jueves, 26 de noviembre de 2009

La prensa pierde a 24 periodistas en la matanza de Mindanao

MANILA.- La prensa de Filipinas, considerado uno de los países más peligrosos para ejercer el periodismo, ha sufrido esta semana el golpe más duro que se recuerda, tras perder a 24 reporteros y ayudantes en la matanza de Mindanao, donde además fueron asesinadas otras 33 personas.

La extrema crueldad que rodeó los asesinatos cometidos el pasado lunes en el sur del país, y el hecho de que la mitad de las víctimas perteneciera a la prensa, ha consternado al gremio en Filipinas, donde los periodistas de fuera de la isla de Mindanao suelen sentir temor cuando se desplazan a la conflictiva región.

"Ha sido algo realmente terrible, sin sentido, ellos no tenían la culpa de estar acompañando a esa gente", ha indicado Jamela Alindogan, presentadora de la televisión nacional ABS-CBN y colaboradora del canal Al Yazira.

Alindogan ha confesado que le "tiemblan las rodillas" cada vez que sus jefes le piden que viaje al sur para informar de los ya habituales secuestros o esporádicos enfrentamientos que libran en la zona los grupos rebeldes y las fuerzas de seguridad filipinas.

Para muchos profesionales de la información en Manila, la matanza ha sido la gota que ha colmado el vaso, por lo que se plantean no cubrir la evolución en Mindanao de próximas elecciones, pues presumen que la violencia aumentará a medida que se acerque la fecha de inicio de la campaña.

"El corazón me dio un vuelco cuando supe que tantos inocentes habían muerto, entre ellos periodistas que estaban haciendo su trabajo, aunque ya sabíamos cómo se las gastan los hombres de Ampatuan", ha afirmado Roel Pareño, corresponsal de Efe en Mindanao.

Hay que recordar que los hechos ocurrieron después de que un centenar de pistoleros secuestrara el lunes a unos sesenta civiles cuando se dirigían a formalizar la candidatura a gobernador de la provincia de Maguindanao de Ismail Mangudadatu, quien pretendía el cargo al que se ha aferrado Andal Ampatuan, un poderoso 'datu' o jefe tribal musulmán temido en todo el sur de la isla.

Pocas horas después de la matanza, los militares empezaron a descubrir fosas con cadáveres, incluidos de personas decapitadas o mutiladas, y mujeres con señales de que fueron violadas antes de ser asesinadas.

La carnicería cometida por este clan familiar que domina la región ha colocado a Filipinas por delante, incluso, de naciones en guerra como Afganistán, Irak o Somalia en casos de reporteros fallecidos en el ejercicio de su profesión.

Con estas nuevas muertes son ya al menos treinta los periodistas asesinados este año en Filipinas, aunque la cifra puede aumentar ya que que todavía las autoridades no han identificado varios de los cadáveres hallados en las fosas.

Las víctimas de la matanza de Maguindanao se unen a otros seis profesionales de la información asesinados en lo que va de año en Filipinas, la mayoría tras informar sobre casos de corrupción relacionados con políticos y funcionarios locales.

El último asesinato denunciado fue el de Godofredo Linao, acribillado a tiros el pasado 27 de julio a la salida de su emisora en la provincia de Surigao del Sur por sicarios del gobernador que ya le habían amenazado de muerte en varias ocasiones, tal y como informó la Policía.

Hasta el momento, continúan pendientes de resolución 62 de estos casos ocurridos durante los casi nueve años de mandato de la presidenta, Gloria Macapagal Arroyo, quien en vez de exigir a la Policía la captura de los culpables, ordenó a la institución impartir a reporteros unos cursillos para que "aprendan a velar por su propia seguridad".

Según datos de la Unión Nacional de Periodistas, sólo cuatro de esas muertes han acarreado penas de cárcel para los asesinos, en un país cuyo sistema judicial es visto como débil y corrupto por los filipinos de a pie.

Precisamente, el asesinato de periodistas es el argumento de 'Bente' ('Veinte'), una película estrenada este año en Filipinas que relata la historia de un locutor perseguido por los guardaespaldas de un alcalde.

"Ya estoy muerto. La vida de un filipino no vale más de veinte pesos", afirma en una escena que da título al filme el protagonista, que encarna Jingoy Estrada, un senador real que, precisamente, califica de "enemigo" a aquel reportero que le parezca incómodo.

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