, feliz. A su casa llegaban muchos jóvenes a
escucharle, a conocerle, a preguntarle. Acudió siempre que pudo a la
Universidad y a otros foros, en su silla de ruedas, a contar su
experiencia, su pasión por el periodismo. Resumió su vida en un libro
publicado en 2006 cuyo título resume su filosofía "Hasta aquí hemos
llegado". Pero no era verdad. Siguió llegando cada día. Nunca dejó de
escribir, protagonizó un documental sobre su vida y tenía un proyecto,
Utopía TV, con jóvenes periodistas, aunque él era más joven, más lanzado
y tenía más ganas de cambiar el mundo que ninguno de ellos.
Enrique, que era cordial, apasionado, inteligente, dotado de una
impresionante memoria y un gran sentido del humor, sacrificó muchas
cosas por el periodismo. Casi todo. Un periodista puro, esencial, fuerte
que nunca se vendió ni renunció a sus principios. Teníamos pendiente un
encuentro para ver ese último documental que hizo Georgina Cisquella
para TVE, "Oxígeno para vivir" -"pese a su título, no es una película
del Ministerio de Sanidad... jajajaja!!! Luché por cambiar el nombre ya
que es sobre periodismo de ayer y hoy", escribía en su último correo-.
Pero no pudo ser. Y lo siento porque ya no podremos despedirnos de él ni
darle ese abrazo que se merecía. Descansa en paz con la admiración y el
respeto de todos tus compañeros.
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