domingo, 30 de agosto de 2009

Leyes contra la libertad de prensa / Nélida Rebollo de Montes *


El matrimonio presidencial de los Kirchner se parece, en lo relativo a la persecución a la prensa, a lo que dice Isabel Allende, novelista chilena, “Que para ella Contar historias es como comer”. El símil con los gobernantes nombrados debería ser que para ellos perseguir y reprimir a la prensa es como comer. Entre las diversas medidas adoptadas figura la instalación del Observatorio de la Discriminación para espiar y sancionar al periodismo. Desconocen que los medios de información deben estar al lado de la crítica, no de la censura.

Ciertos amanuenses pertenecientes a las Ciencias Sociales de la UBA (Universidad de Buenos Aires) en un documento sin firma opinan a favor del gobierno en este tema y lo hacen con inquina ideológica y dogmatismo totalitario en contra de la prensa independiente. Dije entonces que en la Argentina la mandataria, siguiendo el talante de su esposo Néstor Kirchner, hablaba desde el atril ubicado en el salón de la Casa Rosada y difundido por televisión, teniendo como público a grupos incondicionales y funcionarios adictos.

En otras ocasiones donde usa prolongadamente su oratoria, la realiza en escenarios públicos cuya escenografía es alusiva a su partido político. En democracia cuando el presidente gana las elecciones deja de ser jefe de su partido para ejercer su cometido como mandataria incluyendo a todos los argentinos. Se han sucedido, desde la primera magistratura, episodios de total desprecio por el periodismo de nuestro país al que se lo ha humillado, desconocido y alejado por las fuerzas de seguridad, prefiriendo la Sra. Presidenta Kirchner en sus viajes al extranjero hacer concesiones a periodistas de otros países para responder a contadas preguntas.

¿Qué sigue pasando con los medios de información? Aparecen varios intentos por afectar profundamente al periodismo y a sus lugares de trabajo. Existe una lucha a muerte con el diario Clarín, prestigioso medio nacional y el gobierno. Hasta han actuado grupos de choque del oficialismo para intimidar al órgano de prensa contra el que van los dardos; las amenazas y los groseros letreros que llevan inscripciones degradantes para amedrentar a los destinatarios directivos; empleados jerárquicos y aún periodistas.

Entre los muchos proyectos contra la libertad de prensa ya en ejecución, el gobierno intenta prohibir el aporte privado en televisión, actúan con gran apuro para que se debata este tipo de proyectos antes del recambio legislativo. Otros planes sobre el mismo tema elaborados aceleradamente tienden a aplicar una efectiva limitación a los derechos de los medios independientes y a la labor periodística.

Ya merodea en el ambiente y en los preparativos de urgencia la llamada ley de radiodifusión cuyo proyecto de Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual tiende a desmerecer el periodismo libre; objeto de persecuciones y limitaciones para destituirlo de su función hasta apropiarse de sus bienes como también la decisión de cortar de cuajo las licencias que tienen las radios.

Además el gobierno pretende prohibir la inversión en publicidad televisiva, un gasto a los que se les destina las mayores sumas en todas las campañas electorales. La reforma que se propone contemplará que los espacios para avisos audiovisuales sean sólo los que cede el Estado a través del reparto oficial que se define por sorteo en un periodo electoral.

Esa persecución se explica después de la derrota legislativa del 28 de junio de 2009. Derrota, por otra parte, que no acepta el matrimonio presidencial a pesar de la abrumadora cantidad de votos en las últimas elecciones legislativas conquistados por otros partidos. No ha faltado tampoco, en esta declarada persecución “destituyente”, la iniciativa de presentar a la presidenta como autora de artículos en diarios argentinos convirtiéndola, el vocero presidencial de abril de 2008 como una “columnista estrella” a partir del gravísimo problema con el campo que le costó a la Jefa de Estado una estrepitosa caída en la imagen presidencial.

En un comentario de entonces dije que en la actividad periodística los prejuicios y los fanatismos son fatales pues esta profesión, entre otras cosas, debe denunciar el fraude, la incompetencia en la conducción de los asuntos públicos y que consideraba que en estos tiempos en que se encaran problemas muy contradictorios, era esencial para la figura presidencial no hablar en exceso ni tampoco escribir en exceso, pues la demasía de texto debilita la coherencia de la crónica y de la opinión.

