sábado, 28 de agosto de 2010

Carlos Mendo, sinónimo de periodismo / Juan Cruz

Para todos nosotros en el oficio Carlos Mendo, su nombre, era sinónimo de periodismo; del periodismo de siempre, ese periodismo esforzado y al mismo tiempo placentero, en el que se volcaba sin esfuerzo aparente alguno, como si su ejercicio fuera su piel, su manera de respirar. 

Había en él el cierto placer del oficio, de ejercerlo, de haberlo ejercido, de contarlo. Supe de su muerte mientras viajaba por una carretera de Tenerife, rumbo a mi casa, y lo supe por una llamada de la agencia Efe. 

A él le hubiera gustado eso: que en el tiempo de tanta instantaneidad, cuando abres la máquina (el teléfono, en este caso) y sabes de inmediato todo lo que sucede, que haya sido un agenciero, como decía él, quien me diera la noticia tremenda de su desaparición lamentable. Una noticia, una mala noticia. 

Las agencias fueron para él el núcleo del periodismo, de lo que se hacía en las agencias partía todo lo que se hacía en los periódicos, pues las agencias no cesaban nunca su trabajo de servicio, su manera indicativa de estar ahí, alertando. 

Corrí hasta mi casa, para escribir de Mendo, y al llegar, dispuesto a escribir (lo que se publica hoy en su periódico, y el mío) se me cayó en el agua uno de los móviles que utilizo; luego se quemó, literalmente, así que ya me quedé tan solo con el ordenador, que además dejó de estar conectado a Internet cuando le dio la gana, y hube de caminar por el pueblo en busca de un Internet público desde el que me dejaran comunicar mi apreciación de este periodista extraordinario. 

Fueron todos ellos incidentes que ahora, pasadas estas horas, me parecen simbólicos de la desnudez del oficio: lo que importan no son tantos los materiales sino los hechos, la experiencia para contarlos, la memoria que se tiene de las claves de lo que ocurre. Y eso lo manejaba Mendo con una maestría total, su entusiasmo por el periodismo, su manera de estar en el oficio, lo convertían en un caballero de la profesión. 

Él podía tener la idea que fuera (idea muy ideológica, por cierto, a veces extremadamente conservadora) pero jamás se olvidaba de los materiales primordiales del oficio, que ejercía como los cirujanos cumplen con su trabajo: sin fijarse en sus propias ideas sino en las necesidades de cumplir con las exigencias de la profesión. 

Era una metáfora, un sinónimo del periodismo, un hombre culto, apasionado por la historia, apasionado por la vida; su risa era la risa de todos allí donde estuviera, y su manera de vivir el periodismo fue siempre para mi envidiable. Hasta el final fue un periodista, y eso a los que tenemos esta vocación como un veneno dulce es un objetivo, una manera de estar. 

No hay comentarios: