viernes, 30 de agosto de 2019

Luis Enrique y el buen periodismo / Mario Díaz *

Raro es el día en que no siento vergüenza de mi profesión. En la era del click, de los Sálvames y las ExclusIndas, de los Chiringuitos y los todólogos ególatras, es imposible pasar un día sin que alguien comente lo lamentable, machista, sexista, racista, facha, comunista y/o políticamente incorrecto que es el titular de tal medio o la columna de tal periodista. Siempre hay algo que degrada el periodismo.

Sólo aquellos que han perdido un hijo en edad tan temprana como por desgracia le ha sucedido a Luis Enrique saben lo que se siente. Lo que se sufre. El vacío, la opresión, la falta de razones, la búsqueda infinita de motivos, el porqué repetido en tu cabeza tantos millones de veces como segundos tiene el día con el silencio aplastante por única respuesta, la travesía por el dolor hasta la aceptación -si es que llega alguna vez-, el duelo, el llanto desconsolado de tu pareja para el que ni siquiera buscas consuelo porque el tuyo te asfixia, te ahoga.

Un infierno en vida que tanto ha hecho sufrir a tantos y que hoy me hace penar por Lucho pero también sentirme orgulloso de mis compañeros, de mi profesión, porque hoy el periodismo, por fin, ha mostrado que tiene alma.

Todos sabíamos, todos, de la enfermedad de la pequeña Xana. Marca, AS, Mundo Deportivo, Sport, El Español, El Mundo, El País, El Confidencial, TVE, la SER y tantos otros. Absolutamente todos lo sabíamos, con más o menos detalles, y todos hemos sido honrados, decentes por una vez entre tanta inmundicia, entre tanto suceso morboso y tanta búsqueda del click, de lectores, oyentes y telespectadores. 

Por una vez en mucho tiempo hemos estado a la altura, hemos cumplido ese pacto de silencio no escrito antes conocido como respeto y tantas veces olvidado siempre por razones equivocadas y hemos dejado a Luis Enrique transitar el camino que le tocaba sin luz y sin taquígrafos.

Poco se habló al respecto el primer día que el entonces seleccionador nacional se ausentó de un partido por motivos personales. Pocas referencias se hicieron cuando la Federación Española de Fútbol (RFEF) anunció su salida. Y poco o nada se le preguntó a Robert Moreno, su mano derecha, su sucesor en el cargo, cuando tomó las riendas del equipo nacional. Tampoco los compañeros de la prensa del corazón abundaron en la cuestión. Y ellos lo sabían, por supuesto que lo sabían.

Nadie, absolutamente nadie recorrió ese camino. Fueron meses de silencio autoimpuesto que recordaban a los más de seis meses que el periodista de El Mundo Javier Espinosa y el fotógrafo Carlos García Vilanova estuvieron secuestrados por el ISIS entre 2014 y 2015 y del que sus propios compañeros sólo nos enteramos después de 85 días cautiverio y por expreso deseo de sus familias gracias a la discreción del propio periódico y del Ejecutivo de Mariano Rajoy.

Luis Enrique, tan querido y tan odiado en lo deportivo, sólo merece ahora nuestro cariño, nuestro respeto y la ayuda que él mismo nos pida. Ojalá seamos capaces. Ojalá estemos a la altura. Sería la segunda vez y eso ya sería una tendencia. Quién sabe, quizás hasta podríamos convertirlo en costumbre.


 (*) Periodista



jueves, 29 de agosto de 2019

No podemos quedarnos sentados y permitir que los multimillonarios destruyan el periodismo / Bernie Sanders *

Walter Cronkite dijo una vez que "lo que necesitamos para que funcione la democracia es periodismo". Llevaba toda la razón, y por eso los ataques actuales contra el periodismo a manos de Wall Street, empresarios multimillonarios, Silicon Valley y Donald Trump se han convertido en una crisis y debemos pasar a la acción.

El periodismo de verdad no es el cotilleo, los tertulianos ni el 'clickbait' que dominan actualmente los medios de comunicación. El periodismo de verdad, según palabras de Joseph Pulitzer, implica información meticulosa que "lucha por el progreso y la reforma, nunca tolera la injusticia o la corrupción y siempre combate a los demagogos".

Pulitzer afirmó que el periodismo siempre debe "oponerse al privilegio de clase y a los saqueadores públicos, jamás debe faltarle empatía hacia los pobres, siempre debe permanecer leal al interés público, nunca debe contentarse solo con publicar noticias, siempre debe ser absolutamente independiente y nunca debe tener miedo a la lucha contra la injusticia, ya sea una plutocracia depredadora o una pobreza depredadora".