Pero ante la andanada de agresiones contra el periodismo para justificar una ley anormal contra ellos que parte del gobierno, es oportuno recordar que la jefa del poder político, ni los funcionarios del gobierno les corresponden dar normas, criterios y conceptos sobre cómo deben encarar su profesión los periodistas.

Tampoco deben, desde la cima del poder, aprovecharse de la confusión que causan, previa teorización con las que pontifican desde su soberbia contra los periodistas para subordinarlos. No entienden que el periodista trabaja para que el público se entere de lo que quiere saber y de lo que le gusta leer.

El poder en el gobierno no sabe valorar la honestidad y el tesón que hay que poner en la actividad periodística además de la responsabilidad entre el número abultado de los hechos que se suceden y la paciencia para la selección de noticias e informar con la celeridad que corresponde al periodismo y a la demanda de información. A esta altura es lícito pensar que no son los errores que le atribuyen a los medios lo que le preocupa al gobierno sino la verdad que hubieran querido ocultar.

A esto se impone la calidad personal del periodismo, su imperturbabilidad ante los agravios de gobernantes y funcionarios que no pueden ocultar lo que debe trascender. Les molesta más la negativa periodística a transigir con las opiniones interesadas.

A la crítica mordaz, irónica y sarcástica contra el periodismo que expresa la señora presidenta Cristina Fernández de Kirchner habría que responder que el periodista es un maestro público que necesariamente tiene sus convicciones y que necesariamente no renuncia a ellas por el solo hecho de que no las comparta con su esposo, el ex presidente.

Hay que entender que el periodista no es un advenedizo que necesita previamente realizar su trabajo de acuerdo con lo que piensa el poder político en el gobierno, proporcionándole rápidamente la noticia o el análisis a su entera conformidad de acuerdo a lo que sus majestades desean. Por los dichos y las formas que expresa el gobierno creen tercamente que el periodista no tiene más jerarquía que sus ordenanzas o servidores. El ordenanza cumple órdenes y siempre está en espera en que le suministren nuevos encargos.

En cambio, el periodismo no tiene que obedecer órdenes del poder político en su cometido ni rendir cuentas de cómo obtiene sus noticias. Por otra parte el periodismo no se propone reformar el mundo como algunos ideólogos gubernamentales. Al periodista le basta guiarse muchas veces por el sentido común bueno, acertado y práctico aplicado a las necesidades y a la sed de noticias de hombres y mujeres que participan en la vida cotidiana. Su divisa es no apoyar ningún partido aunque esté en el poder y exija sometimiento y subordinación.

Tampoco el periodismo debe servir a las camarillas ni a los órganos facciosos perturbadores e insurrectos. Además cada periodista tiene su estilo que va desde el audaz; el bien condimentado y muchas veces ruidoso y no tratan de excluir las degradantes noticias de la corrupción, si la hay.

El periodista vuelve cada día a la lucha más grande que es saber qué pasa, cómo pasa, quiénes son los protagonistas, dónde suceden y quién la provocó etc. La suya es una lucha dinámica y más independiente para merecer el respeto y la credibilidad. Es ésta una forma de salvar la verdad cueste lo que cueste complaciendo así al público lector.

Pero evitando caer en la carroña política partidista. Su función es expresar libre y sinceramente su opinión sobre todo asunto público y hombre público. Cada medio quiere ser el primero entre los primeros pero con honestidad y lo que más importa es el país con su seguridad jurídica, su prosperidad; respetabilidad dentro y fuera de sus fronteras; la felicidad de su gente; el estímulo al esfuerzo; la cultura del trabajo; la honradez del pueblo y su formación cívica.

El periodismo cumple su deber dando noticias completas y veraces de todos los ámbitos del mundo, comentando con claridad los acontecimientos de cada día; apoyando a las empresas que dignifiquen al hombre; al gobernante; a la Nación y también en el comercio y en la civilización.

El periodismo independiente tiene una sagaz noción de lo que un gran número de los lectores quiere; y, por ello no pierde contacto con el pueblo, pensando y sintiendo con él, sin tener miedo, siempre correcto; siempre libre; sin permitir el engaño, la mentira y la simulación ni el maniqueísmo de los que embaucan a su propio país durante años con la pretensión de quedarse para siempre en el poder donde pululan los demagogos, charlatanes, convencionales y legisladores corruptos.

(*) Profesora y periodista

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