SAN SEBASTIÁN.- El donostiarra Xabier
Iglesias (1981) descubrió en las calles aledañas de los medios de
comunicación que hay un puñado de periodistas que se mueven libres, sin
rendir cuentas: son freelance. Están escribiendo el relato de
lo que palpita en los ciudadanos y no atienden a los gritos de pánico de
los editores. En el libro Seguimos informando, Iglesias
entrevista a ocho de estos cronistas (Zigor Aldama, Martin Aldalur,
Mikel Ayestarán, Ander Izagirre, el navarro Daniel Burgui, Antonio
Pampliega, Alberto Arce y Xavier Aldekoa), "una generación estrella",
según su autor. Y para certificar esta categoría, también incluye dos
relatos de muestra por cada periodista. En este primer tomo, de una
futura trilogía, reivindica la forma de hacer reporterismo de los freelance. En las dos siguientes entregas Iglesias se centrará en los fotoperiodistas y en las mujeres cronistas, respectivamente. Lo entrevista 'Noticias de Navarra'.
En su libro entrevista a ocho periodistas reconocidos
por sus reportajes, pero que muchas veces no encuentran quien publique
sus historias. ¿Por qué hay esta contrariedad?
Los medios de comunicación se han convertido en negocios que
no tienen ni idea de periodismo y han decidido dejar de ejercer como
cuarto poder, le dan la espalda a las historias comprometidas. En
cambio, con el libro quiero reivindicar los buenos reportajes que sí
sirven a la sociedad, para justificar que la profesión no se muere, que
no está en crisis, porque vive en los grandes periodistas. Y, de esta
forma, quiero volver a ilusionar a los lectores para que vuelvan a creer
en una profesión atacada. Porque es normal, viendo la situación actual
de los medios, perder la fe en la profesión.
En los reportajes que incluye, ¿hay alguna unidad temática?
Están más conectados por la forma en que trabajan los
periodistas: son relatos que personalizan al protagonista. Y me he
permitido etiquetarlos como comprometidos por el respeto que les
demuestran. Es "periodismo con botas", como explica Ander Izagirre, que
busca las historias de primera mano, está en la calle y conoce a la
gente. Además, los textos de muestra también sirven para demostrar que
no hace falta ir lejos para encontrar buenos reportajes. La pieza de
Alberto Arce, por ejemplo, es una crónica de la huelga general del año
pasado en Barcelona. Como explica Daniel Burgui, el periodista tiene que
"patear la calle, debajo de su casa, para buscar las historias", porque
aquí también hay gente que lo está pasando mal y que tiene una historia
detrás que puede servir para despertar esa visión crítica de la
sociedad.
¿No es redundante? El periodismo debe ser comprometido.
Sí, debería ser así, y es triste tener que poner una etiqueta a
los reportajes. Pero muchas veces coges cualquier medio y te das cuenta
de que no hay compromiso con los protagonistas de las historias ni con
el lector. Quizá ese trabajo frívolo no debería ser llamado periodismo.
Estos periodistas, ¿están unidos como grupo, con reivindicaciones comunes?
Sí, ellos mismos han hecho piña bajo esa etiqueta de freelance,
porque se ven desprotegidos por las empresas y sufren los mismos
abusos. Enumeran, por ejemplo, la falta de respeto por su trabajo, como
cuando les roban textos o fotografías, o la inseguridad laboral. Antonio
Pampliega explica cómo una empresa le quiere publicar su reportaje
sobre las guerras afganas, pero gratis, para darle visibilidad.
¿En Seguimos informando hay nostalgia por cómo trabajaban antes los cronistas?
Claro, porque me inspiré en el libro de Aurelio Martín Seguiremos informando
que habla de grandes periodistas como Meneses o Miguel Gil, pero que o
se han retirado o han muerto. Así, mientras lo leía, me di cuenta de que
ahora tenemos una generación al mismo nivel que la de los maestros, que
escribe historias con mucha calidad. Por lo que con el libro quiero
certificar que, a pesar de la mala situación del periodismo actual, hay
un grupo de reporteros de la que nos podemos sentir orgullosos.
Aun así, mientras Izagirre o Antonio Pampliega peinan
los mapas buscando reportajes, los medios organizan simposios para
reinventar el periodismo.
Los gerentes de las empresas están pensando cómo rescatar el
modelo de negocio, porque el periodismo no hay que reformularlo. Ya está
definido, se hace en la calle, hablando y escuchando.
A los protagonistas del libro, muchas veces los medios no les publican sus historias, ¿Internet puede ser la salida?
Los freelance se tienen que buscar la vida y publican
los reportajes que nadie compra en su propio blog o en un libro
electrónico. Sienten que no pueden abandonar a los protagonistas de sus
historias, porque tienen un pacto con ellos. Como argumenta Izagirre, su
forma de trabajar "da para comer, pero para cenar ya es otra cosa", así
que siguen luchando y buscan alternativas. Estas otras opciones son el
intento de cenar y desayunar, pero sin olvidar que la Red es una
representación pequeña de la sociedad.