Cuando teníamos periodismo de verdad, vimos cómo se exponían y combatían delitos como el Watergate. Y eso llevó a reformas contra la corrupción. Desde que no tenemos periodismo de verdad, hemos visto que delitos como el fraude hipotecario pasan desapercibidos y no son castigados, provocando una crisis económica devastadora que ha destruido las vidas de millones de estadounidenses.

El periodismo de verdad necesita recursos importantes. Una de las razones por las que no tenemos suficiente periodismo de verdad en este momento en Estados Unidos es porque muchos medios de comunicación están siendo reducidos a cenizas por las mismas fuerzas codiciosas que están saqueando nuestra economía.

Por ejemplo, dos corporaciones de Silicon Valley —Facebook y Google— controlan el 60% de todo el mercado de publicidad digital y han utilizado un control absoluto para apropiarse de todos los ingresos de publicidad de las organizaciones periodísticas. Un estudio reciente realizado por la News Media Alliance, una asociación comercial, concluyó que en 2018, mientras los ingresos de los periódicos disminuían, Google ganó 4.238 millones de euros gracias a noticias por las que Google no pagó nada.

Al mismo tiempo, los conglomerados empresariales y los fondos buitres han comprado y fusionado medios de comunicación que tenían problemas financieros, reduciendo sus redacciones mientras que los ejecutivos reciben abundantes sumas. 

Por ejemplo, la fusión de Gannett con Gatehouse Media significará que cientos de publicaciones quedarán bajo el control de una megacorporación y recortarán el equivalente a 270 millones de euros en "sinergias" que a menudo es la palabra que utilizan las corporaciones para hablar de despidos. Matt Pearce, periodista del Los Angeles Timesinformó de que "el nuevo director ejecutivo de Gannett/Gatehouse recibirá un bono de cuatro millones de euros y acciones solo por entrar por la puerta".

El resultado de esta tendencia ha sido la aniquilación del periodismo. En los últimos 15 años, más de 1.400 comunidades de todo el país han perdido sus periódicos locales, que son las fuentes que luego utilizan las cadenas de televisión, las radios y los sitios de noticias digitales para proveer información local.

Desde 2008, las redacciones han perdido 28.000 empleados. Solo durante el año pasado, 3.200 personas de la industria de los medios de comunicación fueron despedidas. Actualmente, por cada periodista que tiene trabajo, hay seis personas dedicadas a las relaciones públicas y comunicación institucional, y son ellas las que a menudo definen la postura corporativa.

Justo cuando necesitamos más periodistas que informen sobre la crisis de sanidad, la emergencia climática y la desigualdad económica, tenemos a tertulianos en televisión que reciben millones de euros por analizar cotilleos políticos, mientras los medios de comunicación locales son aniquilados.

Los efectos negativos son predecibles: según un estudio realizado por investigadores de las universidades de Notre-Dame y de Illinois, cuando se vacían las redacciones, aumenta el gasto general que recae sobre los contribuyentes porque hay menos periodistas investigando las transacciones del Gobierno. 

Otro informe publicado por Spotlight en Pobreza y Oportunidades, un foro independiente, concluyó que, a pesar de que millones de estadounidenses luchan por sobrevivir, los medios de comunicación con problemas financieros "no le prestan atención a la pobreza".

Desde luego, cuando vemos la investigación de Miami Herald sobre Jeffrey Epstein o el valiente informe de Charleston Gazette-Mail sobre la crisis de los opiáceos, nos damos cuenta de que todavía hay buenos periodistas venciendo las probabilidades y generando periodismo de verdad que investiga al poder, saca delitos a la luz y desafía el status quo. Pero sabemos que estas historias exitosas muy a menudo son la excepción y no la regla.

También sabemos que Donald Trump está empeorando mucho las cosas. Es un mentiroso patológico que se ha pasado su presidencia intentando demonizar a los periodistas que se atreven a exponer sus mentiras. Y lo que es peor, ha llamado a los medios de comunicación "enemigos del pueblo" en un intento deliberado por destruir la mera idea de una prensa libre.

La forma en que Trump ataca a los medios de comunicación es absolutamente inaceptable y debe ser denunciada y rechazada. Pero dejemos algo en claro: eso solo no solucionará la crisis del periodismo. Además, una mayor expansión de los modelos de negocios oligárquicos en la industria de los medios de comunicación podría empeorar el asunto.

