Enrique Dans, en su blog, achaca la crisis periodística
actual a que no se ha desarrollado un visor adecuado para leer las
noticias en los llamados smartphones, que últimamente parece que todo
bicho viviente tiene en la palma de su mano.
La verdad es raro no
observar como en cualquier bar o cafetería la totalidad de los clientes
sentados en sus mesas no tienen su dispositivo junto a la caña de
cerveza, o café, al que no pasa de diez minutos sin la correspondiente
consulta.
Parece que estamos ya viciados en recibir información en el
iPhone, tableta, que cada vez que miramos el dispositivo esperamos
encontrarnos algún mensaje de amigos, correos, alguna foto que nos envía
el sobrino de turno, o las últimas noticias que nos lanza el sistema al
que estamos suscritos.
Difiero
de Enrique Dans en que los periódicos de papel continúan empeñados en
ofrecernos lo de siempre... El problema no es el carrier, el papel o los
nuevos dispositivos que todos llevamos en el bolsillo. El problema es
que que, por una parte, la libertad de expresión en España ha sufrido un
duro retroceso a épocas próximas al franquismo.
Si, ahora si opinas o
investigas algo que no le conviene a la llamada casta, pues te marginan
como periodista. Las empresas editoras de periódicos, que están todas en
la ruina, todas, todas en quiebra, todas debiendo dinero a los bancos,
hasta El País, se pasan el día agradando al poder, en ese caso al PP,
para que la Soraya de turno presione a las entidades bancarias y
conviertan en acciones sus préstamos fallidos.
Así,
claro, se deben minimizar los escándalos de corrupción y mucho cuidado
con los reportajes que no agraden a La Casta. Ya se lo escuchaba a
Emilio Romero en pleno franquismo. La libertad de prensa depende de la
independencia económica de la empresa editora. Si el empresario está
hasta las cejas de deudas, su libertad está hipotecada. Y eso es lo que
pasa en esta España nuestra. Que la totalidad de las empresas editoras
deben hasta callarse, porque o sobreviven gracias al favor del poder, o
son simple correa de transmisión de determinado partido político.
En
Cataluña, por ejemplo, es bien conocido que la totalidad de los
periódicos están subvencionados por la Generalitat. Así que ninguno se
opone al secesionismo. A ninguno se le ocurre que sus reporteros
investiguen las fortunas de los políticos que gobiernan... Y en
Andalucía, pues otro tanto parecido.
La
actitud de la clase periodística, del profesional, del notario de la
realidad, tiene tratamiento aparte. Lo dejo para un próximo artículo.
(*) Periodista y editor de www.muyconfidencial.com
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