sábado, 27 de octubre de 2018

Periodismo mártir y heroico / Guillermo Herrera *

Después del asesinato cruento del periodista Jamal Kasogi en el Consulado saudita de Estambul, al parecer por tener pruebas de la implicación de su país en el 11-S y por haber colgado un vídeo en Youtube sobre este tema (ésta es la razón por la que se bloqueó una hora el servidor de Youtube, para sacar su vídeo) estoy tan conmocionado por el crimen como todo el mundo que tiene un poco de sensibilidad.

Pero hay otros muchos otros periodistas que han sido asesinados en el anonimato por cometer el ‘delito’ de ejercer su oficio con honestidad. Rindo homenaje a todos ellos igual que a todos los caídos por España de ambos bandos en nuestra guerra incivil. Reconozco que todos estos periodistas son más valientes que yo, porque no me atrevería a enfrentarme directamente con el poder a sabiendas de que me fulminarían.

En España tenemos otro caso sangrante del que no habla casi ningún medio informativo, para que no le quiten la publicidad los bancos, y que me recuerda al caso de mi excompañero de Facultad, Juan Ignacio Blanco, periodista y abogado criminólogo, a quien le arruinaron la vida y la carrera por investigar el crimen de las niñas de Alcácer. Blanco trabajó conmigo de Redactor Jefe en 1.988 en “El Caso Mundial”, tras el traslado a Almería de la Redacción.

Pero ahora está de actualidad el caso del periodista Josele Sánchez, exdirector de “La Tribuna de Cartagena” y actual director de “La Tribuna de España” en Youtube, que está exiliado y enfermo porque han tratado de envenenarlo, después de treinta años de ejercer esta noble profesión como corresponsal de guerra en distintos países. Su caso me conmueve e indigna porque ni el Gobierno ni la ministra de Justicia han movido un dedo para ayudarlo. ¿Dónde está la ética de la que tanto presume Pedro Sánchez?

Su ‘delito’ fue haber publicado, igual que César Vidal, la denuncia escrita presentada ante el juez Santiago Pedraz por presunto asesinato premeditado de Emilio Botín. Josele nunca dijo que la denuncia tuviera razón, simplemente se limitó a informar de ello. Inmediatamente comenzaron las amenazas y le ofrecieron un soborno de 400.000 euros y un trabajo en Costa Rica como director de un Instituto de Turismo, con un salario de siete mil euros al mes, sin tener ni puñetera idea de turismo.

Por supuesto que no aceptó el soborno porque sabía que si entraba en el juego de la corrupción se lo cargarían tarde o temprano, y entonces hizo lo contrario, echarle arrestos al reto y publicar una lista de presuntos pedófilos españoles entre los cuales hay políticos y altos cargos implicados en el caso “Bar España”, con las pruebas depositadas ante un notario de su confianza con la orden de hacer pública la información en el caso de que lo asesinaran como a Jamal Kasogi.

Josele Sánchez está deseando que se querellen contra él los acusados para poder presentar las pruebas ante un tribunal, pero ninguno de ellos se ha atrevido a denunciarle porque saben que llevan las de perder. En lugar de ello le han acosado cobardemente por todos los medios posibles. El resultado es que se haya autoexiliado enfermo y sin dinero en un país del tercer mundo, probablemente Marruecos, desde el que emite vídeos desde un canal de Youtube, el único espacio de libertad que nos queda a los periodistas, cuyo enlace reproduzco:


Descripción.- “La Tribuna de España es el arma mediática contra el pensamiento único. Periodismo cristiano y patriota, azote de la corrupción e insumiso con los poderosos.”

Esto me recuerda al caso de una señora juez que ahora está durmiendo en las bocas de metro de Madrid y pidiendo limosna en la calle después de haberle arruinado la vida y la carrera por haberse atrevido a investigar los negocios de Pujol, de Botín y de alguien más conocido. ¿Pero en qué país vivimos donde ser persigue a la justicia y se protege a la injusticia?

Sólo puedo expresar mi solidaridad y derramar mis lágrimas por estos compañeros heroicos, perseguidos injustamente por atreverse a tocarle las narices al poder corrupto de satanistas y pedófilos asquerosos a los que tanto denuncia Alberto Canosa.


(*) Periodista

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