Actualmente, tras décadas de fusiones y desregulaciones, un pequeño puñado de empresas controla casi todo lo que miramos, leemos y descargamos. Dada esta situación, no deberíamos querer que lo que queda de prensa libre caiga bajo el control de este puñado de corporaciones y multimillonarios "bondadosos" que utilizan sus imperios mediáticos para castigar a quienes los critican o para evitar ser investigados.

Después de todo, las cadenas de televisión que reciben parte de los 4.000 millones de euros anuales que invierte la industria farmacéutica en anuncios deben de estar encantados de disimular su disgusto con nuestro deficiente sistema sanitario, pero nunca proveerán información justa sobre el programa Medicare, incluso aunque los sondeos indican que la mayoría de los estadounidenses apoyan la propuesta.

Los medios de comunicación corporativos patrocinados por los anuncios de la industria de los combustibles fósiles reciben con gusto invitados que insisten en que nuestro actual sistema económico oligárquico va genial, pero como demuestran los estudios, esos mismos medios de comunicación a menudo minimizan o evitan publicar sobre la emergencia climática que sus anunciantes han ayudado a generar.

Y los medios propiedad de Disney y Jeff Bezos promocionan las películas de Disneylos planes de Bezos de explorar el espacio exterior, pero no podemos contar con ellos para que informen sobre la lucha por salarios justos de los empleados de las empresas controladas por Disney o por Bezos. De hecho, en una ocasión, vimos cómo el Washington Post, propiedad de Bezos, intentó castigar a un periodista que reclamó mejoras salariales para el periódico.

Debemos reconstruir y proteger una prensa diversa y verdaderamente independiente para que los periodistas hagan el importante trabajo que aman y que requiere cualquier democracia funcional.

Cuando yo sea presidente...

Cuando yo sea presidente, mi Gobierno pondrá en práctica políticas para reformar la industria de los medios de comunicación y mejorar las protecciones al periodismo independiente, tanto a nivel local como nacional.

Por ejemplo, daremos marcha atrás a los intentos de Trump de beneficiar fusiones de corporaciones mediáticas. No aceptaremos aprobaciones automáticas de propuestas como el nuevo plan de fusionar CBS y Viacom para convertirlos en un gigante de 27.000 millones de euros.

Hace mucho tiempo que me opongo a la fusión de corporaciones mediáticas, y fui uno de los 16 miembros del Congreso que se opusieron a la nefasta Ley de Telecomunicaciones de 1996, que ha acelerado el proceso de adquisiciones. En mi gobierno, suspenderemos inmediatamente la aprobación de las fusiones de medios de comunicación grandes hasta que podamos comprender mejor el verdadero efecto que estas transacciones tienen sobre nuestra democracia.

Respetando el espíritu de las leyes nacionales existentes, les exigiremos a las grandes corporaciones mediáticas que revelen si sus medidas corporativas y propuestas de fusiones implican despidos de periodistas.

También exigiremos que, antes de que se lleven a cabo más fusiones, los empleados tengan la oportunidad de comprar esos medios de comunicación a través de planes de adquisición de acciones, un modelo de negocio innovador que fue pionero en la industria de los periódicos.

Y evitaremos que las agencias federales tomen decisiones sobre fusiones mediáticas o desregulaciones que afecten negativamente a las mujeres o a la población afroamericana. 

Como ha señalado la organización Free Press, "las mujeres y la población afroamericana están infrarrepresentados entre quienes tienen licencias de radiodifusión". El grupo remarca que esto se debe a que la Comisión Federal de Comunicaciones ha aprobado fusiones "sin tener en cuenta la forma en que esta concentración mediática afecta la posibilidad que mujeres y población afroamericana obtengan licencias".

Cuando nuestro gobierno designe nuevas autoridades progresistas para la Comisión Federal de Comunicaciones, daremos marcha atrás a las medidas del Gobierno de Trump, que han destruido las antiguas reglas sobre licencias de medios de comunicación. Lo que ha hecho Trump permite la propiedad cruzada de periódicos y cadenas de radio y televisión. También ha dado luz verde para que una misma corporación tenga muchas emisoras dentro de un mismo mercado.

El daño puede ser enorme: "En teoría", afirma Free Press, "estos cambios podrían permitir que un mismo emisor sea propietario tanto de tu periódico local como de las dos emisoras locales más importantes y además operar un puñado de otras emisoras gracias a acuerdos de reparto, convirtiendo a tu comunidad en un pueblo con una única sala de redacción".

