Las cosas son como son y, además, son irreversibles. Por lo general. El definitivo RIP al invento iluminado de Julio Ariza, completamente missing mientras las denuncias se acumulan en los juzgados de lo Social y es muy posible que de lo Penal, viene a significar que nadie de esta guisa puede esperar nada que no se asiente sólidamente sobre la verdad sólida.

Recuerdo que cuando emprendió la locoide aventura del periódico impreso –cuando ya la crisis del papel era un acontecimiento cósmico y se empeñó en echar un pulso  a la deriva y, además, fichar para ese camino a personajes inexportables desde el punto de vista profesional-, me dijo en su orondo despacho del Paseo de la Castellana que en menos de dos años “convertiré a La Gaceta en el segundo periódico de España…”. Hice un rictus de incredulidad y JA fue aún más contundente: “Tú lo verás…”.

Pues bien, hoy ya no está en los kioskos, tampoco aportaba gran cosa, aunque haya que lamentar y lamento el sufrimiento y la incertidumbre de tantos buenos y honrados colegas. ¡Uno más!

En el otro extremo, constatar que aquel diario que durante tantos años tenía abiertas ventanillas para repartir patentes de casi todo lo bueno y lo deseable se constriñe sobre sí mismo en una andadura penumbrosa.

Ya no escriben firmas tan señeras como las de Enric González, Santos Juliá, Maruja Torres, por citar sólo algunas. La última en el bye, bye ha sido la de Elvira Lindo, que se ha despedido con un sonoro “quién alimenta a quién; si el canalla al necio o viceversa. O si el canalla al saberse aupado por sus pares a la cresta de la ola del capitalismo caníbal ha perdido toda compostura…”.

Explícate Elvira porque a ti no te han echado.