Después
del
asesinato cruento del periodista Jamal Kasogi en el Consulado saudita
de Estambul, al parecer por tener pruebas de la implicación
de su país en el 11-S y por haber colgado un vídeo en Youtube sobre
este tema (ésta es la razón por la que se bloqueó una hora el
servidor de Youtube, para sacar su vídeo) estoy tan
conmocionado por el crimen como todo el mundo que tiene un poco de
sensibilidad.
Pero hay otros muchos otros periodistas que han sido asesinados en
el anonimato por cometer el ‘delito’ de ejercer su oficio con
honestidad. Rindo homenaje a todos ellos igual que a todos los
caídos por España de ambos bandos en nuestra guerra incivil.
Reconozco que todos estos periodistas son más valientes que yo,
porque no me atrevería a enfrentarme directamente con el poder a
sabiendas de que me fulminarían.
En España tenemos otro caso sangrante del que no habla casi ningún
medio informativo, para que no le quiten la publicidad los bancos, y
que me recuerda al caso de mi excompañero de Facultad, Juan
Ignacio Blanco, periodista y abogado criminólogo, a quien le
arruinaron la vida y la carrera por investigar el crimen de las niñas
de Alcácer. Blanco trabajó conmigo de Redactor Jefe en 1.988 en
“El Caso Mundial”, tras el traslado a Almería de la
Redacción.
Pero ahora está de actualidad el caso del periodista Josele
Sánchez, exdirector de “La Tribuna de Cartagena” y actual
director de “La Tribuna de España” en Youtube, que está
exiliado y enfermo porque han tratado de envenenarlo, después de
treinta años de ejercer esta noble profesión como corresponsal de
guerra en distintos países. Su caso me conmueve e indigna porque ni
el Gobierno ni la ministra de Justicia han movido un dedo para
ayudarlo. ¿Dónde está la ética de la que tanto presume Pedro
Sánchez?
Su ‘delito’ fue haber publicado, igual que César Vidal,
la denuncia escrita presentada ante el juez Santiago Pedraz por
presunto asesinato premeditado de Emilio Botín. Josele nunca
dijo que la denuncia tuviera razón, simplemente se limitó a
informar de ello. Inmediatamente comenzaron las amenazas y le
ofrecieron un soborno de 400.000 euros y un trabajo en Costa Rica
como director de un Instituto de Turismo, con un
salario de siete mil euros al mes, sin
tener ni puñetera idea de turismo.
Por supuesto que no aceptó el soborno porque sabía que si entraba
en el juego de la corrupción se lo cargarían tarde o temprano, y
entonces hizo lo contrario, echarle arrestos al reto y publicar
una lista de presuntos pedófilos españoles entre
los cuales hay políticos y altos cargos implicados en el caso “Bar
España”, con las pruebas depositadas ante un notario de su
confianza con la orden de hacer pública la información en el caso
de que lo asesinaran como a Jamal Kasogi.
Josele Sánchez está deseando que se querellen contra él los
acusados para poder presentar las pruebas ante un tribunal, pero
ninguno de ellos se ha atrevido a denunciarle
porque saben que llevan las de perder. En lugar de ello le han
acosado cobardemente por todos los medios posibles. El resultado
es que se haya autoexiliado enfermo y sin dinero en un país
del tercer mundo, probablemente Marruecos, desde el que emite vídeos
desde un canal de Youtube, el único espacio de libertad que nos
queda a los periodistas, cuyo enlace reproduzco:
Descripción.- “La Tribuna de España es el arma mediática
contra el pensamiento único. Periodismo cristiano y patriota, azote
de la corrupción e insumiso con los poderosos.”
Esto me recuerda al caso de una señora juez que ahora está
durmiendo en las bocas de metro de Madrid y pidiendo limosna en la
calle después de haberle arruinado la vida y la carrera
por haberse atrevido a investigar los negocios de Pujol, de Botín y
de alguien más conocido. ¿Pero en qué país vivimos donde ser
persigue a la justicia y se protege a la injusticia?
Sólo puedo expresar mi solidaridad y derramar mis lágrimas por
estos compañeros heroicos, perseguidos injustamente por atreverse a
tocarle las narices al poder corrupto de satanistas y pedófilos
asquerosos a los que tanto denuncia Alberto Canosa.
(*) Periodista
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