En un gobierno de Bernie Sanders, haremos lo contrario: restableceremos y fortaleceremos las reglas de licencias de medios de comunicación y limitaremos la cantidad de emisoras que puede tener una corporación de radiodifusión en cada mercado y a nivel nacional. También haremos que las agencias federales investiguen el impacto de las fusiones en la prensa impresa, la televisión y los medios digitales para determinar si es necesario tomar mayores medidas antimonopolio.

Además, aprobaremos el Plan de Democracia Laboral, que apoyará los esfuerzos de los trabajadores de los medios de comunicación por conformar sindicatos y negociar con sus empleadores de forma colectiva. He apoyado públicamente el empeño de periodistas por favorecer el sindicalismo. Los sindicatos no solo luchan por los salarios y los beneficios de los empleados de los medios de comunicación, sino que pueden proteger mejor a los periodistas de las políticas corporativas que buscan impedir que se investigue a los dueños de los medios de comunicación y sus patrocinadores.

Por último, respecto a Silicon Valley, nombraré a un Fiscal General y funcionarios de la Comisión Federal de Comercio para aplicar más estrictamente las leyes antimonopolio contra los gigantes tecnológicos como Facebook y Google, para evitar que usen su enorme poder de mercado para desguazar, estafar y retirar financiación a las organizaciones periodísticas. Su poder casi absoluto ha perjudicado especialmente a los medios de comunicación pequeños e independientes que no tienen la infraestructura de una corporación para defenderse.

Además, debemos explorar nuevas formas de empoderar a las organizaciones periodísticas para que negocien colectivamente con estos monopolios tecnológicos, y debemos evaluar cobrar un impuesto por los anuncios personalizados y usar esos ingresos para financiar medios de comunicación sin fines de lucro y con conciencia cívica. 

Eso formaría parte de un esfuerzo general por aumentar significativamente la financiación de programas que apoyen operaciones periodísticas de medios de comunicación públicos a nivel local, de la misma manera en que muchos otros países ya están financiando a medios de comunicación públicos e independientes.

La Primera Enmienda de nuestra Constitución protege explícitamente la libertad de prensa porque nuestros fundadores comprendían lo importante que es el periodismo para la democracia. A más de dos siglos de la firma de nuestra Constitución, no podemos quedarnos sentados y permitir que las corporaciones, los multimillonarios y los demagogos destruyan el cuarto poder, ni podemos permitirles reemplazar el periodismo serio por propaganda y docudramas.

Debemos pasar a la acción, y si lo hacemos, sé que triunfaremos. Podemos y lograremos volver a un periodismo como el que Joseph Pulitzer y Walter Cronkite concibieron. Ese periodismo que Estados Unidos tanto necesita.


 (*) Senador de Estados Unidos y el miembro de mayor rango del comité presupuestario del Senado. Representa el estado de Vermont, y es el independiente de más larga trayectoria en la historia del Congreso. 

martes, 20 de agosto de 2019

Periodismo, presunto culpable / Eduardo Álvarez *

¿Y si Plácido Domingo fuera culpable? No necesariamente de ningún hecho que conlleve responsabilidad penal, sino sencillamente de aquello de lo que se le acusa en un reportaje. Incluido un continuado abuso de poder gracias a ser vos quien sos, difícilmente denunciable ante tribunal alguno porque no estamos ante un funcionario o cargo público. 

El tenor tiene derecho a la presunción de inocencia, como todo hijo de vecino, algo que no deja de repetirse estos días. Y, en realidad, no le están faltando paladines dispuestos a poner sus pies y manos en el fuego por ello. 

Quienes nunca desaprovechan la ocasión para arremeter contra el feminismo, y no digamos ya contra un movimiento como el #MeToo que les produce urticaria, se han lanzado a la yugular de las brujas histéricas que, dicen, no tienen nada mejor que hacer cada día que apuntar a alguna víctima propiciatoria para ponerla en la picota pública.

Ojalá Domingo sea un santo varón de conducta éticamente irreprochable -si no, seguiría siendo la mejor voz española del siglo, qué manía con mezclarlo todo-. Pero sorprende que quienes con más énfasis se hayan lanzado a descalificar que el asunto haya estallado sean periodistas u otros que pacen en los medios. 