Por ejemplo, Arce publicó en el libro Misrata Calling la
crónica de la rebelión Libia que ningún periódico le compró, pero un
año después del asedio, entonces ¿el lector se está quedando
desinformado?
Los lectores corremos el riesgo de que cada reportero tenga
que conformarse con su propia ventana en su blog. Por lo tanto, el
relato estaría tan diversificado que sería imposible entender el
contexto de la realidad. Es el momento de arrebatarle el periodismo a
los medios y que lo gestionen los propios periodistas: crear cabeceras
autogestionadas. Porque con el trauma que ha producido Internet en las
empresas todavía están pensando qué salvan, y no es lógico conservar,
desde el enfoque tradicional, la idea de tener a doscientas personas
sentadas en una redacción leyendo teletipos. El periodismo se hace en la
calle.
A pesar de tener una generación estrella de
periodistas, cada vez es más difícil entender las noticias. Se ha visto
ahora en Grecia con el partido neonazi Aurora Dorada, que parece que ha
surgido de la nada.
El problema es que los periódicos narran desde la otra punta del mundo y con el modelo empresarial del Huffington Post,
que es dar mucha información superficial sin calidad. Entonces faltan
los datos y el contexto, y sin ese relato ocurre que en Grecia un
partido neonazi consigue 21 escaños y nadie lo ha visto venir. Y eso que
las empresas lo tienen fácil para conseguir la información, porque han
precarizado tanto la situación laboral que no tendrían que pagar la
nómina de un redactor fijo, porque los freelance se siguen moviendo por el mundo, solo tienen que contactar con ellos.
¿Los medios de comunicación han dejado de ser útiles para los ciudadanos?
El periodismo es una herramienta que hemos dejado de usar como
debería, exigiendo su responsabilidad hacia la sociedad. Por eso, creo
que el periodismo sigue vivo en los grandes periodistas y ahora hace
falta que se lo arrebaten a los grandes medios, a esos malos gestores.
Si a estos 'freelance' les ofrecieran un puesto fijo, ¿lo aceptarían?
No lo sé, porque a todos los veo muy yonquis de la adrenalina
de viajar, de la aventura y de la libertad, no los sitúo en una
redacción. Lo pasan mal pero continúan luchando por este tipo de
periodismo. Ellos son conscientes de que renuncian a muchas cosas:
Burgui me decía que sabe que no se va a poder comprar un coche o una
casa, pero no le importa porque todo el dinero que consigue lo destina
para seguir viajando y buscando historias. De todas formas, si aceptasen
un empleo fijo, creo que exigirían unas condiciones de trabajo que
fuesen un equilibrio entre lo que les exige el medio y lo que a ellos
les gusta hacer. El ejemplo es Arce, que está ahora en Honduras
escribiendo para Associated Press. Él comentaba que lo primero
que tuvo que cubrir lo hizo a kilómetros de distancia y que no estaba
orgulloso de esa forma de trabajar. En cambio, luego se interna en una
cárcel y recoge tanto material de denuncia como para sacar un libro.
A pesar de lo anteriormente hablado, ¿los periodistas somos demasiado victimistas?
Creo que hay que quitarle el dramatismo a la situación del
periodismo, y aportar más propuestas que quejas. Si aquí no se valora el
trabajo de los profesionales quizá haya que salir fuera y ya está, sin
ningún tipo de reparo.
Por el ejemplo que transmiten los freelance de su libro, parece que lo único bueno que puede dejar la crisis es un periodismo más social, más preocupado por la calle.
Yo no tengo ningún miedo a que caigan las estructuras
existentes. Es cuestión de perspectiva: ¿hacia dónde nos lleva la
crisis? Lo veremos. Pero los momentos de cambio dejan a mucha gente en
shock, y hay que buscarse la vida y tener ilusión por hacer cosas, como
los protagonistas del libro.
En su libro destaca que, de los ocho periodistas
'freelance', cinco son euskaldunes. ¿Es casual, o tiene que ver con una
forma distinta de entender el oficio?
Es casualidad, no era la idea. Después de hacer las
entrevistas me doy cuenta de que casi todos se conocen entre ellos, se
dan consejos sobre cómo trabajar los temas. En el caso de los freelance
vascos, me imagino que alguien habrá marcado el camino primero y luego
los demás le siguen porque entienden el periodismo de la misma forma,
como una labor social, comprometida. Este es el caso de Burgui e
Izagirre, que son amigos y tienen muchas similitudes en su forma de
narrar y acercarse a los protagonistas.
El libro pretende ser el primer tomo de una trilogía periodística, ¿qué incluirá en los otros dos ejemplares?
La segunda publicación tratará sobre los fotoperiodistas
españoles, como Samuel Aranda, ganador del World Press Photo, o Diego
Ibarra. El hilo conductor serán conversaciones en torno a una fotografía
suya, y de ahí que vayan explicando cómo entienden el oficio. El último
libro quiero centrarlo en las mujeres reporteras, como Mónica G.
Prieto, corresponsal para diversos medios en Oriente Próximo, Mayte
Carrasco o June Fernández. A ellas me gustaría pedirles reportajes más
centrados en los derechos de la mujer.
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