miércoles, 23 de marzo de 2011

Félix Morales o la pasión por el periodismo / Jesús Prado *

Hace tan sólo unas horas que me llegaba, a través de la palabra de Pirula Arderius ( él siempre la llamó Pilar), la noticia, escueta, como una descarga: "Félix acaba de morir". Su estado en los últimos días, ("Jesús, estoy muy jodido") y su edad amortiguaban el calificativo de sorprendente aplicado a una información de este tenor. 

A partir del conocimiento de la decisiva ausencia, sobre el escenario interior se extiende la niebla de la tristeza y su inseparable compañera, la nostalgia. Cuando desaparece una figura, otra más, de nuestro catálogo de afectos sólo nos queda la memoria, el único rescate posible contra el olvido que es, en definitiva, la muerte verdadera. 

Mi álbum de recuerdos de Félix comienza hace cuarenta y dos años a lo largo de los cuales hemos compartido un tramo importante de nuestras biografías y una pasión común: la de hacer periódicos. Con este currículo no hay, por tanto, sitio para el olvido.
 
Aquellos que hayan seguido la trayectoria de Félix Morales coincidirán conmigo en que si hay algún rasgo determinante en su historia personal éste ha sido su condición de periodista. Y de un modo tan radical y tan absorbente que cualquier otro perfil de su biografía queda totalmente oscurecido por el protagonismo que su profesión ejerció a lo largo de su vida. 

Su propia singladura personal, su elegida soledad, acentuó hasta lo imposible su dedicación a un oficio que adoró siempre y al que se entregó, no sólo con talento sino con una lealtad y una honradez extraordinarias. Con la misma lealtad y coherencia con las que fidelizó, a lo largo de su vida, el compromiso con sus ideales.
 
Félix fue director de periódicos en años difíciles para el oficio, en los que la audacia consistía en aprovechar las rendijas de un sistema blindado para, a base de instinto profesional, sondear los límites y las fronteras de lo posible. Y aun en aquella atmósfera, ver trabajar a Félix conllevaba disfrutar de su magisterio profesional, de su buen criterio y su capacidad de análisis y, dentro de las limitaciones de la época, su carácter peleón y su comprensión hacia causas que no eran, estrictamente, las suyas. 

Era un excelente director de periódicos y lo fue, casi exclusivamente, de provincias. A lo largo de su vida dirigió seis diarios pero, de tantas charlas compartidas, siempre me quedó clara la profunda huella que le dejó, en su vida y en su oficio, su paso por la dirección de 'Información', una etapa en la que, seguramente, cuajó su mejor rendimiento profesional.
 
Siempre volvió por Alicante y hasta su final siguió las vicisitudes de esta provincia, día tras día, a través de las páginas de su querido 'Información'. De ahí que siempre consideré un honor y todo un desafío que me encomendara la dirección de su diario predilecto en aquél lejano verano del setenta y uno. Lo sentí junto a mí entonces y volví a sentir su compañía, cerrando el ciclo, en mi reciente despedida.
 
Desde Alicante su destino profesional lo llevó a Madrid para hacerse cargo de la Dirección Técnica de la entonces cadena de diarios del Movimiento. Desde aquella atalaya (que abarcaba cerca de cuarenta periódicos) se esforzó en renovar los cuadros de dirección y fui testigo de la habilidad y la firmeza que desplegaba para defender a "sus" directores de las embestidas de los jerarcas locales del momento. Siendo, como era, un hombre del régimen nunca fue un incondicional ni disfrutó de las bendiciones de la línea dura. Se aferró a su profesión por amor al oficio nunca como trampolín.
 
Félix Morales deja un buen número de amigos en Alicante y cinco años de su vida desparramados por las páginas de 'Información', en una etapa de relanzamiento y consolidación de una cabecera que, junto a su querido Vicente Rangel y un equipo heterogéneo al que supo sacar el mejor partido, colocaron entre las más rentables de la cadena. Félix me hizo director de dos periódicos, fue un lujo aprender con él muchas claves de este trabajo, admiré su honestidad y, aún no coincidiendo en alguno de sus esquemas vitales, nos respetamos siempre. 

Nuestro vínculo fue el afecto y la pasión común por el periodismo. Desaparece un periodista de raza, de los que disfrutaban alargando hasta la madrugada la jornada del día o discutían un titular a última hora o les conmovía una exclusiva. No quedan muchos profesionales de aquella estirpe.

(*) Consejero de Editorial Prensa Alicantina

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