LAS PALMAS DE GRAN CANARIA.- Luis Pérez, natural de San Andrés y
Sauces, isla de La Palma, ha sido elegido como el mejor corresponsal o enviado especial
español en el exterior. Actualmente está al frente de la corresponsalía de
TVE en Colombia y Países Andinos. Recientemente ha cubierto la muerte de
Hugo Chávez, las elecciones celebradas en Venezuela y la posterior toma
de posesión de Nicolás Maduro como presidente de la República
Bolivariana.
Licenciado en Ciencias de la Información por la Universidad
Complutense, ingresó en TVE en 1997. Ligado fundamentalmente a la
información internacional, tanto en el canal 24 horas como en los
Telediarios, acumula una amplia experiencia como enviado especial a
zonas en conflicto: Irak, Irán, Líbano, Liberia, Chad, Afganistán,
Serbia...
Entre otras muchas coberturas, ha contado para los Servicios
Informativos de TVE los ataques terroristas en Bombay, la captura de
Radovan Karadzic en Belgrado, la muerte de Yasser Arafat, y desde la
corresponsalía de Colombia, la información de aquel país y del entorno
andino. El Club Internacional de Prensa le entregará el premio el
próximo mes de mayo en Madrid.
¿Qué supone para ti recibir el Premio Internacional de Periodismo?
Pues lo primero de todo, una enorme sorpresa, porque siempre he
creído que los premios deben llegar más tarde, cuando uno tenga mucha
más experiencia y más palos en la mochila. Sorpresa, también, porque se
me ocurre una lista larguísima de periodistas, muchos de ellos amigos,
que se merecen este premio mucho más que yo. Y fuera de eso, la verdad
es que cuando me llamaron por teléfono del Club Internacional de Prensa
me alegré por un doble motivo: por el reconocimiento que supone que te
premien tus colegas y compañeros de profesión, y porque esa mañana
estaba grabando en la morgue de Caracas, un lugar donde las alegrías son
pocas y las tristezas muchas, y donde a uno se le cae el alma a los
pies escuchando los testimonios de las familias de los muertos por la
violencia irracional que vive el país. El premio, sin duda, me levantó
el ánimo en una mañana complicada.
¿Cómo ves la profesión periodística en la actualidad?
La profesión atraviesa momentos críticos. Nunca antes hubo en España
tantos periodistas en paro. Y muchos de los que han logrado mantener sus
puestos de trabajo lo han hecho a cambio de rebajas de sueldo y más
horas de trabajo. La perspectiva no es buena. Conozco gente buenísima
que se ha quedado en la calle, y que ahora tiene que buscarse la vida
como freelance. Y también para los freelance el panorama está
complicado. Los medios reducen presupuestos, y buena parte de los
recortes va a la partida que antes se destinaba a los colaboradores.
Conozco compañeros y amigos que se arriesgan a marcharse a Siria o a
Irak, a jugarse la vida pagándose todos los costos del viaje, y que
luego no venden lo suficiente. Y no porque no haya historias, sino
porque los medios o no pagan, o pagan rematadamente mal. La perspectiva
es sombría. Pero confío en que las buenas cabezas que hay en paro puedan
volver a juntar palabras con sentido, y con sueldos dignos.
¿Cuál ha sido el reportaje más difícil que has hecho?
Emocionalmente, tal vez uno que hice en 2010 y que me propuso,
curiosamente, un palmero, Alejandro Matos, el director de la ONG
Intermón Oxfam. El reportaje consistía, básicamente, en contar la
historia de las víctimas de abusos sexuales en el marco del conflicto
colombiano. Se tituló “Violencia sexual, la guerra invisible”, y el
objetivo era simplemente visibilizar a las víctimas de esos abusos por
parte de todos los actores de la guerra en Colombia: el Ejército, las
guerrillas y los paramilitares. Fue durísimo intentar acercarse al dolor
de esas víctimas, muchas de las cuales no se atreven a denunciar por
miedo a las amenazas. Familias enteras violadas, hijas violadas y
descuartizadas, mujeres secuestradas y convertidas en esclavas sexuales
del grupo de turno. Es un reportaje que, una vez, emitido, no he vuelto a
ver. Pero tal vez el viaje más complicado fue a Afganistán. Fue en una
época en la que los talibanes estaban secuestrando occidentales para
forzar a los gobiernos europeos a retirar sus tropas. En las afueras de
Kabul pasé las tres horas más largas de mi vida. No había tiros, no
había explosiones. Pero miraba a la gente y no sabía si el afgano que se
acercaba era bueno o malo, o con qué intenciones venía. La parte buena
del viaje es que fui con Evaristo Canete, uno de los grandes cámaras de
TVE, que siempre sabe sacarte una sonrisa en las situaciones más
complicadas que te puedas imaginar.
¿Qué es lo que más te gusta de tu profesión?
Poder contar historias que suceden a miles de kilómetros de España. Y
tener la sensación de que cada historia es diferente. Tratar de
explicar la realidad de zonas remotas de las que muchas veces nos llega
poca información. Y dar voz a mucha gente que habitualmente no cabe en
las agendas de los grandes medios.
¿Y lo que menos?
Las distancias y las ausencias. La imposibilidad de decirle a tu
pareja o a tu familia cuándo vas a regresar de un viaje, sencillamente
porque no sabes lo que va a pasar. Y el saber que estás a miles de
kilómetros y que tu gente está lejos, que apenas puedes verlos dos veces
al año. Sientes que la vida pasa más rápido, que tus sobrinas cada vez
saben más, que son menos ingenuas, y que tus padres cada vez son más
mayores, que el tiempo corre y que alguna vez te arrepentirás de no
haber pasado más tiempo con los tuyos.
