miércoles, 29 de mayo de 2019

David Jiménez: "Sabía que 'El director' me iba a crear enemigos"


BARCELONA.- David Jiménez ha sacudido el mundo del periodismo español con la publicación de 'El director' (Libros del K.O., próximamente en catalán en Navona), un texto en el que repasa el año que pasó al frente del periódico 'El Mundo' entre el 2015 y el 2016. Jiménez, que entró en el diario como becario y fue corresponsal en Asia desde 1998 hasta el 2014, dibuja un panorama desalentador en el que la prensa madrileña vive en estado de permanente soborno por parte de los poderes político y empresarial, a los que paga sus favores con tratos informativos de favor. Lo entrevista El Periódico.

Es evidente que su experiencia dirigiendo 'El Mundo' lo ha hecho cuestionarse sobre la libertad de prensa.
El nivel y la calidad de la libertad de expresión en España no se corresponden con un país moderno, europeo y occidental. Estamos por detrás. Probablemente algo arrastramos del hecho de ser una democracia todavía joven.

Si me pidieran a mí un diagnóstico solo a partir de su libro, haría uno mucho peor.
En los años que se relatan en el libro la situación era más grave. Fueron los años de Mariano Rajoy, en los que se ejerció una presión brutal sobre los medios porque aquel Gobierno tenía un poder abrumador. En un momento en que el Gobierno temía perder ese poder, se organizó una campaña brutal sobre los medios, castigando a los críticos y premiando a los que seguían la línea.

¿Aprovechando una debilidad acentuada por la crisis?
Sin duda el poder olió la crisis, olió la debilidad de la prensa y llegó a la conclusión de que tenía una grandísima oportunidad de apretarnos las tuercas, más incluso de lo que había hecho en el pasado.

Entonces, ¿esto no comienza con la crisis?
No podemos poner la crisis como excusa de muchas cosas que se han hecho mal en la prensa. Las ataduras de la prensa tradicional con el poder político y empresarial vienen de muy atrás. Muchas de las cosas que cuento ya sucedían en la época del 'boom', cuando los periódicos eran rentables y ganaban dinero. Lo que pasa es que con la crisis rompemos todavía más algunos de esos códigos éticos que deberíamos tener como periodistas.

Cuando habla del poder, ¿de qué poder habla?
Del económico, el político y el mediático. Los periódicos estaban despidiendo gente, en algunos casos había dificultades para pagar las nóminas, y la dependencia de los favores, tanto de empresas del Ibex como del Gobierno era mucho mayor. Y lo utilizaron todo.

¿Qué es todo?
Desde la publicidad institucional hasta la presión sobre los medios públicos, que fueron tomados por asalto. Pero también algunos privados. En ese ambiente es que yo llego a ocupar el puesto de director, y me encuentro en mitad de esa batalla por el control de la prensa.

Todo esto que denuncia en su libro, ¿cree que ocurre solo en España?
Si queremos compararnos con países con una tradición de prensa como la del Reino Unido, Alemania o Francia, estamos claramente muy atrás. Los políticos y los grandes empresarios de este país no entienden el papel de una prensa libre en democracia, tratan de condicionarla de diferentes formas, y después de la crisis la han condicionado todavía más.

En el libro no salen nada bien parados los empresarios de su antiguo diario.
Es que no podemos olvidar nunca que cuando hablamos de los poderes que han dañado la libertad de prensa en este país, hablamos de los políticos, de los empresarios y también de los grandes capos de los medios. Hemos tenido al enemigo en casa. Desde dentro ha habido empresarios y directivos que en lugar de hacer una defensa de la independencia de sus medios la han comprometido.

Hablando de empresarios, le cito una frase del que en su libro identifica como El Cardenal: “Tu periódico solo puede contar la verdad si sobrevive”. ¿La supervivencia de 'El Mundo' dependía de los acuerdos con el poder?
La mayoría de los medios tradicionales, sobre todo de prensa escrita, no habrían sobrevivido a la crisis sin los favores del Ibex y los Gobiernos. Todavía hoy son dependientes de esos acuerdos. La circulación se ha desplomado, los ingresos se han desplomado y hemos ganado mucha audiencia en los soportes digitales, pero no ha compensado la caída del impreso. En ese desequilibrio hemos tenido que buscar los favores de gobiernos y empresas. Ahí es donde nos vimos atrapados, y seguimos atrapados.

Esta no deja de ser una entrevista con un periodista que forma parte de ese sistema que denuncia. ¿Síntoma de asimilación o de libertad de prensa?
Bueno, que El Periódico me esté entrevistando a mí es excepcional. No todos los medios tradicionales me están entrevistando. Algunos han ignorado completamente el libro. El libro está en su quinta edición, es claramente un éxito editorial, es difícil de ignorar, pero algunos lo consiguen. Pero, efectivamente, si dieran publicidad al libro tampoco les afectaría. Los acuerdos son tan parte del sistema que difícilmente pueden ser alterados por un libro.

Hay nombres propios en el libro, y denuncias graves. ¿Está blindado contra posibles demandas?
Nunca estás blindado contra las consecuencias de escribir un libro así. Yo sabía que podría tener problemas, que me iba a crear enemigos, que podía haber empresas mediáticas que me vetarían probablemente de por vida. Y sin embargo, habiendo conocido desde dentro ese lado oscuro del periodismo, habría sido un acto de cobardía no haberlo contado. Mi deber como periodista es: si tengo una buena historia, contarla. Y si afecta a mi propio oficio, no puedo decir: es que son de los míos, vamos a guardar esto en el cajón para que nadie se entere.

