martes, 21 de septiembre de 2021

Máquinas de escribir / Pedro G. Cuartango *

 


Hace diez años escribí una columna en la que glosaba que Godreg, una empresa de Bombay, había dejado de producir máquinas de escribir. Era el último fabricante que quedaba. La noticia me produjo un ataque de nostalgia porque yo había comenzado en el periodismo con la máquina heredada de mi padre, que la había comprado a comienzos de los años 60.

Era una Hispano Olivetti Studio 46 y la conservo como una reliquia. Es de color negro con teclas redondas. El carro se desplaza con una palanca metálica y hay dos contrapesos para tabular los márgenes de los folios. Y el papel se ajusta con una rueda dentada de plástico. Utilizo el presente porque todavía funciona, aunque no la puedo usar porque ya no hay cintas de recambio.

Reconozco que escribir en un ordenador tiene muchas ventajas. La principal es que se puede corregir y cambiar el orden de los párrafos. Además, de almacenar en la memoria del disco todo lo que uno ha escrito. Pero no hay nada comparable al placer de aporrear las teclas y escuchar su sonido mientras se desplaza la hoja de papel.

Siempre he pensado que el periodismo es un oficio artesanal como el de un carpintero o de un albañil. También se hace con las manos y es esencial el dominio de la técnica. La profesión se va aprendiendo con los años y el peso de la experiencia es esencial para distinguir las voces de los ecos. 

En las redacciones de la década de los 70 y comienzos de los 80, lo que más llamaba la atención era el humo del tabaco y el ruido de las máquinas de escribir. Algunos redactores guardaban botellas de whisky en sus cajones. Y otros tenían cartas para echar una partida tras el cierre, que se alargaba hasta medianoche.

Eso ya es historia. Todo cambió en la huelga de la prensa británica de Fleet Street por las nuevas imprentas de Murdoch en Wapping. Corría el año 1985, que marcó el final del trabajo de los picadores de textos, linotipistas, correctores y montadores. Los sindicatos perdieron la batalla y los periodistas pasamos a asumir parte de sus funciones. Fue una gran derrota.

Recuerdo que en 1986 la empresa editora de ‘Cinco Días’ decidió sustituir las máquinas de escribir por ordenadores. Paco Mora, director del periódico y gran profesional y mejor persona, me llamó a su despacho y me pidió que ocultara cuatro o cinco. 

Así lo hice. Mis compañeros pudieron utilizarlas durante algunas semanas hasta que la empresa logró descubrirlas tras un exhaustivo registro. Una de ellas estaba sobre la cisterna de un retrete.

Como dice el proverbio latino, ‘sic transit gloria mundi’. Las máquinas de escribir, las redacciones donde se bebía, se fumaba y se jugaba al póker pasaron a mejor vida. Hoy el silencio invade las salas donde los periodistas permanecen durante la jornada inclinados sobre el ordenador. Me voy haciendo viejo.

 

(*) Periodista 

 

https://www.abc.es/opinion/abci-pedro-garcia-cuartango-maquinas-escribir-202109172315_noticia_amp.html


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