¿Qué cualidades debe reunir un buen corresponsal?
Un buen corresponsal, ante todo, debe amar el país en el que vive.
Con sus virtudes y sus defectos, pero siempre debe ver el vaso lleno. Es
la única manera de mantener la ilusión por salir a buscar historias y
encontrarlas. Yo no puedo pensar que Bogotá es una ciudad caótica, con
atascos gigantescos, sin metro, donde llueve gran parte del año y donde a
determinadas horas es conveniente no pisar determinados barrios. Pienso
que Bogotá es una ciudad en transformación, que lo mejor está por
venir, que tiene muchos siglos de historia, y que es la sede donde se
podrán tomar, en breve, decisiones históricas como la paz del país. Y
que esas decisiones van a generar muchas oportunidades para mucha gente.
Y van a traer buenas historias de segundas oportunidades, de perdón, de
reinserción o de convivencia en paz. Y por supuesto, un buen
corresponsal tiene que tener, ante todo, inquietud y olfato para buscar
historias que atrapen a la gente.
¿Es peligroso ejercer de informador en Colombia y países del entorno?
Es peligroso según dónde te muevas y con quién te muevas. Colombia es
un país que lleva más de medio siglo en guerra y donde el narcotráfico
sigue moviendo miles de millones de dólares. Y como en todas las
guerras, creo que lo importante es que el miedo no te paralice. Siempre
digo que, la primera vez que me mandaron a una guerra, le dije a mi
jefe, José Antonio Guardiola, que iba porque me apetecía, pero que no
sabía cómo iban a responder mi cuerpo y mi cabeza. Y que se arriesgaba a
que al día siguiente lo llamara diciéndole que me largaba de allí. Al
final estuve más de un mes en Líbano, pasando miedo todos los días. Creo
que en las guerras hay dos tipos de miedo: el que te paraliza y no te
deja tomar decisiones, y el que hace que estés en guardia permanente,
con ojo avizor, sabiendo que no te puedes relajar y que el peligro puede
estar a la vuelta de la esquina. Yo afortunadamente, tuve el segundo
miedo y eso me permitió seguir cubriendo conflictos. Pero perfectamente
podría haber sufrido el primer miedo, y eso no significa que seas mejor o
peor periodista, sino que tal vez no estés preparado para cubrir una
guerra.
¿Has vivido situaciones de riesgo en el ejercicio de tu profesión?
Sí, he vivido situaciones complicadas como tantos otros compañeros.
Lo importante es sacar lecciones y aprender de lo vivido, para que
cuando se vuelvan a plantear sepas tomar el camino correcto y la opción
adecuada.
¿Quiénes son tus maestros o referentes en el mundo del periodismo?
Te diré la respuesta tópica del maestro Kapuscinski, al que
evidentemente no conocí, pero al que todos hemos leído. Tiene una frase
legendaria que, en mi opinión, se cumple perfectamente: “No puedes ser
un buen periodista si no eres una buena persona”. Hay compañeros de los
que no dejo de aprender. Uno fue jefe y sin embargo hoy es amigo. Se
llama José Antonio Guardiola y es el director de ‘En Portada’. Es un
tipo que siempre tiene el teléfono operativo y la oreja abierta para
escucharte, lo llames a la hora que lo llames. Y tiene una virtud que
he visto en poca gente. A las tres menos diez, cuando falta poco para
que empiece el Telediario y los teléfonos no dejan de sonar, cuando más
gritan los jefes, su cuerpo genera el efecto contrario. Te habla con
tranquilidad, como si estuvieras tomándote una caña en un bar. Y si ves
que tu jefe lo tiene claro y no está nervioso, inmediatamente sabes que
lo vas a hacer bien y que la cosa no va a fallar aunque estés con el
agua al cuello. El único defecto que tiene es que es del Atlético de
Madrid.
¿Sigues la actualidad de La Palma?
Trato de seguirla, aunque más que por la prensa, la sigo por mi
padre, que es un ávido lector de periódico y un formidable oyente de
radio.
¿Cuándo tienes previsto visitar la Isla?
En breve, la segunda semana de mayo viajo a España y a mediados de
mes me iré unos 10 días a La Palma. Todos los años trato de ir, como
mínimo, al menos dos veces.
¿Cómo ves a La Palma desde miles de kilómetros de distancia?
Pues trato de verle la cara amable, sin meterme de lleno en los
problemas o en la bronca política. Si te digo la verdad, en La Palma
apenas veo la tele o leo la prensa. Me llevo algún libro y me dedico
básicamente a fastidiar a mis sobrinas, a estar con la familia y, si hay
tiempo, a jugar alguna pachanga de baloncesto.
¿Cuál es la noticia que más te gustaría contar?
Pues una que tal vez se dé este año o a principios del próximo: la
firma de un acuerdo de paz entre el Gobierno colombiano y la guerrilla
de las FARC.
¿Tiene futuro el periodismo?
Creo que sí. Siempre hará falta una profesión que sea crítica con el
sistema, que le busque las cosquillas al poder y a la oposición, que
viaje por el mundo haciendo cercanas historias lejanas. El panorama no
es el más alentador, porque cada vez hay más periodistas en paro y
contratos más precarios. Pero no me imagino una sociedad sin prensa. Es
como un baile sin orquesta o, como diría Sabina, estaríamos “vacíos como
la isla sin Robinson”. Todos estaríamos bastante perdidos.
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