A ver si porque Domingo sea un representante pata negra de esa pedantería que llamamos marca España se nos nubla la sesera y estamos decididos a arrojar pedradas contra el tejado de esta profesión cada vez más desacreditada. ¿Es que acaso se está diciendo que Associated Press no ha hecho su trabajo y ha publicado cualquier filfa para dejar a la altura del betún al artista? Se dice: salvo una mujer que ha dado la cara, el resto son anónimas. Como si en el ejercicio periodístico no fuera práctica habitual. 

Pero ello no quiere decir que la agencia no conozca hasta el número de pie de cada una, que no haya dedicado meses de investigación a cotejar los datos, a confirmar no su verdad, sino su veracidad, que es lo exigible. Y aún más. Antes de publicar la bomba, la agencia ha entrevistado a otra treintena de personas que han aportado información sobre el caso y varias han ratificado testimonios de las denunciantes. 

Por último, la agencia contactó con el cantante, que hizo público un confuso comunicado en el que venía a admitir parte de los hechos, disculpándose por el cambio en la percepción social respecto a ciertos comportamientos sexuales. 

La posibilidad de que celebridades -músicos, deportistas o políticos- vean manchada su reputación por la publicación de noticias que al final no se confirman no puede tener peso determinante. Salvo que se quiera que se deje de hacer periodismo.


(*) Periodista español


 https://amp.elmundo.es/opinion/2019/08/20/5d5ac87521efa06b488b4681.html

lunes, 19 de agosto de 2019

Así está matando Google a las páginas web

ATLANTA.- Junio fue el primer mes en el que el por primera vez más de la mitad de las búsquedas realizadas en EEUU en el buscador no generaron un click posterior en ningún resultado, recoge El Mundo, de Madrid.

Sobre el papel, la misión de Google es "organizar la información y hacerla universalmente accesible", una frase repetida casi más que el famoso (y ya olvidado) "no ser malvados" y que aunque es muy específica en su objetivo deja sin aclarar bien los medios.
Desde 1998 Google se ha considerado, primero y antes que nada, un buscador; una web para encontrar cualquier otra web en el vasto océano de información que es Internet. Pero va siendo hora de cambiar esa concepción porque Google, con el paso del tiempo, ha dejado de ser una herramienta para convertirse en un destino, la primera y única parada a la hora de resolver cualquier duda, a menudo con información proveniente de terceras fuentes pero sin redirigir el tráfico hacia ellas.
Según un análisis de SparkToro con datos de Jumpshot, una firma de análisis de datos propiedad de la empresa de seguridad Avast, junio fue el primer mes en el que el por primera vez más de la mitad de las búsquedas realizadas en EEUU en el buscador no generaron un click posterior en ningún resultado.
Este fenómeno, conocido como 'Zero-Click search' significa que el usuario obtuvo la información que buscaba sin tener que visitar ninguna otra página, ni siquiera otra propiedad de Google, en la red.
Su crecimiento a lo largo de los años se debe fundamentalmente a que Google ha empezado a mostrar información útil como resultados directos. Cuando preguntamos la edad de un actor o la conversión de una medida, por ejemplo, Google ofrece el resultado en un recuadro, a menudo extraído de una fuente externa pero sin llevar al usuario hasta ese destino.
Con el tiempo, las búsquedas que Google puede resolver de esta forma han crecido en número y tipología. Ahora, por ejemplo, el buscador es capaz de mostrar recetas de cocina (una de las búsquedas más frecuentes en Internet), información del tiempo o el estado de los vuelos.
Esta información se ofrecía antes de forma limitada en los resultados de búquedas realizadas desde PC convencional, pero desde hace unos meses también se muestran en búsquedas de móvil. Como las búsquedas con móvil son ya mucho más numerosa que las tradicionales, la balanza se ha inclinado rápidamente hacia este tipo de resultados sin click posterior.
Para el usuario puede verse como una característica útil, sin duda, pero plantea una pregunta incómoda sobre la naturaleza de Google y su papel en la red.
Durante décadas imperios digitales se han erigido y derrumbado por las reglas del algoritmo que decide qué enlaces se muestran primero en la lista de resultados. 
Optimizar las web para escalar puestos en esta lista (lo que comúnmente se conoce como SEO o Search Engine Optimization se ha convertido por tanto en una habilidad muy demanda y, de paso, ha transformado por completo la industria de los contenidos, no necesariamente para bien.
El auge de los resultados directos, sin embargo, amenaza con desestabilizar incluso este delicado equilibrio. No tiene sentido dedicar muchos recursos a destacar en un ranking en el que nadie hace click.
La situación se vuelve especialmente compleja cuando se analizan otros factores. El número de clicks conocidos como 'orgánicos', es decir, que el usuario realiza de forma voluntaria sobre resultados reales de la búsqueda, está disminuyendo no sólo por los resultados directos.
Los enlaces patrocinados, que son los que mantienen la estructura empresarial de Google, son cada vez más frecuentes y efectivos. En el segundo trimestre del año, el 4,14% de todas las búsquedas acabó en un click a un anuncio. En 2018 la cifra era sólo del 3,9%. Si vamos al mercado del móvil, estos clicks suponen ya el 11% de los resultados de las búsquedas.
Del resto, los que pueden considerarse resultados "orgánicos", hay que restar también los resultados que apuntan a propiedades dentro de la propia Google, como Mapas, contenido en formato AMP o Noticias, y que suponen casi el 6% de los clicks realizados tras una búsqueda.
¿Qué queda para la web? Apenas un 40% de las búsquedas acaba en un click para ellas, a pesar de que muchas veces son la fuente de los datos directos.
Durante años Google ha argumentado que este tipo de resultados directos son beneficiosos no sólo para los usuarios sino también para las propias compañías por la relevancia que tienen en la búsqueda y su posición, incluso por delante de los enlaces patrocinados. 
Para poder aparecer como resultado directo, las webs tienen de hecho que formatear voluntariamente el contenido de una forma determinada. Pero no hay muchas alternativas. No hacerlo penaliza a la hora de aparecer en los primeros puestos y recibir por tanto una parte menor del ya menguante tráfico.
Los datos de Jumpshot parecen apuntar a que el único beneficiado con este 'statu quo' es Google. Su negocio de publicidad no se resiente, como sí ocurre en el caso de las webs de terceros que pierden visitas y clicks, y sus herramientas y servicios complementarios pueden permitirse operar sin publicidad.

