ROMA.- Wikileaks y su fundador Julian Assange
transformaron el trabajo periodístico, introduciendo la figura del
denunciante ("whistleblower"), encargado de analizar y revelar montañas
de datos comprometedores.
El principio de la ONG, fundada en 2006 por el australiano Julian
Assange, es simple: ofrecer el acceso libre de documentos clave en
línea, sin identificar la fuente.
Esta actividad permitió por ejemplo a Wikileaks revelar escándalos
como abusos del ejército estadounidense en Irak o prácticas dudosas
sobre la diplomacia de Washington.
Desde entonces, proliferaron en el mundo las plataformas que
protegen a los denunciantes, sin equivaler en envergadura a Wikileaks. Y
pocos son los grandes medios que no tienen una dirección donde una
persona anónima puede depositar documentos reveladores.
Estas revelaciones masivas, conformes a la exigencia de
transparencia total de Assange, que se presenta como periodista,
plantean no obstante serias cuestiones de índole ético y práctico para
la profesión.
Periodistas de todo el mundo debatían el jueves cómo juzgar el
arresto en Londres, después de 2.487 días encerrado en la embajada de
Ecuador, del fundador de Wikileaks, pirata durante su juventud,
militante de la libertad de información.
Estados Unidos solicita la extradición de Assange al acusarle de
haber ayudado a Bradley Manning - quien posteriormente cambió de sexo
para convertirse en Chelsea Manning - a obtener una contraseña con la
que acceder a miles de documentos confidenciales del Departamento de
Defensa: un reproche que podría hacerse a muchos periodistas de
investigación.
Reporteros Sin Fronteras (RSF) pidió a Gran Bretaña no extraditar a
Assange a Estados Unidos por acusaciones que "tienden a sancionar sus
actividades relacionadas con el periodismo".
Para el denunciante estadounidense Edward Snowden, exiliado en
Rusia, "el arresto de este editor de material periodístico - guste él o
no - acabará en los libros de historia".
- ¿Fuentes en peligro? -
Wikileaks "cambió el periodismo", afirma Stefania Maurizi,
del diario italiano La Repubblica, que trabaja en los dosieres de la
plataforma desde 2009. "Sus métodos, sus intuiciones, fueron
reproducidos en todas partes".
Sin embargo, a partir de 2011 varios diarios que trabajaban con
Wikileaks empezaron a estimar que las publicaciones eran susceptibles de
"poner algunas fuentes en peligro". Una crítica retomada por Snowden,
que como exconsultor de la Agencia Nacional de Seguridad estadounidense
(NSA), reveló programas de vigilancia masiva.
La publicación de correos electrónicos del Partido Demócrata de
Estados Unidos, que facilitaron la eliminación de Hillary Clinton en las
elecciones frente a Donald Trump, y de mensajes internos de la campaña
electoral de Emmanuel Macron, reforzaron las dudas. Se divulgaron además
informaciones personales y sensibles, sin interés para la sociedad.
"No se reveló ningún documento falso", defiende Maurizi. "Y fueron publicados en el mejor momento para asegurar un impacto".
Los servicios de inteligencia estadounidense establecieron desde
entonces que los correos del Partido Demócrata habían sido obtenidos por
piratas rusos en el marco de una campaña de Moscú para influir en las
elecciones estadounidenses.
- Colaboración internacional -
Pero estos volúmenes de información masivos también han servido
para que periodistas de todo el mundo colaboren conjuntamente en
investigaciones, más allá de la competencia entre cabeceras.
El escándalo de los "Papeles de Panamá" fue revelado en abril de
2016 gracias a un centenar de diarios reunidos bajo el Consorcio
Internacional de Periodistas de Investigación. "Los hechos ahora tienen
repercusiones mundiales. Necesitamos plataformas globales", según
Maurizi.
Cada vez más periodistas trabajan con denunciantes quienes pueden aportar miles de páginas de pruebas de lo que sostienen.
El Parlamento Europeo votará por otro lado el lunes un paquete de
medidas para proporcionar una mayor protección a los denunciantes,
frente a las represalias económicas y a las campañas de desgaste
judiciales que emprenden sus patrones.
El fenómeno ha llevado además a cada vez más periodistas a comunicar mediante mensajería encriptada, como Signal y Wire.
Y a guardar sus documentos en servidores seguros para evitar una
vigilancia informática generalizada de la que ahora ya son plenamente
conscientes.
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