Son tiempos convulsos para la industria de la Prensa. Después de años
de crecimiento y ganancias casi especulativas, los diarios se enfrentan
a un cambio radical en su modelo industrial y de negocio, y ahí han
concentrando todos sus esfuerzos y lamentos. Pero no se están dando
cuenta de que las transformaciones más importantes, las que van a marcar
el futuro, se dan en otros ámbitos.
Todo el nuevo ecosistema
tecnológico afecta a la financiación, desde luego, pero también y
probablemente antes a tres cuestiones fundamentales. La manera en la que
los periodistas tenemos que ejercer hoy nuestro oficio. La forma en la
que nos comunicamos con las audiencias e interactuamos con ellas, muy
especialmente a través de la redes sociales. Y por último, los nuevos
ritos de consumo de la información, sobre todo a través de dispositivos
móviles.
En estas tres cuestiones vitales es en las que hay que invertir
todo el talento y los recursos, porque son las que poco a poco, de
manera silenciosa, están destruyendo la función tradicional de los
diarios.
Hoy, más que nunca, el periodismo tiene que estar al servicio de la
gente, tiene que usar todo el poder de la tecnología para mejorar su
compromiso de calidad, pero también para comunicar de manera directa con
unas audiencias que son más activas y más exigentes que nunca y que
poseen herramientas igual de poderosas y sofisticadas que las que usan
los profesionales.
Estamos viendo en los últimos meses cómo se va degradando el mensaje
periodístico al mismo tiempo que las cuentas de resultados de los medios
se precipitan al abismo. Pero los ciudadanos no piden histeria
informativa, al menos el sector más valioso de esa comunidad de
lectores. Lo que quieren hoy, lo que necesitan en tiempos de tanta
incertidumbre es rigor y criterio. Valoración ajustada de las historias,
profundización, datos para entender lo que nos está pasando.
Por eso no creo que la salvación sea amurallar nuestro trabajo.
Alejar aún más a la gente de los medios, sobre todo si no se empieza a
trabajar antes en la reconstrucción de la relación de confianza entre
las cabeceras y sus lectores.
¿Experimentar con sistemas de pago? Por supuesto que sí y cuanto
antes, pero para los sitios generalistas no creo en los modelos
antagónicos, o de pago o en abierto. La receta debe variar según el
medio y las circunstancias de cada mercado. Es evidente que la situación
económica de los diarios es muy mala en casi todo el mundo, pero con el
pago por consultar sus páginas en Internet no van a solucionarla. Hay
que tomar más decisiones, tener una estrategia y muy claro qué se quiere
ser y para qué audiencia se trabaja.
Hoy parece que están de moda los muros de pago, pero imitar lo que
otros hacen sin tener claro todo lo anterior es irresponsable. Medios de
referencia podrán crear espacios de pago fomentando en principio la
migración de los suscriptores tradicionales a dispositivos digitales y
creando a continuación oportunidades de consulta de información que
generen un valor añadido, pero no creo que sea suficiente ni siquiera
conveniente reducir la oferta informativa a esos jardines cerrados.
Desde hace años pienso lo mismo, no me encaja castigar a nuestros lectores más fieles con un muro y premiar
a los ocasionales sin él. Desconozco una solución sencilla al problema,
no creo que exista, pero sí estoy convencido de que hay caminos que nos
acercan a ella y que aún no se han recorrido.
La tecnología ha devaluado la influencia de medios y periodistas como
intermediarios entre el poder y la gente, pero también entre los que
quieren vender y los que están dispuestos a comprar. La publicidad,
antes prisionera de la intermediación obligatoria, encuentra hoy miles
de caminos alternativos en los que está invirtiendo y experimentando. No
es verdad que ya no funcione, lo que no sirven son los esquemas
tradicionales de anunciante/agencia/soporte/destinatario. Esa cadena se
ha roto.
La influencia en ese campo también se está trasladando con rapidez a las redes. Un ejemplo, la cuenta personal de Michael Robinson en Twitter (@michaelrobinson) patrocinada por una casa de apuestas y que enlaza con su sitio web personal
patrocinado por la misma compañía. Ya saben empresas de comunicación y
profesionales dónde está el dinero: donde siempre, donde están los
seguidores que al final son las audiencias.
(*) Periodista y maestro en la Fundación Nuevo Periodismo Iberoamericano
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