domingo, 11 de agosto de 2019

Carlos Pérez de Rozas, un grande del periodismo / José Antich *

No hacía falta pasar mucho rato con él para darte cuenta de cómo era Carlos Pérez de Rozas: vitalista, generoso, polemista, explosivo, intuitivo, sabio y con una innata capacidad para recordar historias, que explicaba en cualquier momento, que le hacían ser siempre ser el centro de atención y que provocaban que todo el mundo le escuchara con verdadero interés. 

De Carlos siempre se aprendía: en el diario, en la facultad, en un restaurante, viendo un partido de fútbol o con Indro Montanelli, a quien visitamos en Italia en 2001, pocos meses antes de su muerte. 

En una profesión tan propensa a criticar los logros de alguien, Carlos siempre sobresalía y tenía palabras de felicitación, de ánimo y de magisterio para alguien, sin importarle mucho el rango de su interlocutor. Si este era el propietario del diario al que casi todos se dirigían tratándole de usted o el último becario al que igual no volvería a ver nunca más. Así era Carlos, educado y buena persona.

Coincidí con Pérez de Rozas en lo que eran las tres grandes cabeceras de Barcelona en la transición: El Periódico (1978), la edición catalana de El País (1982) y La Vanguardia (1995). Siempre obsesionado por el diseño y la imagen del periódico y por una foto imbatible que acabaría siendo a última hora de la tarde la portada del diario del día siguiente. 

Uno de sus mayores momentos de felicidad era comprobar qué habían hecho los demás y con todas las cabeceras encima de la mesa uno sabía perfectamente que la de Carlos era la mejor. Ganaba la mayoría de las veces,  pero sabía reconocer cuando alguien lo había hecho mejor. Era humilde y un protector implacable de sus compaginadores, fotoperiodistas e infografistas, como buen director adjunto de Arte de La Vanguardia.

Recuerdo su papel en tres momentos informativos de principios de siglo. Los atentados del 11 de septiembre en las Torres Gemelas de Nueva York;  el 11-M de 2004 en la estación de Atocha y los días posteriores hasta la victoria de Zapatero y la muerte de Juan Pablo II en 2005, su funeral y el cónclave para la elección del nuevo Papa, Benedicto XVI

En medio de cientos de fotografías, Carlos seleccionaba unas pocas para la reunión de portada, te dejaba escoger entre un par de docenas -en la práctica él siempre tenía la suya- y junto al equipo de compaginación y su inseparable Alberola daban vida a la primera del diario.

Su gran corazón se detuvo en Madrid este sábado de madrugada a los 71 años. El periodismo pierde a uno de los grandes de una generación sin el que no se pueden explicar tantas y tantas cosas. Un profesional simplemente excepcional.


(*) Periodista y ex director de La Vanguardia