En otras entrevistas ha hablado de una ley del silencio en el periodismo.
Sí. Yo quería romper la ley del silencio que ha existido en torno a la prensa durante décadas. Una ley por la cual los periodistas se atribuían legítimamente el derecho de criticar, desvelar e informar sobre todo el mundo, menos sobre sí mismos. De ahí la reacción de una parte de la prensa tan negativa hacia el libro.

De la prensa, de sus antiguos compañeros… Están molestos entre otras cosas porque usted airea las intimidades de la redacción.
Claro, porque en las redacciones tenemos una responsabilidad sobre muchas de las cosas que han ido mal. ¿Qué ley, qué reglamento o normativa existe que impide que se pueda criticar a los periodistas?

Hay gente del oficio que dice que esas partes aportan poco al contenido principal del libro.
Uno de los errores que han cometido algunas personas es pensar que yo he escrito un libro para periodistas. Yo he escrito un libro para periodistas, para bomberos, para doctores, para abogados y para taxistas. No está dirigido solo a periodistas, pero los periodistas lo leen como una cosa personal y emocional. Es solo un libro. Es simplemente mi verdad. Dentro de esa verdad, de lo que yo viví, una parte importante fueron mis relaciones con la redacción, las lealtades y deslealtades que viví, las peleas que se producen en una empresa donde hay cientos de empleados, la manera en que las castas privilegiadas tratan de proteger sus puestos, sus salarios, sus promociones.

También, que falta autocrítica.
En el libro creo que también hay autocrítica, y se puede decir, tenía que haber habido más, tenía que haber habido menos, pero hay autocrítica hacia decisiones que uno toma en esa posición de director que no eran las adecuadas.

¿De qué pecaron los directivos de 'El Mundo' al darle el puesto?
Yo creo que se produjo un malentendido entre nosotros. Ni yo era el director que ellos buscaban ni ellos eran los directivos que yo necesitaba para hacer el proyecto en el que creía.

No se nombra a un director sin una reflexión previa, sin un análisis, sin…
En esa empresa es muy posible. Sin haber hecho siquiera el ejercicio de poner mi nombre en Google, porque si hubieran hecho eso y se hubieran leído el blog que llevaba años escribiendo, habrían visto que era un blog en el que criticaba a la monarquía, a los gobiernos, a los partidos, incluso, curiosamente, a la prensa.

Cuando se dio cuenta de cómo funcionaba el periódico, ¿no se planteó dimitir?
No, porque yo tenía un vínculo emocional con 'El Mundo'. Había entrado de becario, había estado de corresponsal muchos años, me había jugado la vida por informar a los lectores en lugares como Afganistán, Timor, Cachemira o Sri Lanka. Yo realmente creía que podía ayudar a sacar adelante ese proyecto. Al darme cuenta de cómo funcionaba el sistema, interioricé que debía defender el periódico de quienes trataban de entregárselo a intereses económicos o políticos.

¿Ha perdido amigos por el libro?
Digamos que tengo amigos que ahora llevan nuestra amistad con mucha más discreción. Los que han podido dejar de llamar después de la publicación del libro no eran amigos de verdad, y los que lo eran han entendido el libro, lo han apoyado y a veces lo han criticado. Ahora bien, si alguien deja de ser tu amigo porque has ejercido tu derecho a la libertad de expresión publicando tu verdad sobre un periodo importante de tu vida, entonces no merecía la pena.

Se ha referido a su decisión de publicar el libro como una inmolación profesional.
Sí, pero con la ventaja de que me puedo permitir esa inmolación. Por eso no termino de aceptar ese piropo de que es un libro muy valiente. Me lo puedo permitir porque trabajo para medios extranjeros, porque tengo una situación económica holgada, porque no dependo de una tertulia para llegar a fin de mes. Sería injusto exigirle a un periodista en precario que gana 1.000 euros en una redacción de provincias que denunciara el sistema, porque eso probablemente le excluiría para siempre de este mundo.

Es un libro de denuncia. ¿Qué le gustaría que pasara?
Lo importante para mí es que el libro ya ha abierto un debate sobre el estado del periodismo en España. Me encantaría que llevara a la autocrítica y a la conclusión de que también necesitamos esa regeneración que le hemos exigido a la empresa y a la política. Lo ideal sería que los compañeros que me escriben contándome las manipulaciones en sus medios, y que lo hacen solo por privado, también se animaran a contar lo que va mal.

¿Le escriben mucho?
Se podrían escribir tres libros más con la información que me ha llegado desde que he publicado el libro: de televisiones, radios, grandes periódicos, de pequeños diarios de provincias donde muchas veces las presiones y los intereses son incluso mayores.

¿Por qué cree que ha tenido éxito más allá de las redacciones?
La gente tenía ganas de conocer un mundo que había permanecido en el armario. Que se había protegido de las miradas exteriores. La gente ve la contradicción, pues son precisamente aquellos que se dedican a contar cosas sobre los demás. Con el boca oreja, el libro está creciendo a pesar de que tiene un veto por una parte de la prensa. Y eso solo puede ocurrir si la gente cree que la historia es auténtica y lo que se está contando ahí es verdad.

Aún no tiene que llevar guardaespaldas, ¿no?
Je, je. No, todavía no. Afortunadamente no estamos en países como México, donde los periodistas que revelan verdades incómodas mueren en atentados. Aunque hay amigos que me dicen que mire en los bajos del coche antes de cogerlo. En broma.


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