martes, 21 de diciembre de 2010

Una periodista de la AFP cuenta sus 17 horas detenida en Bielorrusia

MINSK.- La periodista de la AFP Maria Antonova, detenida en Minsk después las protestas que se produjeron tras la elección presidencial del domingo, fue liberada el lunes sin explicaciones tras ser retenida 17 horas por la policía de Bielorrusia. Este es su relato: 

"¡Atrápala!" dice un hombre de civil a policías antidisturbios. Segundos más tarde, estoy de rodillas, con las manos detrás de la cabeza.
(...) Estoy a cinco minutos a pie de mi hotel, tras haber cubierto la manifestación de varios millares de opositores contra la reelección del presidente Alexandre Lukashenko.
Presento mi tarjeta de acreditación del ministerio bielorruso de Relaciones Exteriores. "¿Es usted de la Agencia France Presse? ¡Váyase a Francia!", me responde secamente un oficial.
Estoy entre diez detenidos, de rodillas. Un solo movimiento, y uno de los oficiales te golpea en la cabeza. Uno de mis compañeros de infortunio, asmático, se ahoga sin su inhalador. Fue detenido cuando iba a buscar su coche para recogerlo. "Tendrás tu inhalador en tu tumba", le lanza un policía.
Nuestro minibús y otros vehículos llevan a la gente hacia los centros de detención. Descargan a los detenidos y vuelven al centro a buscar a otros manifestantes. Es la una de la madrugada. La manifestación en la plaza de la Independencia ha sido dispersada desde hace ya mucho tiempo.
En un comisariado del centro de Minsk, donde me hallo con otros 90 detenidos, rápidamente se comprende que una tercera parte de los presentes no tiene nada que ver con la manifestación de la oposición. Como un hombre que pidió a la policía cómo hallar una tienda, o una mujer que cerraba su peluquería.
En las siguientes 10 horas, permenecemos sentados en un sótano. Cuando, al cabo de dos horas, una mujer pregunta por qué se la tortura, somos autorizados a ir al baño.
Sangra el brazo herido de un detenido. Buscamos trapos en nuestro bolsos para improvisar una venda.
Al cabo de tres horas deberíamos ser liberados, según la ley. En lugar de ello se nos fotografía y se nos toma las huellas digitales. Los hombres de la policía antidisturbios dan su testimonio para que se levanten nuestras actas.
"Sí, era ella, llevaba un abrigo blanco" "Y estos zapatos, ¿cómo los llamas?", me pregunta uno de ellos. No es el que me detuvo.
Rehuso firmar el acta donde se afirma que participé en una manifestación no autorizada, y en la que la hora de mi detención es incorrecta.
Ya es de día, pero hemos perdido la noción del tiempo en el sótano. Trece horas después, me colocan en una celda.
Cuatro de mis codetenidas son llevadas antes que yo, y trato de calentarme en la celda, de uno por dos metros. Finalmente, me duermo en un banco de cemento, mientras escucho un llanto que procede de otra celda vecina, a través de los conductos de ventilación.
Diecisiete horas después de mi detención, los policías me llevan hacia la salida, deseosos de acabar con el malentendido. Me sueltan.
"Espero que sigamos siendo amigos", me dice el que me acompaña en coche hasta mi hotel.

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